El encuentro con el realizador chileno (afincado en Buenos Aires) José Manuel “Che” Sandoval y la actriz argentina (nacida en Italia) Antonella Costa se produce en tiempo y forma durante los noventa minutos de proyección, en una función privada para la prensa, de su nueva película. Hay tiempo de sobra y la conversación con PáginaI12 cubrirá más terreno del disponible en el papel: ambos tienen muchas cosas para decir acerca de la trama, la relación directa o indirecta de los personajes con la vida real y el proceso de realización de un film rodado en Santiago y Buenos Aires. Dry Martina, tercer largometraje del director de Soy mucho mejor que voh y Te creís la más linda (pero erís la más puta) –niñas mimadas de la Competencia Internacional del Bafici en ediciones pasadas– señala algunas primeras veces en su filmografía. En primer lugar, quizás la primera vez más relevante, el protagonista ya no es un hombre, ese típico macho chileno a la Sandoval: la argentina Martina es el centro de todas las mareas que atraviesan la narración. Por otro lado, se trata de la primera coproducción entre su país de origen y aquel que lo ha adoptado. Hay también un par de segundas ocasiones: Antonella Costa repite reparto luego de su participación en Soy mucho mejor… y el tono de comedia, aunque siempre con toques muy potentes de drama, marcan el ritmo de los cambios que se producen en los personajes. Finalmente, existe una tercera vez: el deseo y la práctica del sexo como motor primordial de la maquinaria emocional de las criaturas.
“Cuando me vine de Chile estudié en una escuela de guion y, a pesar de que tenía experiencia previa y una película ya realizada, aprendí varias cosas. Una de las cosas que funcionaron muy bien fue que tuve que armar el guion de un largometraje para diplomarme. Eso me forzó a tener clara una idea”. Así da inicio Sandoval a la charla y, casi de inmediato, avisa de su relación sentimental con Costa en un pasado reciente. No se trata, en este caso, de un comentario para la hora de los chimentos: el proceso creativo de la película estuvo íntimamente ligado a ese vínculo de la vida real. “En esa época convivíamos con Antonella y ella siempre estuvo presente, desde el inicio. Y, a pesar de que la historia sufrió muchos cambios, el punto de partida siempre fue el mismo. Por supuesto que hay cosas de Antonella en la película; ella incluso tuvo a su padre en coma. Aunque ahora que lo pienso, creo que eso estuvo en el guion antes de que ocurriera en la vida real. Medio que lo anticipé.” Sin risas literales, pero con un tono absolutamente irónico, Antonella Costa comenta que sí, que “fue antes, absolutamente. El mató a mi padre. Incluso me acuerdo de que usé un texto del guion para un espectáculo teatral que era sobre mi padre y, en medio de ese proceso, tuvo un infarto”. “De todas formas, muchas de las cosas del personaje surgen después, a partir de la lectura del guion y los ensayos”, detalla Sandoval.
Martina es una cantante que tuvo una era de popularidad en algún momento de los años 90. Ahora sigue cantando con relativo éxito, aunque su vida personal no atraviesa la mejor de las coyunturas: su padre está en una cama de hospital, en estado vegetativo, y los vínculos con los hombres que la rodean no parecen satisfacerla. De hecho, como claramente afirma el título de la película –aunque esa es solamente una de las acepciones del término; del otro lado de la cordillera cambiará por completo– Martina está seca. Ya no logra excitarse con ningún hombre. Su concha está seca, como dice ella misma sin pelos en la lengua. El término es el adecuado y sólo puede ser leído como procaz fuera de contexto, ya que si a algo le escapa el film es al uso de los eufemismos. Algo cambiará cuando Francisca (Geraldine Neary), una muchacha chilena casi siempre acompañada por su pololo, se aparezca en su vida con una posible novedad ligada a su ascendencia biológica. El posterior viaje al país vecino producirá una serie de encuentros y desencuentros inesperados con toda una galería de personajes, entre otros con el padre de Francisca, interpretado con bonhomía y ligereza por Patricio Contreras.
“Soy de la idea de que todo lo que ponemos en un personaje es de no- sotros, los actores”, afirma Costa ante la pregunta sobre su personaje, “pero esa mística de convertirse en otra persona o habitar su piel, todos esos términos que se suelen utilizar, no son más que mitos. No existe esa alquimia, uno no se convierte en otra persona. Es todo mentira. Tampoco es cierto que un actor o una actriz cuentan una historia. El actor transmite sensaciones, emociones, estados de ánimo, pero no cuenta historias. Compartiendo esas ideas fue que se fue construyendo este personaje tan rico.”
–Entonces no hay tantas cosas de Antonella en Martina.
A. C.: –Lo que más usé como modelo para construir el personaje fueron los varones, el comportamiento de los varones, que conozco muy bien. En mi casa está lleno de fotos con mis catorce compañeros de secundaria, porque fui a una escuela para chicos que recién se hizo mixta en el año en el que entré, así que éramos muy pocas mujeres. En el fondo, el personaje tiene que ver con cosas que he visto y observado y con cosas que opino, más que con mis experiencias o mi forma de ser. No sé hasta donde podemos llegar con el lenguaje en esta entrevista, pero esa cosa de Martina de querer siempre pija, de alguna manera inconsciente es lo que quiere para sí misma. La quiere tener ella. Quiere tener esa autoridad en el mundo, es como pre feminista. Todavía no se dio cuenta de que tiene derecho a desear eso y entonces actúa como usurpadora. Lo terrible, claro, es que la sociedad tenga esos casilleros armados, no que yo haya utilizado eso para construir al personaje.
