Hace poco más de diez años, antes de un lamentable juicio y detención domiciliaria, el cineasta iraní Jafar Panahi dirigió la película Offside, en la cual un grupo de chicas tomaba la peligrosa decisión de camuflarse e ingresar a un estadio de fútbol para ver en vivo y en directo el desempeño de su equipo favorito. Las historias de mujeres obligadas por los usos, costumbres e imposiciones de la sociedad a disfrazarse de hombres para lograr algún objetivo –simple o complejo, poco importa– atraviesa la historia de la humanidad y la de las artes narrativas. En tiempos recientes, las desigualdades entre los dos sexos en ciertos lugares del mundo ha llevado a que esa decisión, casi siempre arriesgada, se haya transformado en un paso muchas veces obligatorio para la más simple supervivencia. Una de esas historias de ficción, aunque basada en un puñado de casos reales, es relatada en el libro infantil The Breadwinner, de la autora canadiense Deborah Ellis, publicado originalmente en 2002 y conocido en español como El pan de la guerra. Esa es también la historia de su adaptación al cine, encarada recientemente por la cineasta irlandesa Nora Twomey y su equipo en la empresa Cartoon Saloon, que, como su nombre lo indica, se especializa en la producción de cortometrajes y largos de animación, aunque en una vertiente muy diferente a la del mainstream del cine animado. En el film (que estuvo nominado a un Oscar y ahora puede verse en la plataforma Netflix) Parvana, una niña afgana de once años, se ve empujada a cambiar su apariencia luego de la detención de su padre por un grupo de talibanes. La inexistencia de otro hombre en el grupo familiar –completado por una madre, una hermana y un hermanito– hace que comiencen a padecerse las más terribles carencias, y su condición de mujer aún puede pasar desapercibida luego de un prolijo corte de cabello y un atuendo conveniente. Parvana se transforma así en Kaseem, en aquella/aquel que gana el pan para esa familia transformada, merced a la más terrible de las injusticas, en un clan de parias.
“El libro de Deborah Ellis es increíble y el personaje de Parvana en particular está construido de una manera única, aunque al mismo tiempo es muy universal”, afirma Nora Twomey del otro lado del teléfono, mientras se dirige al aeropuerto que la llevará de vuelta a su Irlanda natal, luego de pasar varios días en el Festival de Cine de Annecy, especializado en el centenario arte de la animación. “El personaje de Parvana fue creado a partir de las conversaciones que Ellis mantuvo con refugiadas afganas que huyeron del régimen talibán. Me encanta el hecho de que sea tan humana, que tenga una relación normal con su familia y que, a pesar de eso, haga algo tan extraordinario. Por supuesto, el medio cinematográfico es muy distinto al literario y en noventa minutos se pueden relatar sólo una cantidad determinada de cosas, por lo que terminamos fusionando algunos de los personajes del libro. Por otro lado, hay situaciones que están descriptas en la novela que no pudieron ser llevadas a la pantalla, como una secuencia en un estadio en la cual un grupo de prisioneros es torturado. Era demasiado fuerte, porque una cosa es leer una descripción y otra muy distinta es ver esas imágenes en pantalla”. En The Breadwinner, el trazo de los dibujos nunca intenta encaramarse en el hiperrealismo imperante en el cine de animación masivo. En cambio, se permite jugar con la posibilidad de que la estilización del dibujo sea al mismo tiempo una mímesis naturalista y una forma abierta a la imaginación. El padre de Narvana, antes de su detención, inicia el relato de un cuento milenario acerca de un joven corajudo y su enfrentamiento con un monstruoso elefante que ha robado las semillas del pueblo. Ese cuento dentro del cuento, que continuará siendo narrado a lo largo de la película, hace las veces de alegoría y de escape a un mundo de fantasía más colorido que la vida real en las polvorientas calles de Kabul. ¿Por qué el film está hablado en inglés con fuerte acento? “Los idiomas nacionales de Afganistán son el pastún y el dari y de haber hecho el film en uno de esos idiomas hubiéramos caído en una declaración política e incluso religiosa, nos gustara o no. Así hubiera sido leído por la gente afgana. El inglés nos alejaba de ese peligro. En cuanto al acento, hay que decir que el inglés sin acento no existe: el acento es británico o irlandés o estadounidense, pero existe. Las voces fueron hechas por actores y actrices de diferentes orígenes (Afganistán, India, Pakistán), pero intentamos que las voces sonaran como si todos vinieran de la misma región”.
“Tratamos de incluir a la mayor cantidad de gente afgana en todo el proceso de producción, de manera que la película reconozca aquello que ha pasado durante las últimas dos décadas, luego de la publicación del libro en el año 2002. Por cierto, la película no sería la misma con actores de carne y hueso, pero el desafío era intentar que el espectador olvide que está viendo una película de animación luego de cierto tiempo de proyección. La animación permite darles una gran universalidad a los personajes y pudimos dibujar a Parvana de manera tal que, incluso para un espectador afgano, no sea tan obvia su etnicidad, porque obviamente en Afganistán hay muchos grupos étnicos y perspectivas religiosas diversas”. The Breadwinner es el primer largo dirigido en solitario por Twomey, pero la anterior The Secret of Kells, codirigida junto a Tomm Moore, y los cortos Cúilín Dualach y From Darkness –todos ellos producidos por su empresa Cartoon Saloon– ponen de relieve una particular aproximación a temáticas culturales y políticas que usualmente brillan por su ausencia en el cine destinado a los niños y jóvenes. “Ha sido interesante ver esta película con un público integrado por adultos y chicos no tan pequeños; usualmente, ellos tienen una reacción emocional mucho más fuerte que los niños. Los más pequeños siguen a Parvana y si ella está bien, todo está bien, lo toman de manera literal. Desde luego, los adultos comprenden la situación política en el mundo real. Es interesante que las películas de animación puedan ser interpretadas de manera diversa dependiendo de la edad del espectador y de su origen. Pero, por sobre todas las cosas, hice esta película como madre, y realmente creo que los chicos en este mundo necesitan aprender cuestiones ligadas a la herencia cultural y a ser más empáticos con los niños que crecen en situaciones conflictivas. Eso es algo que me enorgullece mucho y creo que debería haber más films que toquen temas complicados y un poco menos de mechandising”.