El miércoles 13 de junio escuché su intervención en el debate sobre el proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo. Al defender su postura antiderechos en el Congreso, usted dijo que ni en la dictadura “nos animamos a tanto”.

Evidentemente, diputado, no dice la verdad o está muy desinformado. Algo llamativo, porque usted mismo se incluyó en un plural que lo hace parte y también por su estrecha cercanía con personas que podrían brindarle información directa sobre lo que ocurrió. Le recomiendo que consulte a esas personas si tiene alguna duda respecto a lo que diré a continuación. 

Durante la última dictadura cívico-militar las mujeres secuestradas sufrieron violencias específicas, que buscaron disciplinarlas porque con su militancia desafiaron a la dictadura y a la cultura machista que las quería recluidas en sus casas, en roles de madres y esposas. Entre las violencias y torturas diferenciales que debieron soportar, a algunas les practicaron abortos forzados. Sí, sí, como lee, diputado. Incluso, varias de ellas estaban gestando producto de violaciones colectivas en los centros clandestinos de detención, tortura y exterminio donde las tenían prisioneras. Otras fueron privadas de la libertad y torturadas estando embarazadas –muchas con embarazos casi a término–, picaneadas o golpeadas en sus panzas con particular ensañamiento. Varias de ellas perdieron esos embarazos como resultado directo de esos tormentos y no fueron asistidas siquiera cuando quedaron al borde de la muerte.

Además, bebés y niñxs muy, muy pequeñxs –las edades dan escalofríos– fueron asesinadxs de las formas más brutales. Algunxs hasta pasaron agonías de muchas horas, sin recibir atención de ningún tipo antes de morir. También hubo casos de bebés y niñxs torturadxs, sólo con el fin de hacer sufrir a lxs adultxs. Como si esto fuera poco, hubo situaciones en que, luego de secuestrar y torturar a sus padres y madres frente a ellxs, dejaron a niñxs que no podían valerse por sí mismxs, solxs, poniéndolxs en riesgo vital –imagínese la incontable cantidad de peligros que hay en una casa para niñxs que apenas pueden andar– con total conocimiento de las posibles consecuencias, que eran deseadas o imaginadas por los integrantes de las fuerzas represivas. 

Sumado a todo ello, más de 500 bebés fueron apropiadxs, privadxs de su identidad y de crecer con sus familias, situación que, en muchos casos, aún continua. Como plus aterrador, algunxs de lxs nietxs restituidxs han descripto que fueron sometidxs a violaciones, abusos, torturas y malos tratos, por parte de sus apropiadores. 

A todo eso y a más se “animaron”, diputado. Aunque ni lxs mejores escritores de terror se hayan atrevido a imaginar tanto. No le doy más detalles ni pongo nombres por respeto a quienes padecieron estos horrores, pero si después de leer esta carta quiere conocer más y no quiere preguntar a las otras personas con quienes comparte el plural que usó en su discurso, le sugiero leer el “Nunca Más” –es un poco extenso, eso sí– donde hay miles de testimonios. 

También quiero decirle que, como sabrá, el movimiento de derechos humanos en este país logró que muchxs de quienes causaron dolores tan inmensos fuesen enjuiciados y condenados en el marco del Estado democrático. Esto se consiguió de la misma forma que la media sanción de la ley a la que usted tan vehementemente se opone: a través de una lucha tenaz y creativa, desplegada en ámbitos diversos, pero principalmente en las calles, liderada por mujeres increíbles que usan pañuelos blancos o verdes. Algunas Madres y Abuelas hasta usan los dos juntos, en una síntesis y continuidad que emocionan. Estas luchas, diputado, cuando son colectivas, son maravillosas y logran que el solo hecho de transitarlas se transforme en un triunfo. Le cuento todo esto porque es algo que, seguramente, nunca experimentará, pero le aseguro que bien vale la alegría vivirlas y festejarlas con esxs otrxs con quienes se construye todos los días, sabiendo que lo imposible solo tarda un poco más.

Ana Oberlin: Abogada especializada en Derechos Humanos e Hija.