La restricción externa es el principal problema de la economía argentina. El desequilibrio es creciente y pronunciado. El déficit de cuenta corriente creció del 2,8 al 4,9 por ciento del PIB de 2015 a 2017. El rojo alcanzó los 30.792 millones de dólares ese último año. La brecha externa es superior a los noventa. En ese marco, el saldo negativo de la cuenta turismo es un factor potenciador de la restricción externa.
El grado de internacionalización turística de los argentinos es superior al promedio regional. Los datos del Ministerio de Turismo de la Nación revelan una tendencia alcista en los últimos años. La participación de viajes al extranjero (sobre el total, o sea computando interno más internacional) creció del 11 (2012-2014) al 18 por ciento (2016-2017). El cálculo incluye a los residentes locales que salieron por cualquier medio (área, terrestre) a Brasil, Chile, y Uruguay más los que egresaron por vía aérea (Ezeiza y Aeropuerto metropolitano) al resto de los destinos.
El economista Hernán Soltz sostiene que “resulta útil comparar con otros países de la región que tienen ingreso per cápita similar: la Argentina está un poco por encima de Chile (14 por ciento) y muy por debajo de Uruguay (44 por ciento). En Brasil solo el 5 por ciento de los viajes turísticos de sus residentes son al exterior”.
El año pasado, la salida neta de divisas por turismo alcanzó los 10.662 millones de dólares en la Argentina. La tendencia ascendente del turismo emisivo se mantuvo en el primer cuatrimestre de 2018. El Indec informó que en abril salieron del país 414.900 residentes. Eso implica un 15,5 por ciento más en términos interanuales. Por el contrario, el turismo receptivo alcanzó los 217.400 visitantes, 9 por ciento más que un año atrás. La mayor cantidad de viajeros provino de Europa (24,1 por ciento), en segundo lugar se ubicaron los brasileños (22,7 por ciento) y terceros los estadounidenses (13 por ciento). El saldo del primer cuatrimestre del 2018 es similar: 1.828.300 residentes viajaron al extranjero (+15,3 por ciento interanual) y 899.400 turistas arribaron al país (+6,1 por ciento interanual).
La suba del tipo de cambio puede abrir un nuevo escenario. En esa línea, el ministro de Transporte, Guillermo Dietrich, aseguró que “en Iguazú están felices con la devaluación porque van a venir más paraguayos, más brasileños”. Las declaraciones de Dietrich omiten la otra cara de la moneda: la mayoría de los argentinos se perjudicarán por los efectos recesivos de la suba del tipo de cambio. Más allá de eso, la devaluación no implica una mejora para todos los destinos turísticos. Es probable que los beneficios se concentren en sitios demandados por el turismo internacional (Calafate, Ushuaia, Mendoza, Bariloche, Iguazú). Sin embargo, “el 70 por ciento del turismo es interno, por lo que el principal motor de la actividad es la demanda de residentes argentinos”, advierte un informe de Radar Consultora. La potencial mejora asociada a un mayor arribo de turistas extranjeros “no llega a compensar el impacto negativo de la caída del poder adquisitivo, tal como sucedió en 2014 y 2016”, concluyen los investigadores de la consultora dirigida por la economista Paula Español