El destino, el universo o algún ente extraño conspiraron para que Perotá Chingó existiera como tal. No hubo una idea previa, onda “hagamos una banda de este estilo, salgamos a tocar bajo este nombre, grabemos discos y tal vez algún día la pegamos”. Nada de eso. Las cosas sucedieron de una manera mágica y sorprendente. A Dolores y a Julia un día les pintó viajar de mochileras a Uruguay y a los pocos meses ya eran las protagonistas de un fenómeno viral en YouTube. Y, de la noche a la mañana, les llovían las propuestas desde diferentes puntos de América latina para que ir a tocar.
La historia comenzó en el verano de 2011. Dolores Aguirre y Julia Ortiz arrancaron un viaje a la costa uruguaya. Se encontraron en Gualeguaychú y al toque pegaron un dedo hasta Atlántida, playa charrúa. Nunca habían viajado al país vecino. Fueron a La Paloma y a Valizas pero flashearon con Cabo Polonio, un precioso pueblito costero sin luz eléctrica ni asfalto. Se quedaron veinte días. No tenían mucha guita, así que se las rebuscaron tocando algunas canciones en bares y pasando la gorra. “El viaje a Uruguay nos bautizó de músicas; encendimos una chispa”, simplifica Dolores.
El repertorio incluía canciones de artistas que les gustaban a ambas: de Cultura Profética a Los Piojos, pasando por Chavela Vargas, Violeta Parra y Fernando Cabrera. Y algunos temas propios. No había más criterio que tocar lo que fluyera. “Nos llamaba mucho la atención que nos iba bien. Nos hicimos amigas del guardavidas y nos dejaba dormir en la casilla”, recuerda Julia y se ríe de la aventura. “¡Era como un rancho a metros del mar! Tirábamos la bolsa de dormir, poníamos una tabla trabando la puerta y a las 9 de la mañana nos levantábamos cuando llegaba el guardavidas”, completa Dolores.
Una tarde cualquiera, después de bañarse en el mar azulado del Polonio, se pusieron a guitarrear con amigos y Pocho, uno de la barra, no tuvo mejor idea que filmar una canción. A los pocos días, la subió a YouTube y el tema explotó de visitas. Era el video casual y casero de Ríe chinito, que hoy ya tiene más de 16 millones de visualizaciones. Sin saber el boom que se generaría, cada una siguió viaje por su lado. Dolores volvió a Buenos Aires y Julia llegó hasta Perú.
“Estaba en el Amazonas y me contactó Dolo diciendo que nos estaban escribiendo de todos lados, y preguntando qué hacíamos’. Me tomé un barco de tres días y un bondi desde Lima hasta Buenos Aires. Me prestaron plata, porque no tenía. Después, Pocho (Álvarez, actual mánager) compró una camioneta y nos fuimos de gira. Es una historia medio de película. Ahora lo pienso y parece un chiste.”
Ahora, esta dupla cancionera que completan en vivo Martín Dacosta (percusión) y Andrés Villaveirán (piano y bajo) se encuentra en un proceso de transición y crecimiento. El espíritu hippie, nómade y relajado de los primeros años va mutando hacia un proyecto musical más maduro, “profesional” y mejor plantado. Una muestra concreta de eso es Aguas (2017), su segundo disco, donde ganan en materia de composición, búsqueda y sonido.
“Este disco surge de las ganas de hacer algo nuevo y también del encuentro con Javier Viña, nuestro técnico de sonido, quien nos propuso encerrarnos a jugar e ir grabando ideas y probar cosas”, dice Dolores, la guitarrista y autora de Ríe chinito. “El anterior, Perotá Chingó (2013), era más una foto de lo que estaba pasando. Pero acá frenamos de tocar y le dedicamos tres meses a maquetear todo y pensar qué necesitaba cada canción, permitiéndole un vuelo propio”, completa su compañera en este grupo que, además de tener muy buena repercusión en todo el país, la rompe en Chile, México y Brasil.
La música de raíz latinoamericana late con fuerza en el disco, pero lo urbano también dice presente. Desde los aires andinos de Aguacero, Anhelando Iruya y Veo chiquito hasta la potencia femenina de Certo y su pulso rapeado, pasando por la cálida Canción pequeña, la baguala Reverdecer, el reggae Peguei uma chuva o la tribal Meia vuelta, todas atravesadas por un destacado y colorido trabajo coral. “Este fue un viaje más hacia adentro: las aguas son las emociones”, resume Julia, la pata más rockera y urbana del dúo.
Los primeros años hacían giras más largas, más espontáneas y paraban en casas de seguidores y amigos. Si bien la autogestión sigue siendo el motor del grupo, hoy la estructura es más grande y eso obliga a planificar más. “También es un conflicto. Es necesario cambiar algunas cosas y reformular todo: cómo queremos viajar, cómo queremos tocar. Antes tocábamos en plazas, por ejemplo, pero hoy no podemos porque viene mucha gente. Hoy el proyecto requiere una organización más profesional”, cuentan. “Perotá se nos sigue yendo de las manos, y nos sigue sorprendiendo.”
* Viernes 29 de junio y 13 de julio a las 21 en el ND/Teatro, Paraguay 918.