Saber qué sucede en la atmósfera no es una tarea sencilla. Determinar por qué se forman las nubes, los rayos, el granizo o los tornados requiere de un arduo estudio y trabajo. Si bien poder pronosticar el clima reclama mucho esfuerzo y preparación, la tarea de los meteorólogos no se agota simplemente en esa función: los eventos cotidianos que determinan el estado del tiempo tienen una importancia fundamental en cualquier actividad humana.
“El rol que cumple la atmósfera en nuestro planeta es esencial para la existencia de la vida en él”, afirma Moira Doyle, Directora del Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. Pero a pesar de la indudable importancia del rol de los meteorólogos, pocos eligen estudiar esa carrera. Si bien es un fenómeno mundial, Argentina no es la excepción dado que tiene menos alumnos de lo que el país necesita. En la actualidad, existen dos alternativas de estudio: la tradicional Licenciatura en Ciencias de la Atmósfera de la UBA y la Licenciatura en Meteorología y Ciencias de la Atmósfera de la Universidad Nacional de la Plata (UNLP), que comenzó a dictarse recién en 2013. Según las últimas cifras estadísticas publicadas por la Secretaría de Políticas Universitarias, en 2016, 475 alumnos cursaron la carrera de la UBA y 188 lo hicieron en la UNLP.
Doyle afirma que uno de los desafíos actuales en el área es aumentar el número de estudiantes, una tarea que viene desarrollando el Departamento que dirige en la UBA, en colaboración con el Servicio Meteorológico y el Ministerio de Ciencia y Tecnología, “a través del programa de formación de recursos humanos que otorga becas a jóvenes que sientan pasión por la meteorología y quieran contribuir al desarrollo de esta ciencia en el país”.
Sin duda, el reto de despertar vocaciones científicas orientadas al estudio de la atmósfera es fundamental en nuestro panorama actual. Los cambios climáticos, la creciente preocupación por el medioambiente y el agotamiento de los recursos naturales, han provocado que los meteorólogos cobren importancia estratégica. Doyle explica que, en líneas generales, “para poder gestionar la generación y distribución de la energía en un país es fundamental un conocimiento profundo del clima y su variabilidad en cada región, lo que permite un aprovechamiento optimizado de los recursos naturales (…) El conocimiento de la atmósfera es fundamental para poder desarrollar y aprovechar al máximo fuentes alternativas. Los métodos para aprovechar la energía renovable dependen estrechamente del conocimiento del clima.”
Los especialistas de esta disciplina no sólo alertan sobre los cambios climáticos, sino que intervienen en muchas instancias de gran relevancia socio económica: su papel es clave en la agricultura, la ganadería, los recursos hídricos, las industrias, la producción de energía, el turismo y el transporte. En este sentido, Doyle destaca que “en nuestro país, donde la agricultura es un pilar de la economía, la información meteorológica y climática es un valor agregado. En agrometeorología se prestan servicios basados en una comprensión de la interacción entre el tiempo y las actividades agrícolas ayudando en la toma de decisiones. Los factores medioambientales influyen, por ejemplo, sobre la aparición de plagas y enfermedades de las plantas y de los animales. El conocimiento de esos factores y las etapas del desarrollo de enfermedades y plagas cuando son más dañinas para las cosechas permite que los agricultores adopten medidas preventivas.”
A su vez, Doyle advierte que “es particularmente importante brindar apoyo a los agricultores de las zonas propensas a la sequía, conocer la región, la frecuencia, la duración y la severidad de la sequía, si están asociados a otros fenómenos como El Niño, u otros elementos que permitan poder predecir su aparición”.
Así las cosas, no cabe duda de la importancia estratégica de la disciplina que, dado que existen pocos profesionales en la materia, brinda hoy muchas posibilidades de inserción laboral: la docencia y la investigación no sólo en el área de Ciencias de la Atmósfera sino en otros centros académicos vinculados con la agronomía, la geografía y las ciencias del medio ambiente; el trabajo en ámbitos como el Servicio Meteorológico Nacional, el Servicio Meteorológico de la Armada Argentina, el Servicio de Hidrografía Naval, el Instituto Nacional de Ciencia y Técnica Hídricas; y el desarrollo profesional en muchas consultoras creadas a partir de la preocupación por el medioambiente.