Como si tres películas no hubieran sido suficientes, la saga de Cincuenta sombras continúa revoloteando en la cartelera comercial reconvertida ahora en disparador narrativo de las acciones de Cuando ellas quieren, el más novel exponente de lo que los norteamericanos llaman “Chick Flick”, esto es, comedias románticas diseñadas principalmente para el consumo femenino y en cuyo centro anida la voluntad de movilizar las emociones a través de cuestiones relacionadas con los vínculos humanos y los sentimientos a flor de piel. Es, también, un nuevo aporte al subgénero de las “comedias geriátricas”, que parece rendir bien en la boletería aun cuando las fórmulas de sus exponentes sean prácticamente iguales: un nutrido grupo de veteranas que, con todos los caprichos, taras e inseguridades de una vida sobre la espalda, se las arregla para sortear los obstáculos y ofrecer la siempre temida lección de vida.
Las protagonistas son cuatro mujeres setentonas que desde la juventud se juntan una vez al mes a compartir las sensaciones y opiniones de un libro. La lectura de los best-sellers de E.L. James enciende en ellas una llama sexual extinguida por el paso del tiempo y la dilución del deseo, enfrentándolas con la realidad de cada una. Si a la viuda Diane (Diane Keaton, cada película más parecida a Pepito Cibrián) le cuesta negarse al trato bienintencionado pero sobreprotector de sus hijas, el problema de Vivian (Jane Fonda) es la imposibilidad de establecer un contacto más allá de lo físico. Para Sharon (Candice Bergen), una reputada y tímida jueza federal, la cuestión pasa por la soledad y las dificultades a la hora de conocer hombres; mientras que Carol (Mary Steenburgen) debe lidiar con un marido recientemente jubilado más preocupado por reparar su moto que por compartir la cama con ella.
Con su paleta de colores claros, los ambientes amplios y luminosos, los banquetes que vaya uno a saber quién cocina pero siempre están sobre la mesa y un tono optimista y reivindicatorio digno de una publicidad de las perimidas AFJP, Cuando ellas quieren está armada con la idea máxima de mostrar un camino a la felicidad. Un camino terso y directo en el que nada puede salir del todo mal, dado que las preocupaciones se reducen únicamente a encontrar una media naranja. De allí que en los encuentros no se hable de libros pero sí de hombres. Y cada una, claro, tendrá su parte del botín, su propio Christian Grey.
Diane cruza camino con un piloto de aviones (Andy Garcia) que vive en una mansión, rompe cuanto protocolo de seguridad aeronáutica exista solo para invitarla a cenar (porque acá el hombre propone y la mujer dispone) y maneja un BMW en una escena y un Mercedes Benz clásico en la siguiente. Dueña de un hotel igual de lujoso que todo lo que aparece aquí, Vivian se reencuentra con un viejo amor de la juventud (Don Johnson). Carol, por su parte, logrará encender a su hombre después de la inevitable secuencia cómica basada en el uso del Viagra, al tiempo que Sharon descubre el matcheo a través de internet. Un auténtico elenco de lujo e indudable oficio para manejar el timing cómico son los elementos distintivos de una película sobre gente linda que habita un mundo maravilloso donde el sufrimiento no existe.