La política impone sus límites en cada campaña electoral. Y en Colombia estos límites fueron más que notorios. Duque ganó con una diferencia significativa (12 puntos) presentándose como el máximo representante del uribismo aggiornado. La propuesta del cambio de la mano de Gustavo Petro obtuvo un resultado histórico, con más de 8 millones de votos, pero por ahora insuficiente para gobernar. Sin embargo, es un paso de gigante en la historia de este país. Definitivamente, Colombia no será la misma después de estas elecciones presidenciales.
Petro logró esta nueva mayoría sin esconderse detrás de ningún disfraz. Expuso sus ideas con claridad, sin maquinaria, y con apenas recursos económicos. Logró cautivar al pueblo colombiano con un discurso progresista propositivo en materia social y ambiental; de gran calado histórico reivindicando los valores liberales que lucharon contra las dictaduras e injusticias; interpelando sin titubeos a la corrupción y a la Colombia desigual de las 5 corbatas; y en su última fase, también consiguió forjar una gran coalición con una gran de suma de actores diversos.
Lo que ha atraído a los colombianos de Petro es lo que encarna: la aspiración legítima de disputarle el poder a una elite enquistada que gobierna desde siempre a espaldas de la ciudadanía. Esto lo hace desde una relectura profunda de la historia colombiana que ofrece un relato alternativo, trazando una frontera simbólica con un “ellos” (la élite corrupta) que deriva en la constitución de un “nosotros” (los ciudadanos libres, comunes y honestos), una explicación de cómo hemos llegado hasta aquí, y una ruta posible programática hacia el futuro (una Colombia humana). Así, las maquinarias, el fraude, la corrupción, la desigualdad y las injusticias sociales, la cuestión medioambiental, entre otras demandas latentes de la sociedad colombiana, son ahora resignificadas como problemas políticos ante los cuales la resignación deja de ser la única respuesta posible, cuajando así un nuevo marco de significado -un prisma- desde el que interpretar la realidad social y articular respuestas políticas para darles cauce institucional. Petro logró conectar con un pueblo con ganas de cambio. La candidatura de Gustavo Petro y su Colombia Humana representa mucho más que un fenómeno electoral. Indudablemente, en Colombia, podemos decir que ha tenido lugar el nacimiento de una nueva identidad política en esta etapa posconflicto.
Sin embargo, a pesar de este gran avance de las fuerzas del cambio, el uribismo ha vuelto a demostrar que nunca se fue. Son 10 millones de votos que todavía sintonizan con un campo de valores conservadores aunque el mismo candidato haya tenido que hacer guiños a la paz, cuestiones ambientales y la lucha contra la corrupción. No obstante, el uribismo, con este respaldo sale fortalecido. Seguramente, pondrá en marcha un conjunto de políticas que pondrán en peligro los avances logrados en materia de paz. Y además, la victoria de Duque también constituye una mala noticia en clave regional porque probablemente su política exterior recrudecerá el conflicto con países vecinos.
El resultado del largo proceso electoral deja “dos Colombias”: una progresista y otra reaccionaria, dos campos políticos rivales, muy distantes entre sí. El uribismo ganó, pero tendrá un enorme desafío: gobernar con una gran oposición enfrente, completamente antagónica a su proyecto de país. Algo inédito en la historia política colombiana.
Gisela Brito: Celag