Los dibujantes sean unidos porque no hay otra manera. El repaso lo corrobora: dos ámbitos de reunión son sus referentes. Desde la animación, la Escuela para Animadores; desde la historieta, Crack Bang Boom. En ambos, la tarea del estado municipal como engranaje sustancial. Vale decir, sin la vena pública el esfuerzo sería otro y la garantía de prosperidad difusa. Al estado se lo conforma entre todos: dibujantes, lectores, espectadores. Ciudadanía, le dicen.
Esto no disculpa, salvo honrosas excepciones, la poca participación del sector privado: no hay interés en colocar capitales que promuevan el sector, tampoco en sumar dibujantes a sus filas. Si no lo cree, haga un inventario de publicaciones gráficas rosarinas y distinga sus historietas o ilustradores. Por eso, vale la cita remozada del gran Manuel Aranda, con motivo del integral dedicado a Robinson Sosa: "ser rosarino es un chiste del destino".
Animadores con escuela
Ahora bien, para chistes hace falta (in)genio, algo que se adquiere desde la práctica y la reflexión. En este sentido, el gag es materia de estudio obligada en la Escuela para Animadores. Saber sobre Jacques Tati, John Hubley y Jerry Lewis, es tan importante como conocer los avatares de los nuevos softwares. La EPA depende del Centro Audiovisual Rosario (Secretaría de Educación) y los nombres que continúan en su línea de fuego son los de Pablo Rodríguez Jáuregui y Diego Rolle. Los dos con una trayectoria ejemplar, a su vez directores del envío animado Cabeza de Ratón (canal 5), que ya suma seis temporadas, con producción general de Horacio Ríos. CdR es pantalla para varias de las producciones de la EPA, así como del taller de animación para niños Ceroveinticinco. Una noticia valiosa es que la repetición de esta temporada reinicia a partir de hoy, durante los jueves, en el horario de las 13.30.
Tras diez años de actividad, y desde lo estrictamente curricular, hay que agregar que la EPA ha incorporado un segundo año de estudios, y el saldo es alentador. No sólo por lo que significa la continuidad de un mismo grupo de estudiantes, sino por el evidente salto cualitativo en las realizaciones, las cuales debieron adaptarse a las colaboraciones, que evidencian puestas de acuerdo y discusiones estéticas. La totalidad de las animaciones realizadas entre el primer y el segundo año durante 2016, acumulan alrededor de 90 minutos.
Es decir, existe una manera de hacer animación que puede reconocerse como "rosarina". No habla por ello cierta cualidad estética o cosa parecida, sino la puesta en práctica de una comunidad que se reconoce desde un mismo ámbito y problemáticas, con limitaciones y posibilidades. Ya lo evidencian los reconocimientos, que transitan por escenarios que son, a su vez, promovidos por el CAR. Uno de ellos es Ojo al Piojo, Festival Internacional de Cine Infantil. Su sexta edición encontró distinciones para dos producciones rosarinas: Civilización (una cuestión de golpes), de Gastón Grondona; y Las manchas, del Taller de Cine del Centro Educativo Terapéutico Dra. Sabina Spielrein, coordinado por Pablo Madussi.
La animación de Grondona, alumno de la EPA, también fue premiada como "Mejor Realización Rosarina" en el 23º Festival de Cine Latinoamericano Rosario (CAR). Otro tanto sucedió con dos alumnos más de la misma entidad: Raquel De Simone obtuvo con su corto Ligado al pasado el premio RAFMA (Red Argentina de Festivales y Muestras Audiovisuales), y Pablo Latorre hizo lo propio en la categoría "Escuelas de Cine" con El maquinador, un trabajo en stop‑motion que ya tiene recorrido internacional, con producción de la Escuela Provincial de Cine y TV y la Universidad Abierta Interamericana.
Fiesta de cuadritos
Iniciar el año con fecha programada para Crack Bang Boom (12 al 15 de octubre) ya es algo. En verdad es mucho. Porque CBB ‑organizado por Centro de Expresiones Contemporáneas y el dibujante Eduardo Risso y equipo‑ acciona de maneras múltiples, al haberse situado de manera puntual en el devenir del medio. La historieta nacional tuvo un reverdecimiento, entre otros factores, con la concreción de CBB. Que el banner que promociona su octava edición esté acompañado por Mafalda, es rúbrica de lujo.
