Desde Londres
A dos años del referendo a favor del Brexit, una columna de más de 100 mil personas culebreó entre Buckingham Palace y Trafalgar Square demandando un nuevo voto sobre la futura relación del Reino Unido con la Unión Europea (UE). Jóvenes y jubilados, profesionales, estudiantes y sindicalistas de distintas partes del país exigieron un acuerdo que mantenga el máximo nivel de vínculo y la posibilidad de someterlo a un nuevo referendo.
A menos de un kilómetro, una manifestación mucho más modesta de unas 500 personas, exigían exactamente lo contrario: una separación completa y definitiva de la UE. Una nutrida presencia policial con apoyo de helicópteros evitó que ambos grupos se cruzasen en medio de un ambiente cada vez más caldeado por la falta de progreso en las negociaciones.
El sábado por la mañana, anticipándose a la manifestación, varios ministros pro-brexit advirtieron a Bruselas que estaban dispuestos a abandonar la UE sin acuerdo alguno. “Los funcionarios europeos se equivocan si piensan que la posibilidad de dejar la Unión Europea sin un acuerdo es simplemente una finta negociadora”, dijo Liam Fox, ministro de comercio y fervoroso pro-Brexit.
En un artículo publicado en el tabloide The Sun, el canciller Boris Johnson señaló que no toleraría un acuerdo de transición que prolongase indefinidamente la negociación. “La gente quiere que el gobierno realice un Brexit pleno. Ese es nuestro mandato”, señaló Johnson.
En el centro de Londres, la manifestación por un Voto Popular demostró la presencia de otro mandato igual de potente. Entre los participantes, había diputados de los principales partidos, incluido el conservador. “Este es un movimiento nacional que pide que el pueblo tenga una voz al decidir nuestro futuro. El Brexit no es inevitable, el Brexit se puede revertir”, señaló a la multitud el líder de los liberal-demócratas Vince Cable.
Esta semana la UE advirtió que la posibilidad de un acuerdo era 50-50. En caso de que no se firme un nuevo tratado, el Reino Unido pasaría a ser un país más que comercia con la UE según las reglas de la Organización Mundial del Comercio, es decir, sin un acuerdo preferencial con el bloque que representa la mitad de su comercio. Ante esta posibilidad, el jueves Airbus, la aeroespacial europea que compite con la estadounidense Boeing, advirtió que había apretado el “botón de crisis”. En caso de que no haya acuerdo, tendrá que reconsiderar la presencia de la compañía en el Reino Unido.
Airbus tiene su principal base de operaciones en Gales que, en el referendo, votó a favor del Brexit. La empresa emplea a 14 mil trabajadores en forma directa y unos 100 mil más forman parte de su línea de suministros. En caso de relocalizarse la economía local de pueblos como Broughton, donde se ensamblan las alas de los aviones de Airbus, se hundirá como se hundió una localidad vecina, Shotton, en marzo de 1980, cuando 6500 trabajadores de la planta siderúrgica fueron despedidos el mismo día como parte de la reestructuración industrial thatcherista.
Ese es el fantasma que ronda a los trabajadores de Airbus. Había una nota de fatalismo en uno de ellos, Peter Sinnot, de 55 años. “Es lo que va a suceder si tenemos una frontera con Europa. Es inevitable. Es terrible. Hay muchas familias jóvenes que dependen de este trabajo”, dijo Sinnot al diario The Guardian.