Durante el primer trimestre de 2018, el déficit en cuenta corriente alcanzó los 9623 millones de dólares, un incremento del 34,4 por ciento frente al mismo período del año pasado. La magnitud adquirida por la salida de divisas por turismo, el rojo en el frente comercial y los pagos de la deuda externa revelan la creciente fragilidad de la economía argentina: el déficit en la cuenta corriente se mantiene en sus máximos históricos al superar el 5 por ciento del PBI. La fuerte devaluación que acompañó a la corrida cambiaria, el ajuste recesivo anunciado por el gobierno y el flujo de financiamiento acordado con el FMI alivianarán las crecientes tensiones externas.
De acuerdo al Informe del Balance de Pagos, la deuda externa bruta total, por su parte, aumentó hasta los 253.741 millones de dólares, lo que representa un incremento del 27,7 por ciento frente al mismo período de 2017. Comparado con los niveles observados al momento del recambio presidencial, los pasivos externos muestran una escalada del 57,5 por ciento desde finales de 2015. El salto equivale a 90.700 millones de dólares de nueva deuda asumida durante el gobierno de Mauricio Macri. El acuerdo con los fondos buitre, los préstamos con bancos extranjeros y venta de títulos públicos a fondos de inversión representan los pilares del proceso de reinserción en el mercado financiero internacional exhibido.
Los datos oficiales publicados ayer permiten realizar además la estimación más conservadora para la magnitud de los capitales fugados. La cifra que, por ejemplo, no incluye las inversiones canalizadas a través de las guaridas financieras offshore expuestas en los Panama Papers, asciende hasta los 280.600 millones de dólares. Los fondos administrados en el exterior representan un incremento del 18 por ciento desde que asumió el gobierno de Mauricio Macri.
La profundización del déficit en la cuenta corriente constituye el elemento precursor compartido por las principales crisis argentinas desde 1980 en adelante. Durante el primer trimestre del año, el persistente crecimiento en el rojo externo lo explicaron tres factores. En primer lugar figura el sostenido incremento en las importaciones de bienes del 21,1 por ciento frente al mismo período el año pasado, que se explica por el proceso de apertura comercial y el crecimiento exhibido por la economía entre enero y marzo. La salida de divisas por servicios marcó un alza del 9,3 por ciento interanual. Los viajes al exterior -turismo y pasajes- representan 75 de cada 100 dólares insumidos por esa vía.
Un segundo elemento fue el saldo neto de los intereses generados por la deuda en poder de acreedores externos, donde se observó un alza interanual del 35,8 por ciento. El tercer ítem son las utilidades y dividendos que las multinacionales remiten al exterior, que se mantuvieron estables en niveles elevados.
“El gobierno minimizaba los riesgos del déficit externo. El cambio de flujo de los capitales internacionales mostró que el esquema era endeble”, advirtió Martín Alfie de Radar Consultora. El economista explicó, sin embargo, que “es posible que el déficit externo detenga su crecimiento como consecuencia de la caída de la actividad y el salto del tipo de cambio, que podrían llegar a disminuir algunas fuentes de egreso como el turismo”. Los analistas de la firma Ecolatina advierten, además, que la “mejora del tipo de cambio real” no estará acompañada por un impulso exportador. Las ventas externas seguirán afectadas por “la sequía que azotó al sector agropecuario y los recortes en las perspectivas de crecimiento de Brasil”. Alfie destacó además “el pobre desempeño de la Inversión Extranjera Directa” que apenas alcanzó los 2421 millones de dólares en el primer trimestre del año. La cifra representa una merma del 23,7 por ciento. Para el economista, ese desempeño “ratifica que Argentina sigue siendo un destino poco atractivo para la inversión productiva”.
@tomaslukin