THE GAY AND WONDROUS LIFE OF CALEB GALLO
Disponible gratuitamente en YouTube, la comedia dirigida, producida y protagonizada por el encantador Brian Jordan Alvarez se arma y desarma en capítulos de 20 minutos de duración, algunas pinceladas surrealistas y varios litros de adrenalina. Filmada con poco presupuesto y en nada pretensiosa, la serie hace foco y zoom en las interconexiones que Caleb realiza sin descanso alrededor de su caótico entorno de amistades actorales y su incontrolable vida personal cual titiritero hiperquinético y febril: citas truncas, sexo casual, héteros y flexibles, bisexuales pasajeros, poliamor lésbico con oso sadomasoquista incluido y Freckle, una estrella de género fluido rodeada de reminiscencias warholianas y enfundada de alcohol y sarcasmo. Cinco episodios rodados de su primera temporada y una cuota importante de acidez nos dejaron con ganas de más.
DEVILMAN, CRYBABY
El sexo de los ángeles fue siempre motivo de debate entre teólogos y religiosos. ¿Y el de los demonios? Basada en el manga y el animé de los años 70 creados por el legendario Go Nagai, padre de Mazinger Z, Devilman Crybaby nos cuenta la tensa relación entre dos adolescentes que se criaron juntos en un orfanato. Pendulando entre un idílico romance, no del todo asumido, y un antagonismo a muerte, Rio y Akira son mucho más que dos amigos de la infancia. Vertiginosa, moderna, política y pesimista, esta revisión de la obra clásica japonesa a manos de Masaaki Yuasa estalla al ritmo de la música techno dance y los borbotones de sangre que salpican la pantalla en cada lucha entre demonios. Bellísimos dibujos, diseños extremos, y un Lucifer que ostenta orgulloso los dos sexos en su anatomía en una serie de animación original de Netflix no apta para monaguillos ni espectadores con estómago sensible.
RED OAKS
Producida por Amazon y con tres temporadas en pantalla, Red Oaks es una webserie ambientada en 1985 cuyo protagonista finalizó el colegio secundario y ahora trabaja como asistente de la cancha de Tenis en un country club de New Jersey. A la par de que en David crecen las sospechas sobre el lesbianismo de su madre, interpretada por Judy Meyers -quien en la primera temporada conoce a Gail, una profesora de Yoga lesbiana que le mueve el piso y que luego quedará embarazada de su mejor amigo gay- y mientras confirma la falta de amor de su padre, la serie pone sobre la cancha una mirada original y retrospectiva que debate en el contexto de los años ochenta sobre la monogamia fallida, la heterosexualidad oxidada en los matrimonios tradicionales y, mientras tanto, nos deleita con un puñado de besos lésbicos, shortcitos de tenis ajustadísimos y apariciones de ex marinos felizmente transformados en leather Daddies.
CRASHING
Romances gays de ficción entre amigos hay tantos como para tejer fantasías hasta la llegada del tercer milenio: los compañeros policías del anime Fake, de Suzuki, o el dúo de vaqueros de Secreto en la montaña, pero ninguno de esos amoríos nace y estalla en un hospital. Esa particularidad convierte a Crashing, con solo seis capítulos, en la serie queer más original y salvaje del menú heterogéneo de Netflix. Seis veinteañeros de escasos recursos viven en comunidad en las instalaciones de un hospital abandonado. No son ocupas, sino guardianes de la propiedad. Ponen el cuerpo, sumado a un alquiler muy barato, intentando que sus vidas no se derrumben como los estantes añejos del laboratorio. Dentro de ese grupo sobresalen Sam y Fred: dos amigos que esconden el deseo que sienten mutuamente bajo las sábanas asépticas. Sin embargo, la tensión sexual entre ellos puede hacer saltar la térmica del gran edificio de una mirada a otra, prender fuego toda la instalación eléctrica y calcinar sus cuerpos para encontrarlos un siglo después abrazados como los amantes de Pompeya.
SKINS
Serie de siete temporadas que finalizó su emisión a fines de 2013 pero fue recientemente editada de manera completa y se encuentra disponible gratuitamente en YouTube. En un ambiente de rave postapocalíptico copado con escenas de sexo grupal, la historia narra las desventuras de un grupo de adolescentes en la británica ciudad de Bristol, conocida por sus luchas antirracistas y su atmósfera libertaria. Con estéticas y tópicos que recuerdan a la controversial Kids, la película de Larry Clark producida por Gus Van Sant que en 1995 retrataba con crudeza la pandemia del vih-sida entre niñxs y adolescentes, Skins le suma temáticas como la experimentación de la sexualidad en sus incontables formas, la homolesbofobia, la autopercepción corporal y un sinfín de problemáticas y experiencias que recorren la serie durante 61 episodios, cuya particularidad es cambiar de elenco cada dos temporadas, renovándose una y otra vez a medida que sus personajes crecen y mutan.
QUEER EYE
A 15 años del estreno del reality Queer Eye for the Straight Guy, Netflix presentó un reboot del show bajo el nombre abreviado de Queer Eye, con nuevos protagonistas. Los “Fab-Five”, como se hacían llamar los cinco asesores que te modificaban el look, la decoración de interiores del hogar y algunos vicios, tienen nuevos rostros e historias. Transmitiendo que estos superhéroes gays no solo son ángeles de la guarda y el buen gusto, también les interesa poner en escena discusiones socio-políticas o cambiarle la vida a un participante que no se anima a salir del clóset. Con un costado más sensible y profundo, la nueva temporada sucede en Atlanta, donde, entre risas y disfraces, un asesor cultural, un experto en gastronomía, un especialista en cuidado personal, un experto en diseño de interiores y un asesor de moda revolucionan el cuerpo y la casa de ocho personas, haciéndonos sentir parte de esa metamorfosis y soñando con que algún día nos toquen a nosotrxs el timbre para ir a jugar.
GYPSY
Protagonizada por Naomi Watts, una de las actrices de Hollywood que más acarició el lesbianismo en la ficción, la serie desembarcó en Netflix para indignar a críticos y espectadores, y en especial a nosotrxs. Bajo una superficial etiqueta lgbti, la premisa parte de una terapeuta hétero, Jean, casada con un hombre de negocios con quien tiene una hija con “disconformidad de género”, que cambia radicalmente de actitud cuando se obsesiona con la ex novia de un paciente. Jean juega al gato y al ratón con la joven Sidney, entre pezoneos y besos de lengua dedicados a la tribuna masculina. De la hija que quiere vestirse como varón se habla poco y nada para arrastrar al show a un producto softcore donde la experimentación lésbica, lejos de ser una fiesta de pieles fusionadas, se presenta como el costado oscuro de una mujer adulta trastornada. La sexualidad queda atada al peligro y a la amenaza, reduciendo el acto torteril a un sketch sórdido diseñado para hacer suspirar a oficinistas maduros y señoras en la peluquería.