CBB 2016 tuvo alrededor de 40 mil asistentes. Un nuevo récord para una edición que estuvo dedicada a la figura de Horacio Lalia, el lápiz legendario de Nekrodamus, una de las últimas creaciones de Héctor Germán Oesterheld. Invitados internacionales como Gail Simone, junto a cosplayers, muestras y libros, fueron el caldo habitual de los cuatro días. Como rasgo distintivo, hubo quienes se emocionaron al conocer en persona a Ricardo Villagrán, uno de los lápices señeros de Nippur de Lagash. No es para menos.
En esta misma línea de artistas queridos, si el maestro Quino llegara a venir a Rosario, qué bárbaro. Y si no, dar una vuelta por los stands y presentaciones de libros será importante también, por dar cuenta de un circuito que se renueva con vida propia mientras busca sus antídotos. Estos últimos de cara a la inflación, la importación, y los costes desbordados de papel e imprenta. Así como ya lo señalara Andrés Valenzuela en su repaso de Página/12, la cantidad numérica de publicaciones no evidencia malestar, pero sí las ventas. Éstas, a su vez, dependen de la permanencia de espacios como CBB, en un itinerario de festivales similares que se reparte por el país.
Libros para guardar
A grandes rasgos, los editores de la ciudad permanecen en su tesón, un ímpetu que se celebra. La publicación señera, que ha abierto un panorama distintivo, es la antología Términus. El año que pasó, la mejor revista de historietas de la ciudad cumplió sus doce números, los dos últimos de una factura impecable. Era menester que el proyecto recibiera el Trillo 2016 a la Mejor Antología en CBB. A esta altura, todo dibujante que haya sido de la partida debiera sentirse halagado. El proyecto creció y está en una etapa de reorganización, con la vara bien alta. Términus obtuvo el subsidio de Espacio Santafesino y ya calibra la publicación de tres libros con material nuevo: una novela gráfica de Bruno Chiroleu, otra de la dupla Gastón Flores/Lisandro Estherren, y un recopilatorio inédito en el país de la serie RIP Van Hellsing de Barreiro/Ferrúa/Santana.
Términus, además, es parte del colectivo editorial Big Sur, donde también figura Szama Ediciones, sello impulsado por Juan Angel Szama, organizador de CBB (el otro nombre pilar es Eduardo Santillán Marcus). Las novedades suyas fueron dos, bien notables. Una de ellas es Guro, del platense Diego Simone: un apocalipsis consumido, en blanco y negro, con reminiscencias de un futuro caído, de gráfica under; Simone se da la gran fiesta en una historia que apela a un sincretismo de referencias estéticas, mientras ofrenda un lápiz de oscuridad sexual. La otra novedad, en formato apaisado, es A tu rojo ruta, del bonaerense Mariano Taibo: un policial crudo y sincopado; el origen del comic está en los dispositivos móviles, su traslación al papel fue el hallazgo editorial; el resultado es un relato que apela, por momentos, a la digresión temporal y la relación a veces fortuita entre las imágenes.
En otro orden, un grupo editorial naciente es Asedio, integrado por los sellos rosarinos Ouroboros, Fog of War, y Rabdomantes. El primero sumó otro libro de manufactura coral (el anterior fue Hilo rojo): Lucero oscuro reúne los lápices de Fernando Campos, Joel Saavedra y Pablo de Bonis, a partir de un guión de Pablo Vigliano, quien traza un laberinto de desesperación de manera acorde a la variedad de los lápices. Fog of War, en tanto, continúa una senda que crece. Con guiones de Ariel Grichener, vieron la luz The Coverman (dibujo de Sebastián Sala) y el segundo número de Artemis (dibujo de Guillermo Villarreal). La buena nueva del sello es que uno de sus títulos previos, Chiko y Amigo (de Grichener y Sala), tiene publicación prevista en Estados Unidos por el sello Rats & Crows.
Un escritor legendario en el medio es Emilio Balcarce, y mérito en el rescate de su obra reciente la tienen dos libros locales: Knightmare (Fog of War) y Valkiria (Rabdomantes), ambos con dibujos de Jok, quien recibiera el Trillo 2016 al Mejor Dibujante. Se trata de historietas publicadas en Italia, inéditas en el país, que devuelven brillo a uno de los guionistas emblema de la pretérita Skorpio.
