Oh, vasta y compleja Rusia, hogar de antiguas fortalezas amuralladas, de palacios fastuosos, de iglesias con agujas espirales. Rusia, casa de la mamushka; del célebre Hermitage, acaso su palacio más célebre, en San Petersburgo; del mítico Transiberiano; de los descollantes metros moscovitas; de sabrosas sopas típicas como el borsch o la okroshka; ¡del vodka ruso! Oh, Rusia, centro de los flashes, acaparando la atención del globo con goles y papel picado, obviando la cobertura temas “secundarios”; por caso, cómo una mujer es asesinada cada 40 minutos en manos de una pareja o de un familiar; cómo la violencia doméstica ha sido despenalizada el año pasado, deviniendo mera infracción administrativa golpear un marido a su esposa (500 euros es la pena por moretones, tundas, puñetazos); medida tomada, a decir del gobierno de Putin, para salvaguardar la sacra institución familiar de la desintegración… Rusia mundialista, donde algunas (pocas, poquísimas) postales bienhechores asoman: la de las más y más comentaristas mujeres–como la brit Vicki Sparks, primera mujer fichada por la BBC para cubrir en el mentado rol tamaño evento– abriéndose camino en el club de muchachos. La de las activistas iraníes que se han hecho presentes en partidos de su selección, desplegando pancartas donde reclaman el derecho a acudir a los estadios de su propio país, donde el ingreso les está terminantemente prohibido y las que han intentado entrar disfrazadas de varón han acabado tras las rejas. O la de Jo Fernandes: la australiana que fue nombrada coordinadora general de una de las ciudades anfitrionas (Kaliningrado) por la FIFA para la Copa del Mundo masculina; importante cargo que es, por primera vez en la historia del evento, ocupado por una dama…
En fin, algunas otras postales de la Rusia mundialista; pocas postales auspiciosas… De allí que convenga redireccionar la fiebre y empezar a palpitar venidero torneo FIFA, que ha iniciado su countdown oficial a principios de mes. Porque del 7 de junio al 7 de julio de 2019, se celebrará en Francia otra Copa del Mundo: la Copa del Mundo Femenina. Y a un año del saque inicial en el Parque de los Príncipes, en París, cuando las Bleues locales disputen el partido inaugural contra rival a definir, la cuenta regresiva ya ha dado lugar a simbólicas celebraciones. Por caso, el lanzamiento de lustrosos murales en las 9 ciudades que albergarán los partidos: Lyon, Grenoble, Le Havre, Montpellier, Niza, París, Reims, Rennes y Valenciennes. Vale decir que la pollita Ettie, mascota oficial de Francia 2019, no pudo estar presente, habiendo viajado a Rusia para visitar a su colega Zabivaka, pero siguió los actos por redes sociales, según la web oficial de FIFA; que, sobre la afable bichita amarilla, pormenoriza: “Encontramos a varias mascotas en su ancestral y plumífero linaje, ya que se trata de la hija de Footix, la mascota oficial de la Copa Mundial de la FIFA Francia 1998. Sus fuertes lazos genéticos con el victorioso gallo, que sigue siendo un símbolo popular de Francia, hacen de ella la mascota ideal de la Copa Mundial Femenina de la FIFA Francia 2019”.
Por lo demás, mientras la selección tana de varones no participa del Mundial 2018 por primera vez en seis décadas, las muchachas han hecho historia asegurándose un lugar para el año próximo, volviendo Italia al ruego mundialista tras dos décadas de ausencia en el campo de juego. También ha clasificado la selección femenina de España, de Chile (en su debut en la competición, tras hacerse de su plaza al vencer a Argentina el pasado abril), de China, Tailandia, Australia, Japón, Corea del Sur, Brasil… “Entre el 30 de agosto y el 4 de septiembre se disputarán los partidos restantes, que determinarán los nombres del resto de equipos que obtengan el pase directo y de los que jueguen la repesca”, aclara la web oficial de la FIFA. Argentina, dicho sea de paso, precisamente disputará la repesca intercontinental.
Por cierto: dispone el sitio un recomendable apartado para conocer vida y obra de “jugadoras clásicas”, hitos del balompié femenino, como la máxima goleadora Marinette Pichon (Francia), la centrocampista de ataque Sissi (Brasil), la norteamericana Mia Hamm, la alemana Doris Fitschen, entre otras históricas ya retiradas. Por supuesto, también puede leerse una entrevista con la superestrella brasileña Marta, cinco veces jugadora mundial del año, que ni piensa aún en jubilarse.
Por lo demás (bis), no está de más recordar que la Copa Mundial Femenina, un torneo de altísima competición,cuenta con tantísima menos prensa, difusión, sponsors, venta de derechos televisivos, premios en cash para los teams participantes, que su homólogo masculino. Solo en la edición pasada hubo sonada disparidad (de césped): en Canadá 2015 se quejaron las jugadoras de que los partidos se jugaran sobre césped artificial, considerablemente más peligroso que su equivalente natural, donde la pelota –a decir de las especialistas– pica diferente y hay más probabilidades de lesionarse… Luego, lo habitual: el premio gordo para la selección ganadora distó años luz de lo que recibió el equipo triunfador de Brasil 2014. Mientras los muchachos de Alemania recibieron 35 millones de dólares de la FIFA, las muchachas campeonas de Estados Unidos apenas embolsaron 2 millones. Peor aún: las 16 selecciones masculinas que fueron eliminadas en primera ronda en Brasil recibieron –cada una– 8 millones, cuatro veces más que el team femenino que se alzó con la corona en Canadá… ¿Consuelo de tontos? Al menos les dispensaron unos billetes: previo a 2001, ni siquiera había para ellas laureles monetarios…
Sobra decir que, desde 1991, cuando se celebró la primera edición en China (58 años después de la primera Copa Mundial de la FIFA masculina,de 1930, y con partidos de 80 minutos, porque según April Heinrichs, entonces capitana del equipo de Estados Unidos, “tenían miedo de que nuestros ovarios se cayeran si jugábamos 90 minutos”), han tenido que soportar las jugadorescantidad de comentarios misóginos. Como el antaño dispensado por el expresidente de la FIFA Sepp Blatter, que recomendaba no mejor calidad de juego para las participantes sino usar uniformes más sexies (“shorts más cortos, por ejemplo”), amén de mejorar las audiencias, el interés en la competición, las mediciones.