La actual crisis económica es interpretada en los despachos oficiales y usinas de pensamiento ortodoxo como una consecuencia de la desafortunada irrupción de una serie de shocks negativos impredecibles. La suba de la tasa internacional, la sequía y el aumento del precio del petróleo son la tormenta perfecta que generó el derrumbe del esquema económico en curso. Esa sucesión de hechos infortunados derivó en una corrida que ocasionó una importante pérdida de reservas, una muy fuerte devaluación del peso y una brusca suba de tasas de interés. Ante el consecuente cierre de los mercados voluntarios y para evitar la cesación de pagos de la deuda, el gobierno no tuvo otra alternativa que recurrir al FMI. La mano dura del organismo impone un fuerte ajuste fiscal directo más el indirecto vía el impacto inflacionario de la devaluación, que se descargará sobre las espaldas de la mayoría de la población.
La “mala suerte” como explicación de la crisis del modelo ortodoxo especulativo no es una originalidad de los actuales funcionarios y economistas ortodoxos. La misma hipótesis fue sostenida para explicar la crisis de la Convertibilidad, cuando la suba de tasas para países emergentes por el Efecto Vodka, la baja de los precios de las materias primas y la devaluación del real brasileño por el Efecto Tequila, habrían sido la combinación de hechos negativos fortuitos que derivó en su estallido. Tiempo atrás, el alza de tasas de la Reserva Federal (banca central estadounidense) junto a los desvaríos bélicos en Malvinas, fueron la combinación que terminó por desestabilizar el proyecto económico de la última dictadura.
Pero atribuir la causa de la crisis del proyecto especulativo liberal a los hechos fortuitos que la activaron es una explicación incompleta. Si uno se baña todos los días con nafta, es probable que un acercamiento inesperado a una chispa (shock) lo termine carbonizando. De la misma manera, si se monta un programa económico de toma de endeudamiento externo y atracción de capitales especulativos de corto plazo, es muy probable que al primer evento negativo se desate una corrida cambiaria con racionamiento del crédito externo, que deje a la economía al borde del colapso. Mucho más si la etapa dulce de ingreso de dólares financieros no es aprovechada para desarrollar inversiones en sectores estratégicos que mejoren la capacidad de generar dólares en el futuro.
Tampoco será fortuito el fracaso del programa fiscalista del FMI que agravará la crisis de la economía real sin mejorar su performance comercial externa. El objetivo real del organismo no es solucionar el problema de la deuda externa, sino mantener la economía argentina siempre al borde del estallido cambiario con gobiernos desesperados por obtener financiamiento externo. Mantener una economía en la asfixia financiera, otorgándole créditos en cuotas a cambio de concesiones económicas cada vez más gravosas, es una vieja política utilizada por el imperialismo financiero para subordinar políticamente países y apropiarse de sus recursos más rentables