En 1988, tras una larga década atravesada por la disolución de MIA y la posterior publicación de siete discos –en formatos que orbitaron entre el solipsismo, el cuarteto y todo lo que hay en el medio–, Lito Vitale editó un disco destinado a perdurar en su trayecto como bisagra: Ese amigo del alma. La placa tenía siete piezas y un elenco de lujo, con Marcelo Torres en bajo, Christian Judurcha y Jota Morelli alternando en la batería, y los aerófonos de Manuel Miranda. Al año siguiente, con una formación que excluía a Morelli, el tecladista publicó La senda infinita. Y uno después, con Jorge Araujo por Judurcha, el inspirado Viento sur. Tal trilogía de discos pasó a la historia como una especie de época de oro del Vitale versión cuarteto, pero el disco que la abrió siempre marcó la diferencia. No tanto por su valor musical intrínseco –bastante similar a los demás– sino por el peso específico de un nombre que devino en un ciclo televisivo inolvidable: Ese amigo del alma. “Tenía ganas de volver a tocar esas músicas hace un par de años y dije, ‘vamos a darle un marco’. Como la cosa está muy difícil y yo venía de hacer muchas cosas por fuera de mi camino instrumental, decidí aprovechar el marco de los treinta años de su edición original, pero con un agregado: las orquestas”, pensó Vitale, y así ocurrió.
El primer paso fue el 7 de abril en el Teatro Vera de Corrientes –junto a la orquesta de esa provincia– y el segundo será este viernes, junto a la Orquesta Nacional de Música Argentina Juan de Dios Filiberto, en la sala sinfónica del Centro Cultural Kirchner (Sarmiento 151). “El agregado orquestal no es un dato menor –retoma el compositor–. Mi música en versión cuarteto tenía la pomposidad instrumental que la daban los teclados, pero siempre tuve el sueño de hacerlo con una orquesta de verdad... Bueno, pasó que empecé a tirar líneas y se dio”. Y no sólo en Corrientes y Buenos Aires: también se dará en San Juan, donde Lito piensa grabar el concierto; en Mendoza, Chaco, Neuquén y Rosario, donde cerrará el ciclo el 15 de diciembre con la sinfónica del lugar, al lado del Monumento a la Bandera. “No voy a tocar todo Ese amigo del alma, solo una parte. El resto lo voy a completar con piezas de los otros dos laburos”, confirma el multiinstrumentista de Villa Adelina, en referencia a los mencionados La senda infinita y Viento sur, cuyo único tema con voz humana (el poema sinfónico epónimo que había compuesto María Elena Walsh) va a ser interpretado por Liliana Vitale, hermana de Lito.
Otro dato de palabra mayor es que también estará presente el poderoso tándem Judurcha-Torres, base original de “Ese amigo del alma”, el tema. “La idea fue recrear aquella canción que fue como un punto de inflexión a nivel popularidad, porque le permitió subir varios escalones a lo que siguió”, explica Vitale que, al momento de registrar disco y tema tenía apenas 26 años y ya había fundado –junto a sus padres Esther Soto y Donvi Vitale, además de Liliana– los Músicos Independientes Asociados, cuyo disco debut fue Transparencias (1976).
Luego prosiguieron Mágicos juegos del tiempo, de 1977, y Cornonstipicum, publicado durante el frío 78. Antes de 1988, Vitale también había sumado millas en dúo con Manolo Juárez (A dos pianos, 1984) y en dos tríos inolvidables: el Vitale-Baraj-González y el Cumbo-Vitale-González, que se cargaron, entre ambos, tres discos formidables a mediados de la década. Hasta que el hombre decidió partir hacia otros rumbos. “Me fui del trío porque quería recuperar un poco el sonido más sinfónico, de teclados, y hacer mi música. Y liderar un proyecto, porque la verdad es que en el trío éramos tres decisiones por igual. Hice la mía, digamos”, evoca Vitale, que ya había venía haciendo la suya desde 1981 con Sobre miedos, creencias y supersticiones; con Quitapenas (1983) y con un proyecto llamado Solo (1985), pero que quería ir a más, bajo la luz de un faro clave: Lyle Mays. El compositor y pianista estadounidense del Pat Metheny Group fue, precisamente, ese amigo del alma.
–¿Por qué eligió a Mays como ese amigo del alma?
–El chiste fue que en esa época yo estaba muy influido por Metheny, por supuesto. Cuando fui a ver a su grupo a Obras, en 1985, directamente flasheé... Me parecía buenísimo lo que hacían (también estaba Pedro Aznar, ahí) y lo tomé como influencia para formar el cuarteto. En cuanto a Mays, lo nombré amigo del alma porque quería lograr ese sonidito famoso que le sacaba al teclado. Entonces, me compré uno que lo simulaba, no exactamente el mismo que tenía él, y le sumé el sonido de sikus que había sampleado Jorge Cumbo. A partir de eso fue que empezó a delinearse el sonido particular del cuarteto... “Ese amigo del alma” viene de ahí, de que le tuve que agradecer a Mays todo lo que me estaba nutriendo.
