Fueron dos los campeonatos mundiales de fútbol que se disputaron en Asia en el año 2002. En uno jugaron los deportistas de carne y hueso. En el otro, al mismo tiempo jugaron los robots.
Los torneos mundiales de robots ocurren, cada año, en un lugar diferente. Sus organizadores tienen la esperanza de competir, de aquí a algún tiempo, contra las selecciones de carne y hueso. Al fin y al cabo, dicen, ya una computadora ha derrotado al campeón Gari Kasparov en un tablero de ajedrez, y no les cuesta tanto imaginar que los atletas mecánicos lleguen a lograr una hazaña semejante en una cancha de fútbol. Los robots, programados por ingenieros, son sólidos en la defensa y veloces en el ataque. Jamás se cansan ni protestan, ni se entretienen con la pelota: cumplen sin chistar las órdenes del director técnico y ni por un instante cometen la locura de creer que los jugadores juegan. Y nunca se ríen.
(Del libro Cerrado por fútbol, Siglo Veintiuno Editores)