Desde Nizhni Nóvgorod
El seleccionado argentino no logra ser convincente en su funcionamiento, a partir de un andamiaje que no encuentra los intérpretes ideales. La intención para el partido de ayer era darle el mejor acompañamiento a Lionel Messi, que es el que necesita alguien que pueda sintonizar su misma línea de juego. Lo que había sucedido frente a Islandia, cuando el capitán tuvo que retroceder varios metros para entrar en contacto con la pelota, se volvió a repetir ante los croatas. Si bien el objetivo era que se moviera por la puerta del área para estar más cerca de la definición, nuevamente quedó aislado en esa zona y tuvo que alejarse de allí para iniciar el juego ofensivo.
El problema fundamental fue que los ingresos de Enzo Pérez y Acuña no pudieron solucionar esa falencia. Messi no tuvo con quien combinar en el circuito ofensivo, y quedó demostrado que necesita gente capacitada para poder construir en ataque. La escena más clara en ese aspecto se dio en el primer tiempo, cuando habilitó con mucha precisión a Agüero con un pase en línea recta, pero lo hizo desde el círculo central, y el ex Independiente quedó sin compañía en el área.
La zona que compartió con Meza tampoco fue positiva. El jugador de Independiente se abría mucho sobre la izquierda y quedaba lejos de Messi. Además, el capitán tampoco tenía los espacios libres para poder maniobrar, ya que Croacia lo encimaba siempre con dos hombres, para taparle la posibilidad de descargar rápido la pelota. Los europeos fueron inteligentes en ese sentido, debido a que rodearon bien tanto a Meza como a Messi y dejaron libre a Mascherano. Como el volante central no posee las capacidades técnicas para hacer jugar el resto, las acciones carecían de la profundidad necesaria.
La jugada que llamó la mayor atención fue cuando Argentina ya se encontraba en desventaja. El intento de avanzar era por la izquierda, y Messi se ubicaba muy lejos por el otro lado, parado cerca de la línea lateral, sin participar del circuito. Los ingresos de Pavón y Dybala tampoco pudieron aportar en ese rubro. Ninguno de los dos pudo encontrarse con Messi, que siguió buscando en la cancha el lugar que le permita prevalecer. Ese sitio nunca apareció.
Los goles de los croatas iban llegando y la falta de un ordenador de juego se fue haciendo más notoria. El equipo nunca tuvo, ante la falta de creatividad de Messi, un plan alternativo para que el equipo no dejara de ser punzante en el plano ofensivo, y por más que luego cambiaron los centrodelanteros, seguían sin tener incidencia a partir de que el inconveniente se centraba en el armado de las jugadas.
Las sospechas de que todo está depositado en lo que pueda generar Messi volvieron a quedar expuestas. Cuando él reacciona y se ilumina como en la noche de Quito, cuando convirtió tres goles para que Argentina pudiera clasificarse y estar en este Mundial, lo mejor puede ser posible. Pero cuando no puede sentirse cómodo para exhibir su técnica, lo que lo transforma en un jugador diferente, Argentina termina obnubilado y perdido en su propia impotencia.
Los planes del entrenador también tienen que ver con este conflicto que tiene el equipo, ya que no tiene un hombre con la sapiencia suficiente para aparecer cuando Messi no lo logra. O al menos que un grupo de jugadores pueda ser la ayuda necesaria para superar esa situación. El tiempo es escaso y Argentina quedó en una situación desesperante. Lo que ocurra con el duelo entre Islandia y Nigeria de hoy podrá decidir su futuro. Pero sin duda, la propia Argentina es la que no ha podido encontrarse a sí misma en estas dos presentaciones, y lo está pagando con un costo muy alto.