–¿Ve a Dry Martina como el cierre de una trilogía? Quizás lo interesante allí sea el reemplazo de los personajes masculinos por una protagonista mujer.
C. S.: –Siempre he pensado que en esta película, a diferencia de las otras, el protagonista se lleva todo lo que la ola ha arrastrado. Eso hace que la narración sea un poco más compleja. No sé si es el cierre de una trilogía, quizás sea una tetralogía. Dry Martina también tiene un protagonista absoluto, obsesionado con el sexo pero, por sobre todas las cosas, con problemas afectivos. Las temáticas se cruzan. El paso a un protagonista femenino fue tan complejo para mí como lo fue construir un personaje de cuarenta años cuando tenía veintipico. Traté de escribir el guion con soltura, pero las películas recién se termina cuando se editan. En definitiva, no hubo un acto súper consciente de decir “bueno, ahora quiero hacer una película sobre una mujer”. No es mi misión decir que quiero que la película genere algún debate, pero sería interesante que eso ocurra. Y si bien la película no tiene un mensaje claro y no es un panfleto sobre el tema, creo que por lo que está pasando en el mundo tiene cosas que permiten reflexionar y discutir.
–Todas las películas de Sandoval son comedias, pero quizás ésta sea la que más elementos humorísticos posee. ¿Construyó a Martina desde esa mirada? Porque se trata de un personaje que siempre está pisando el borde. De lo insoportable, incluso.
A. C.: –Se trata de un tipo de humor particular que, por otro lado, nosotros compartíamos en nuestra vida privada. Lo cierto es que yo tengo una especia de estigma porque… bueno, mucho no me han convocado para hacer comedia, todo lo contrario. Eso era una responsabilidad, pero también es cierto que la historia tiene un peso que va más allá de la comedia. El riesgo concreto era ajustarse a la técnica del comediante y volverla demasiado televisiva o pre masticada. En cuanto a lo extremo, a lo insoportable del personaje, debo decir que no me impuse ningún límite y tuve absoluta libertad creativa y personal.
C. S.: –Creo que son comedias, pero de una manera particular. Me gusta instalar situaciones que, leídas rápido en dos líneas, parecen falsas, pero que a partir de los diálogos uno piensa que pueden ocurrir. Lo que hago siempre es decirles a los actores que no enfaticen en el chiste, porque ahí se caería la película, se perdería toda la atmósfera y la humanidad. Por eso el personaje es así y resulta difícil empatizar con ella de inmediato. La empatía no me parece necesaria y es algo que siempre he discutido con los profesores de guion. Lo bueno es poder llegar a comprender e incluso querer al personaje al final, a pesar de una posible falta de empatía, no gracias a ella.
A. C.: –Perdón que me meta, pero el noventa y ocho por ciento de las actitudes de Martina que uno puede considerar insoportables son simplemente masculinas. ¡Y nosotras las padecemos permanentemente!
–De todas formas, es posible que esta sea la más amable de sus películas respecto de los personajes. La posibilidad de la misantropía es casi inexistente.
C. S.: –Es posible. Acá también está representado el macho chileno, con toda su carga de crisis de masculinidad. Pero es verdad que en otras películas quizás fui demasiado lejos. Incluso me arrepiento un poco del final de mi película previa, fui demasiado negativo. Tal vez en Dry Martina haya pensado un poco más ciertas cosas. Lo que tuve en claro es que quería hacer una película luminosa, aunque eso no implica caer en el lugar común del final feliz. Ni lo uno ni lo otro.
–Hay en la película un juego constante con el idioma, con las diferencias de pronunciación y sentido de las palabras entre el español chileno y el argentino. Que incluyen, desde luego, las referencias al sexo. Y también ciertas distancias culturales.
C. S.: –Vivo acá hace muchos años, desde 2011, y siempre pienso en las diferencias entre los argentinos y los chilenos. De alguna manera, Martina es la chica que no tiene padre, ni hermano ni familia y en Chile, más allá de que sea disfuncional, ella se encuentra con ese clan. Quizás inconscientemente haya creado eso como reflejo de algo en lo que creo: en Chile la idea de lo institucional es muy fuerte y en Argentina existe una tendencia a la anarquía. Y hay algo del ímpetu de la mujer argentina que en la chilena no noto, aunque tal vez se trate de un simple prejuicio. “Una argentina en Chile”, podría haberse llamado la película. Enfrentar esos universos era algo que me interesaba, junto con la idea de esta mujer relacionándose frontalmente con los hombres. La idea de los juegos de palabras también, las diferencias entre lo que significa una palabra aquí y allá. A mí me dicen Che, así que soy una coproducción en sí misma.
A. C.: –Yo soy una coproducción: mi padre era chileno y mi madre era argentina. Para mí fue muy enriquecedor todo lo que se exploró para reflejar esas posibles diferencias. En cuanto al sexo, lo interesante es que Martina define un poco a los hombres por su bulto. Fijate que acá hay canciones dedicadas al tajo, pero la idea de que una mujer hable de pijas es inconcebible.
C. S.: –El sexo es un muy buen elemento para narrar porque es muy popular. Mis películas están muy marcadas por lo genital, esa es otra ligazón muy fuerte que las relaciona.