Desde que fue creado en el marco de los acuerdos de Bretton Woods, el Fondo Monetario recorrió un derrotero pleno de controversias. En la Argentina nacía el peronismo, que lo resistió. Y fue un gobierno dictatorial el que, en 1956, ingresó al país en el sistema financiero internacional. Desde entonces, los argentinos viven y sufren el fantasma real de la deuda. Por eso, y porque después de trece años de prescindencia el país vuelve a acordar con el Fondo mediante un acuerdo que establece durísimas condiciones, Caras y Caretas dedica su número de julio –que estará mañana en los kioscos opcional con PáginaI12– al gran usurero del mundo.
“El hiperendeudamiento del gobierno de Macri por 50 mil millones de dólares corresponde a esta fase de saqueo: la consecuencia es siempre un padecimiento social sin fin, la apropiación privada del Estado y su traspaso al activo de las grandes corporaciones; la destrucción de los derechos conquistados y una guillotina sobre el futuro. El ‘nuevo fondo’ explicita ahora una cuota de decisión política: el populismo debe ser exterminado”, sostiene María Seoane en su editorial.
Y Felipe Pigna llama la atención acerca de una constatación: “Nos han hecho creer, a lo largo de estos casi 200 años de deuda externa, que nuestro país ha padecido el mal ‘endémico’ y crónico de la falta de capitales, cuando estos abundaban y estaban a la vista en los lujos, mansiones y estilo de vida de nuestras ‘clases decentes’ de 1824 a esta parte”. Así, reconstruye la historia del Empréstito Baring, la primera deuda de la Argentina, que constituyó una verdadera estafa al país y a su pueblo.
Desde la nota de tapa, Mario Rapoport traza una historia del Fondo Monetario con especial énfasis en el capítulo argentino. En ese recorrido, “se revela que las recetas del FMI no generan crecimiento sostenido ni mejoran el bienestar de la población, sino que contribuyen a empeorarlo, como sucedió en el marco de la crisis mundial de 2008”.
Fernando Amato descifra la letra chica del acuerdo con el Fondo, mientras que Isidoro Gilbert compara los contextos político, social y cultural de la Argentina que en 2005 terminó su situación de dependencia con el FMI y la Argentina actual, que vuelve a recurrir a esos condicionamientos.
En tanto, Bruno Napoli escribe sobre el recrudecimiento de la represión estatal en tiempos de ajuste: “Toda vez que la Argentina firmó acuerdos de ‘condicionalidad fuerte’ con el Fondo Monetario Internacional, el gobierno de turno desplegó la bandera de la seguridad interior como excusa solapada para reprimir cualquier protesta contra esos acuerdos. Las respuestas estatales desde el primer préstamo del FMI hasta la fecha han incluido detenciones arbitrarias, asesinatos y desapariciones forzadas”.
Cuando de deuda se trata, imposible no mencionar a los fondos buitre. Pablo Waisberg analiza similitudes y diferencias entre esos tenedores de bonos de deuda de países quebrados y el FMI.
Ricardo Aronskind sostiene que recurrir al Fondo fue, para Cambiemos, un fin en sí mismo: “Si repasamos las principales medidas que fue tomando la actual gestión desde su comienzo, observaremos cómo se fue montando el escenario de la crisis actual. Fue el resultado de las propias acciones gubernamentales”.
Sobre la locura argentina por el dólar, Alejandro Rebossio explica: “Con el régimen de acumulación que siguió al abandono de la convertibilidad del dólar con el oro por parte de Estados Unidos en 1971, el surgimiento de los mercados globales de capitales y la consolidación de esa divisa como moneda de cambio y reserva de valor mundial, se terminó por dolarizar para siempre la cabeza de los argentinos”.
Néstor Restivo reseña algunos casos de crisis provocadas gracias a las políticas sugeridas por el FMI: “La sombra del FMI se extiende no sólo por países de América latina, como la Argentina, o europeos, como Grecia, sino también de Asia, como Irán o Jordania, o de África, como Túnez o Egipto”.
Ricardo Ragendorfer cuenta la historia del peruano Jorge Baca Campodónico, funcionario del Fondo que, durante una visita a la Argentina en 2003, fue extraditado por la justicia de su país por negocios turbios durante la era de Fujimori.
El número se completa con reportajes a Mercedes Marcó del Pont, por Virginia Poblet; Ana Castellani, por Ana Vainman, y Alfredo Zaiat, por Damián Fresolone. Un número imprescindible, con las ilustraciones y los diseños artesanales que caracterizan a Caras y Caretas desde su fundación a fines del siglo XIX hasta la modernidad del siglo XXI.