Por su parte, Rabdomantes presentó un cuarto número de su antología Quimera, en donde permitió páginas a un unitario notable del rosarino Alejandro Aragón (de trayectoria internacional, desconocido por acá). Mientras se demora el quinto número, la editorial de César Libardi incrementó su catálogo con la recopilación de Los hermanos Segelin, de Roberto Barreiro y Lucas Varela, que data de los tiempos del fanzine Kapop; el primer tomo de Mute, ciencia ficción dark y violenta de Damián Connelly y Gabriel Luque; y el cuaderno adorable que significa Criatura, del brasileño Rafael Correa.
El sello Milenario Ediciones ‑siempre en coedición con Loco Rabia‑ dio cabida a dos proyectos magníficos. Uno de ellos es la publicación integral de Grotesque, obra premiada, de referencias metalingüísticas, del italiano Sergio Ponchione; el otro es Wampum y Wigwams, de Gustavo Schimpp y Quique Alcatena, una dupla que acá se disfruta de manera total, a través de unitarios ‑originalmente publicados en Italia‑ donde la historia y los mitos de los indios americanos traban su relación fructífera. El relato sobre el indio desertor es tan bello como terrible, una lección de narrativa, de eso que todavía se llama "historieta argentina". Una pena que este libro haya pasado casi desapercibido.
También Puro Comic Ediciones ha incorporado el título Cena con amigos, de Rodolfo Santullo y Marcos Vergara, esa comida ya clásica dentro del nuevo panorama de la historieta, que tuvo edición previa, inconseguible, pero ahora recuperada con un prólogo elogioso de Elvio Gandolfo.
El que no tuvo presentación en CBB es Hermano, el librito que recopila la serie de Darío Fantacci y Pedro Mancini durante el proyecto Ultramundo, publicación under y bonaerense de culto. Fue coeditado por Panxa Comics junto a Festival Editorial, el sello local de José Sainz. Se trata de una historieta cuyo clima sofocante y desdoblado, hace que sea difícil de abandonar.
La Editorial Municipal de Rosario hizo una convocatoria y volvió a editar historietas, en este caso a partir de un jurado que incluyó a Michele Siquot, Juan Sáenz Valiente y Gustavo Rojas. Los libros resultantes fueron Fiebre, de Pablo Boffelli; Crisis capilar, de Jazmín Varela; Ciudadad maliciosa, de Julián Gabriel; y Cuzco, de Estrella Mergá. Cuatro maneras diferentes de pensar el medio, que deben leerse como unidad, de cara a la pluralidad de registros que el cómic permite y esta colección alienta.
Y también
Desde la veta histórica, se ha abierto un abanico que ojalá crezca, a partir del integral de Robinson Sosa, la clásica historieta que Manuel Aranda y El Tomi publicaran en revista Risario. La recuperó en un librito imperdible el Centro Cultural Roberto Fontanarrosa, ámbito que albergó entre sus muestras la dedicada a Cervantes en los lápices admirables de David Rubin y Miguelanxo Prado: Miguel EN Cervantes. El retablo de las Maravillas.
Plataforma Lavardén hizo lo propio con Rubén Sosa, de vuelta en casa, con curaduría de Judith Gociol, en una exposición dedicada al dibujante exiliado en 1976, colaborador de Héctor Oesterheld y de la prestigiosa Charlie Mensuel. Gociol, responsable del Archivo de Historieta y Humor Gráfico Argentinos (Biblioteca Nacional Mariano Moreno), también organizó los originales y revistas que las paredes de CBB lucieron con firmas como las de Hugo Pratt, García Ferré, Adolfo Mazzone, entre otros.
Una de las expresiones felices del año fue el Festival Furioso de Dibujo, cuya tercera edición tuvo lugar en Plataforma Lavardén: talleres, muestras y libros, con invitados como Powerpaola, Max Cachimba, Michele Siquot, Isol, y Flor Balestra. Otra novedad es el sitio web Alquimia Cómics, a cargo de Gastón Flores y Fede Sartori: historias cortas y series semanales que se reparten entre géneros narrativos y muchos dibujantes.
El ambiente está en movimiento, y si respira así será difícil de doblegar.