El equipo económico pudo ayer mostrar un dato positivo, en medio de un panorama de acelerada crisis y crecientes problemas para controlar las principales variables. El Informe de Avance del Nivel de Actividad que publica el Indec, una suerte de adelanto del comportamiento del Producto Bruto Interno, mostró para el primer trimestre del año un crecimiento del 3,6 por ciento respecto de un año atrás, y del 1,1 por ciento en relación al trimestre anterior. Pero estos datos adolecen de atemporalidad, porque la recuperación se detuvo en el trimestre posterior y, para lo que resta del año, se espera una caída en el nivel de actividad económica, que hasta la palabra oficial admitió a través del documento que se elevó al FMI junto al pedido del crédito stand by por tres años. Allí las autoridades económicas señalan, justificándose en los efectos de la sequía, la volatilidad de los mercados internacionales y el aumento del precio de la energía, que el crecimiento para el año corriente había sido recalculado para ubicarse entre el 0,4 y el 1,4 por ciento.
Al primer trimestre de este año, las categorías que evidenciaron mayor crecimiento con respecto a igual período del año anterior fueron: Construcción, 9,7 por ciento; Pesca, 6,2; Comercio (mayorista y minorista), 6,2; Actividades de intermediación financiera, 5,4; Actividades inmobiliarias (empresariales y de alquiler), 3,7; y Restaurantes y hoteles, 3,6 por ciento.
Por debajo del promedio, las principales categorías de la economía tuvieron el siguiente comportamiento: industia manufacturera, 3,5 por ciento; Minería, 1,2; Transporte, almacenamiento y comunicaciones, 1,1; Agricultura, ganadería, caza y silvicultura, 0,2 por ciento. El sector de electricidad, gas y agua tuvo un retroceso en su PIB (medido como valor agregado bruto) del 0,2 por ciento.
Desde el lado de la demanda agregada, el principal motor fue la inversión, con un crecimiento interanual del 18,5 por ciento, que se volcó en el sector de la construcción, en parte, y en la compra de maquinaria y equipo, aunque en gran parte de origen importado. El consumo privado también creció por encima del promedio del PIB, al trepar 4,1 por ciento. Todos estos factores impulsores del crecimiento desaparecieron o, al menos, se moderaron a partir de abril por efecto de la devaluación. En algunos casos, porque desvió la atracción de inversiones productivas, y en otros porque redujo la capacidad adquisitiva para consumir. En esto coinciden analistas privados y consultores habituales del sector financieros.
El primer trimestre de 2018 ya evidencia la desaceleración del crecimiento, ya que el 3,6 por ciento en ese período es inferior que el aumento interanual en los dos anteriores (del 3,9 y 3,8 por ciento). Por otra parte, los informes privados coinciden que el resto del año reflejará una evolución negativa. La consultora Ecolatina anticipa que “el PBI caerá en el segundo y tercer trimestre del año” en términos desestacionalizados, obedeciendo a “un freno de las inversiones y del consumo, por caída de los ingresos reales y mayor incertidumbre”. Además, “el salto del tipo del cambio, el alza la tasa de interés y la vuelta al FMI que reducirá el gasto público, explicarán el freno de la economía en los próximos meses”.