Diputado Massot:
Disculpe si no lo trato de “señor” porque, parafraseando al papá de un amigo al que una vez trataron de doctor, según la costumbre cordobesa, “diputados hay muchos, señores pocos”. Quiero confesarle públicamente que su intervención en la Exma. Cámara de Diputados de la Nación, con motivo del proyecto sobre la interrupción del embarazo –que, gracias a Dios, no vi ni escuché sino que leí (entre otros: PáginaI12, Ana Oberlin, contratapa, 20/6/2018)–, me da asco. Confiesa allí Ud. que Uds. –en referencia plural a vuestros compinches– durante la dictadura no se atrevieron a tanto –en referencia al tema central del aborto durante la detención ilegítima de jóvenes ciudadanas, su desaparición y su muerte–. Es popular el dicho “a confesión de parte, relevo de prueba”, que aquí avala cuando menos el hecho de que Ud. formaba parte de aquellos grupos que realizaban esas tareas.
Voy a contarle una pequeña historia que Ud. puede comprobar. Una prima política mía –prima hermana de mi señora–, 19 años, fue privada de su libertad preñada, próxima a parir. Probablemente la violaron, seguramente la torturaron y así interrumpieron su embarazo y luego la mataron. Yo vivía en el extranjero, razón por la cual no vi el cadáver –gracias Dios ahorré tal desgracia–, pero mi cuñado –hoy fallecido–, a quien le aseguro puede creerle como testigo, debió reconocer el cadáver y me contó la destrucción de las entrepiernas de mi prima y su zona vaginal y ventral, cadáver que luego fue entregado en la jefatura policial de Rosario, con sarcófago cerrado y enterrado sin más. Ud. puede confirmar esta pequeña historia en el Parque de la Memoria de Buenos Aires, la gran lápida correspondiente al año 1977, su nombre era Susana, búsquela bajo la letra “B” para ahorrar su apellido. Figura fallecida “embarazada”. Y también sé que existe un expediente, que verifica aquello que le cuento, en el Estado que el partido que Ud. representa gobierna ahora, probablemente en la Secretaría de Derechos Humanos. Nunca conté esto antes de ahora, por respeto a los familiares directos, que decidieron, ya hace tiempo, vivir sin revelar públicamente el hecho. De ello Ud. puede sacar conclusiones acerca de hasta dónde me asquea su intervención en ese debate parlamentario, sin que ese asco se refiera, aun en un mínimo, a diferencias ideológicas, siempre posibles.
Julio Maier: Profesor emérito de la UBA.