La crisis cambiaria que aqueja a la economía macrista dejó caer todo su peso en los precios internos. Para peor, lo hizo con más fuerza sobre los bienes y servicios básicos, con las previsibles consecuencias en materia de pobreza e indigencia, empleo y producción. La canasta básica alimentaria, que define la línea de indigencia, subió un 4,8 por ciento en mayo con respecto a abril a raíz del impacto de la devaluación en los productos de primera necesidad. Ese aumento implica un deterioro de las condiciones económicas de los sectores de menores ingresos, que gastan la mayor parte de los recursos que obtienen en adquirir alimentos y bebidas. El reverso del incremento de los productos básicos y su impacto en la pobreza es la mejora relativa de los sectores que están al tope de la pirámide de ingresos, que son aquellos que pueden definir precios de venta o que venden en dólares. En tanto, la canasta básica, que establece la línea de pobreza, subió un 3,2 por ciento, también por encima de la inflación general, del 2,1 por ciento, según el Indec.
En mayo, el dólar avanzó un 22,2 por ciento, de 20,90 a 25,55 pesos –ayer cerró en 28,46 pesos–. En medio de la corrida cambiaria del mes pasado, el Gobierno primero salió a minimizar el impacto de la devaluación en los precios internos y luego decidió ampliar el listado de Precios Cuidados, que igualmente perdió presencia y efectividad con respecto a la gestión anterior. La gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, amenazó a los formadores de precios pero no mucho más. El resultado fue un fuerte traslado del incremento del dólar sobre los productos indispensables. Del otro lado, los ganadores: empresas del sector agropecuario, siderúrgicas y otros exportadores, laboratorios y petroleras, entre otros.
La canasta alimentaria subió 4,8 por ciento, más del doble que la inflación general, y llegó a los 7473 pesos para un hogar compuesto por dos adultos y dos menores. Según el Indec, se destacaron las siguientes alzas: la harina de trigo común 000 subió un 31,2 por ciento mensual y también lo hicieron derivados de la harina, como el pan francés (8,7), galletitas dulces (2,9), galletitas de agua (2,8) y fideos (9,5). El aceite de girasol escaló 4,8 y la leche en polvo entera, un 2,9. Entre los lácteos, se destacó el avance del queso sardo (2,4), manteca (2,0), yogur firme (2,9) y huevos (7,3). La sal fina subió 2,8 y la yerba mate, un 4,1. La canasta alimenticia acumula en cinco meses una suba del 12,5 por ciento y desde mayo del año pasado registra un alza del 24,9 por ciento.
La canasta básica, que además de alimentos incluye servicios esenciales y otros bienes de consumo popular, subió el mes pasado un 3,2 por ciento y quedó en 18.833 pesos para un hogar de dos adultos y dos menores. Desde enero, la canasta básica acumula un incremento del 12,9 por ciento y registra una suba en doce meses del 28,4 por ciento. La suba anual de la canasta básica está por arriba de la inflación general –del 27,2 por ciento– a raíz del impacto de los servicios públicos, que tienen un impacto proporcionalmente más significativo en sectores de menores ingresos.
Tanto la canasta alimentaria como la canasta básica presentaron en mayo los mayores incrementos anuales desde principios de 2017, lo que evidencia el deterioro de la situación presupuestaria de los sectores de menores ingresos. En diciembre pasado, por ejemplo, la canasta alimentaria mostraba una suba interanual del 21,7 y la canasta básica, del 26,8.
El fuerte impacto negativo del desborde inflacionario en el poder adquisitivo de los trabajadores y jubilados está fuera de la agenda del Gobierno. De hecho, hasta ahora una de las pocas reflexiones oficiales alrededor del impacto de la devaluación en la economía real la realizó el flamante ministro de Producción, Dante Sica, quien dijo que el dólar a 28 o 29 pesos mejora la posición de determinados sectores exportadores.
La inflación y el recorte de poder adquisitivo de los trabajadores no sólo es una mala noticia para esos sectores sino para los pequeños empresarios que venden su producción a ese público. Por eso, la expectativa para los próximos meses es que aumente el desempleo y el cierre de pymes.
Para junio se espera otra fuerte suba de las canastas alimentaria y básica a partir del efecto rezago de la devaluación de mayo y de la propia suba del dólar en junio. Un dato que alimenta esa previsión es el incremento del 7,5 de los precios mayoristas el mes pasado. Pero además, este mes el Gobierno aumentó el boleto de colectivo y de tren y también la nafta anotó otro incremento. En base a la aceleración inflacionaria, las consultoras privadas proyectan una inflación general del 30 por ciento para fin de año, que sería todavía más alta para los sectores de ingresos medios y bajos. En un contexto de contención salarial por la presión del Gobierno, pérdida de empleo por caída de la industria manufacturera y retracción de la obra pública a raíz del ajuste fiscal exigido por el FMI, es esperable un fuerte aumento de la pobreza y de la indigencia en 2018.