–¿Siguió la “amistad” después del disco?
–Se sacó fotos con el disco y me las mandó, un divino el tipo. Pero no tengo relación directa con él sino a través de amigos en común. No sé, ese tema no tenía nombre y me pareció que este funcionaba bien por el lazo, la conexión entre personas.
–El título del disco tiene una sonoridad tanguera, ¿no? “Ese amigo del alma” es algo que pega en la fibra íntima del porteño: el culto a la amistad. Incluso pudo aprovechar esa arista emotiva para el ciclo que después hizo para la televisión.
–Totalmente, sí. Cuando salió el disco, a fines de 1988, sorprendió que pasaran por la radio un tema instrumental tan largo y que eso motivara a la gente a comprar el disco. Bien, a los dos años, por una circunstancia equis, conversamos con el entonces director de Canal 13 para hacer un cierre musical, todas las noches. En principio, iba a invitar a mis amigos músicos y, como el nombre estaba tan identificado conmigo en aquel momento, propuse que se llamara así. Gustó y funcionó (ver aparte).
–Y activó la pluma de Diego Capusotto para hacer “Ese amigo de Vinazi”, en la época de “Todo por 2 pesos”.
–(Risas) Sí, incluso después lo invité al programa. Es excelente lo que hace Diego. No quiero hablar de nadie en especial, pero el que se ofende con las parodias de Capusotto es un boludo importante. Reírse de uno mismo es muy necesario y cuando te sacan la ficha es espectacular. Ah, me olvidaba, Capusotto también hizo “Ese amigo del asma”, maravilloso.
–De regreso en el presente, ¿cómo fue el trabajo de interacción con las diferentes orquestas para reponer la obra?
–Lo que hice fue explicarle a los directores que no íbamos a hacer obras para orquesta, sino sumar la orquesta al grupo. Entonces, empecé a escribir los arreglos para cuerdas, metales y maderas con Javier Mareco, un orquestador impresionante que asigna los instrumentos a lo que yo escribo. Fue algo simple, igual, porque la música original ya tenía una sonoridad sinfónica, con la diferencia de que estaba tocada con los teclados. Para sintetizar, la orquesta es como un complemento del grupo, aunque toque algunas melodías.
–Las orquestas, por supuesto, no son todas iguales. ¿Cómo trabaja esas diferencias?
–Respetando lo orgánico, que es la formación. Por ejemplo, la de Corrientes no tenía trompetas; la de San Juan tiene arpa, algo que me encanta y la vamos a agregar, y quizá, como es una orquesta enorme, hagamos una especie de reducción. Pero es cierto que vamos haciendo cambios acordes a las estructuras de las diversas orquestas.
–¿Cuáles son esos cambios para el caso puntual de la Filiberto, que es la que se viene?
–El charango de Rolando Goldman, por ejemplo.
–¿Y los bandoneones?
–No los usé, porque ellos te dan la opción que hagas la música que quieras, no te imponen nada. Al charango lo sumé porque podía agregarle algo especial a ciertos temas.
–¿Cómo se modifica su rol respecto del que tenía en el cuarteto original?
–Me centro en el piano, cuando antes tenía que meter más teclados para generar esa bola de sonido que ahora generan las orquestas. Y la verdad es que está bueno así, porque al escuchar los temas con orquesta, me gustan menos los que se grabaron sin ella. Me engolosiné, digamos, porque las orquestas tienen un espacio, una apertura de audio, que es imposible lograr con un teclado, que es un instrumento chato y no tiene esa profundidad. Además gravita la expresión de cada músico, para bien y para mal. Todo lo que es perfección y defecto de tocar en vivo enriquece la cosa. El teclado no tiene error: vos tocás la nota y sale igual.
–¿Tendría futuro una especie de “Lito Vitale Orquesta”?
–No, no. Lo que me propuse fue tocar músicas de aquellos tres discos del cuarteto y no ponerme a componer cosas nuevas para orquesta. No.
–Eso quiere decir que está en otra. ¿En qué?
–En hacer un disco con (Juan Carlos) Baglietto para el próximo año.
–El eterno retorno...
–Es un buen título, tal vez lo tome (risas). Lo que pensamos hacer esta vez está relacionado con la historia y los artistas. En este momento, en que la comunicación de los hitos sociales es tan subjetiva y está tan relacionada con la bajada de línea ideológica que tiene cada multimedio, se nos ocurrió tomar canciones que hablen de hitos históricos desde la creación artística. No sé, están “Junio”, de Fandermole; “Informe de la situación”, de Víctor Heredia... La idea es contar la historia de algunos hitos argentinos, pero vistos desde la sensibilidad del artista, que los ve bajo un tamiz más humano, más sensitivo y menos panfletario. No es una búsqueda fácil, pero vale la pena hacerla, y sobre todo extenderla hacia todo el país.