Algunos críticos extranjeros dicen que los dinosaurios ya no asustan. La secuencia introductoria de esta segunda Jurassic World, o las de la persecución a una niña, los desdicen. Lo que asusta no es tanto el aspecto de un monstruo como su carácter, el modo en que la puesta en escena se organiza para hacer de él un ser peligroso y letal. En esos aspectos la saga Jurassic (Park o World, es la misma cosa) sigue funcionando. Quizá menos en lo que hace al carácter, por motivos que se verán. Como además los otros ejes temáticos de la saga creada por Spìelberg a instancias de Michael Crichton–el conflicto entre naturaleza y creación artificial y entre ciencia, entretenimiento y explotación comercial, la regeneración de una familia o algo parecido del otro lado– también siguen presentes, esta segunda Jurassic World no desmerece un corpus que desde hace un cuarto de siglo mantiene la cabeza tan alta como un velocirraptor.
Al entrar en actividad un volcán, la isla Nublar es abandonada por sus habitantes ocasionales, dejando a los dinosaurios librados a su suerte. Poco más tarde la última administradora del Parque Jurásico, Claire Dearing (Bryce Dallas Howard), es contactada por un millonario y filántropo llamado Lockwood (James Cromwell), quien junto al fallecido John Hammond inventó la técnica que permitió revivir a los dinosaurios. Lockwood, que tiene como asistente a un tal Eli Mills (Rafe Spall), planea rescatar a los especímenes de Nublar para trasladarlos a otra isla, y para ello solicita la colaboración de Claire, quien preside una ONG de ayuda a los dinos. Al tanto de que en Nublar quedó vivo un velocirraptor, Claire convoca también a su ex pareja Owen Grady, entrenador de esa clase de saurios (Chris Pratt). En la isla las cosas no saldrán de acuerdo a lo esperado, y un barco cargado de animales terminará poniendo proa nuevamente hacia California, donde vive Lockwood, con objetivos no del todo claros.
En lo que va del relato al producto, los personajes de Sam Eliott y sus contrapartes femeninas en las dos primeras Jurassic, que eran personas con vida propia, derivan en los de Pratt y Howard, que son meras funciones. Algo semejante sucede con quienes tal vez sean los verdaderos protagonistas de la saga, los dinosaurios. El más heavy de ellos aquí, el Indorraptor, no tiene, como el T-Rex o los velocirraptors de las dos primeras, características distintivas, con lo cual de ambos lados se experimenta una falta. Anulado el factor humano (y el animal), quedan la trama, la adrenalina y la puesta en escena. Sobre el comienzo de esta quinta entrega de Jurassic Park reaparece el doctor Malcolm (el personaje de Jeff Goldblum), postulando, en una audiencia nacional, que Hammond metió la pata al querer modificar el orden natural, y ahora hay que aguantársela.
Obviamente, si se traspone su posición a cuestiones de la más estricta contemporaneidad –de género y transgénero–, su defensa del orden natural podría sonar alineada con la de la jerarquía católica. Pero hay que tener en cuenta que la alteración que preocupa al doctor Malcolm representa la reversión misma de la evolución de la vida sobre la Tierra. Lo cual tal vez admita como símil más ajustado el de la contaminación ambiental que el planeta experimentó en el último siglo y medio. Lo que está claro es que como en las anteriores, el punto de vista del doctor Malcolm es el del relato, con el cine catástrofe al servicio de la advertencia ambiental.
Del lado de “los malos”, ese secundario siempre notable que es el británico Toby Jonesparece, en su papel de rematador de grandes –grandísimas– piezas, una especie de ratita maligna. En el de “los buenos”, más empatía que los funcionales Claire y Owen genera Maisie, nieta de Lockwood (IsabellaSermon), que además de encarnar una historia oscura se convertirá en objeto de persecución del Indorraptor. Piloto a cargo de llevar el vehículo a puerto, Bayona, que también había dirigido con eficacia la tsunámica Lo imposible, lo hace con mano firme pero no pesada, construyendo con clásica sucesión de indicios la ejemplar secuencia inicial, preparando con acierto lo que todos sabemos que tiene que suceder en la de la subasta y usando las sombras como en tiempos del blanco y negro durante la persecución de Maisie. Que acá no sabía que iba a sufrir así.