Las mujeres de Arabia Saudita pueden, por fin y oficialmente, sentarse en el asiento del conductor. Indiscutiblemente, el fin de la prohibición no llegó sino después de casi tres décadas de lucha de las mujeres. Sin embargo, el sello detrás de la medida lo tiene un hombre: Mohamed bin Salman (MBS), el príncipe heredero.
La cosa es así. Arabia Saudita es una monarquía absoluta que todavía no cumplió 100 años. Al morir el primer monarca, conocido como Ibn Saúd, comenzaron a sucederlo, de a uno, los hijos. Así, el trono siempre estuvo cooptado por una generación, pero ahora esa generación está llegando a su fin. En el 2017, luego de dos años de reinado, el rey Salmán nombró a su hijo de 32 años, MBS -que ya se estaba desempeñando en importantes cargos, por ejemplo, en el Ministerio de Defensa-, como príncipe heredero. Se trata de la primera vez en 65 años que hay un trasvasamiento generacional del poder en el reino y esto trajo una serie de novedades.
Bajo la batuta de MBS, se lanzó el llamado programa Visión 2030, un ambicioso proyecto de desarrollo económico, político y social. Conscientes del lugar estratégico que ocupan en el tablero geopolítico, pero con la certeza de que el petróleo tiene sus días contados, las autoridades sauditas se propusieron diversificar su economía, al mismo tiempo que buscan desprenderse del ultraconservadurismo de sus antecesores.
Sin embargo, los analistas aseguran que llevar adelante cambios tan profundos no le será fácil. “Implica tocar muchos intereses poderosos de los representantes religiosos y de negocios”, explicó a PáginaI12 el profesor de geopolítica del mundo islámico de la Universidad Nacional de San Martín, Jodor Jalit. “Para llevar adelante ese proyecto, el poder tiene que estar concentrado o ser unánime para evitar el disenso y tener a todos atrás de un proyecto. Si no lográs desarticular todo eso va a ser imposible cualquier reforma más allá de la voluntad política que pueda tener esta persona”, profundizó Jalit. Entonces, Mohamed bin Salmán, para tener éxito, necesita respaldo y busca conseguirlo en dos frentes: sus súbditos y sus aliados internacionales.
En este contexto es que tiene sentido el fin de la prohibición de manejar para las mujeres. El príncipe heredero necesita legitimarse a nivel local y el hecho de que, por su beneplácito, las mujeres ahora puedan conducir, es un buen slogan a nivel internacional. Sin embargo, como suele suceder con la ampliación de derechos, el fin de la restricción no se logró sin la lucha de bases de las mujeres locales. “Es importante ver no sólo el movimiento de arriba hacia abajo, sino también de abajo hacia arriba. Las mujeres venían llevando adelante este proceso, dentro del campo de lo posible”, explica Mayra Valcarcel, antropóloga becaria doctoral del Conicet.
Las resistencias al poder absoluto de la familia Saúd existen, obviamente, dentro de la sociedad saudita, pero su peso político es relativo, explicó el profesor Jalit. No obstante, la campaña para levantar la prohibición logró viralizarse en las redes sociales y traspasar las fronteras. “En este panorama, las redes sociales son una gran herramienta. Hay un montón de fenómenos que son recapitalizados gubernamentalmente por los intereses políticos y económicos porque también tienen impacto y rebotan en los medios de comunicación internacionales. Entonces, los gobiernos tienen que retomarlos, pero no es que de la nada se habilitó el permiso”, profundizó la académica. Una prueba de esta recapitalización, fueron las detenciones producidas en mayo de este año de al menos 17 activistas por el derecho a conducir. Teniendo en cuenta que la prohibición se levantó ayer, los observadores opinan que estas detenciones se explican con que MBS quiere retener en solitario el control sobre las reformas.
La primera manifestación por el derecho a conducir tuvo lugar en noviembre de 1990 en Riad, la capital del reino. Sin embargo, fue la campaña llamada Women2Drive (Mujeres a Conducir), iniciada en 2011, la que tuvo repercusión mundial. En mayo de ese año, la histórica defensora de los derechos de las mujeres en Arabia Saudita, la escritora Wajeha al Huwaider, filmó a la creadora de la campaña, Manal al Sharif, mientras conducía por las calles de la ciudad saudita de Jobar y subieron el video a YouTube. Al Sharif fue detenida por transgredir la norma, pero el video ya circulaba. Dos días después de haber sido grabado, ya había sido visto unas 600.000 veces.
Ahora bien, ¿por qué las mujeres tenían prohibido conducir? El profesor de derecho islámico de la Universidad Di Tella, Germán Ferrarazzo, explicó que se debe a una línea muy minoritaria -pero con gran poder de propaganda- dentro de una de las cuatro escuelas de jurisprudencia islámica sunnita que opera casi exclusivamente en la península arábiga: conocida en Occidente como wahabismo. Una de las fuentes de derecho a la que el wahabismo le da importancia es a la de “promover lo bueno y evitar lo malo”, que se deriva de un versículo del Corán. Desde esa premisa abierta, estos juristas hacen una analogía: si algo malo sería tener relaciones sexuales por fuera del matrimonio, entonces evitan que se junten hombres y mujeres para que no se tienten. “Lo de conducir, entonces, es una derivación de esa cadena”, explicó Ferrarazzo. “Lo interesante es que se pueda dar marcha atrás. Porque al no derivarse de una aleya coránica ni de una tradición profética -porque obviamente las mujeres del profeta andaban en camello-, es fácil cambiarla”, concluyó el académico.
Hasta hoy, las mujeres sauditas que debían ir a trabajar o a estudiar y que no tenían a un familiar disponible para llevarlas gastaban gran parte de su sueldo en choferes o taxis. “No me parece que el conducir sea una cuestión menor”, opinó Valcarcel y sentenció: “Tampoco me parece que los problemas de las mujeres se resuelvan con eso. Pero no se empieza por lo último. Nosotras no empezamos por la ley de aborto”.
Informe: Bianca Di Santi.