Se sanatea mucho en torno a lo que el neoliberalismo –en todas sus variantes– denomina la “industria del juicio”.

Si nos atenemos objetivamente a las estadísticas sería otra industria en crisis. Veamos: según los datos oficiales de la Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo de la Capital Federal en el año 2017 el total de juicios iniciados fue de 84.070. De enero a mayo fueron 36.738.

En el mismo período de 2018 –enero a mayo– el total fue de 20.698, es decir que en este último año se inició aproximadamente la mitad de los juicios de 2017. Además, la mayoría de los juicios iniciados fueron por despidos.

Estos datos son muy ilustrativos de la penosa realidad social, las consecuencias del ajuste perpetuo, agravado ahora por el sometimiento del gobierno al FMI.

El Presidente Macri me honró cuando, ya hace un año, al hablar de los juicios de trabajo, me tildó como jefe de la mafia laboral. Es cierto que a esta altura del partido debo ser uno de los más veteranos abogados defensores de trabajadores, pero debo confesar que si fuera cierta la descalificación sería un fracasado. Pese a la precarización, el aumento del trabajo no registrado, la pérdida de poder adquisitivo del salario, el aumento de los despidos, cada vez hay menos juicios.

También le quiero decir al Presidente que mi obligación  profesional, política y por convicción propia, cuando un trabajador me consulta y advierto que su empleador viola los derechos, así se lo informo. Por supuesto que más allá de ello, también intercambio con él o ella sobre las posibles consecuencias de un eventual reclamo en torno a la situación de empleo. Resumiendo: si el reclamo puede terminar en despido, que el trabajador/a, que es la víctima, sea quien resuelve qué camino emprender.

Esta circunstancia, el temor a perder el empleo, explica también la disminución de juicios.

En realidad, los industriales del juicio  son los empleadores que violan derechos de sus trabajadores. El miedo explica cómo puede ser que habiendo 4.500.000 trabajadores en negro, cuando cada de uno ellos tiene derecho al reclamo, haya tan poca litigiosidad.

En Estados Unidos de Norteamérica se conoce una metodología llamada “defensa canalla” –nada que ver con la hinchada de Rosario Central– que consiste en descalificar al interlocutor para no discutir el fondo de la cuestión en debate. Esto es muy parecido a lo que Sturzenegger relataba respecto a los consejos de Durán Barba.

Pero en realidad indica que se puede mentir a pocos mucho tiempo y a muchos poco tiempo, lo que no se puede es mentir a todos todo el tiempo. Volviendo a nuestras Pampas, podríamos parafrasear al gaucho Martín Fierro cuando afirma que no hay plazo que no se cumple, deuda que no pague ni tiento que no corte.

Y el fondo de la cuestión es que la descalificación y la mentira tienen las patas cortas y la respuesta del Pueblo más temprano que tarde cumplirá con el principio físico que establece que toda acción merece una reacción de igual intensidad, pero de sentido contrario.

Por último frente a la reiterada utilización por parte del nieto de Antonio Macri de la calificación de mafia o mafioso, recuerda el dicho que dice “el ladrón cree que todos son de su misma condición”.

 

Héctor Pedro Recalde: Abogado laboralista.