“Muchas cosas que dicen las supuestas escuchas son mentiras, no son mis palabras, en ningún momento dije ‘Santiago tiró molotov’”. Ariel Garzi tiene casi la misma edad que Santiago Maldonado, se conocieron en abril de 2017 cuando el tatuador anarquista llegó a El Bolsón. A poco de cumplirse un año de su desaparición y muerte durante la represión de Gendarmería a la comunidad mapuche de Cushamen, el joven se siente acorralado: sigue imputado en la causa abierta en enero, donde acudió a ayudar a los mapuches que estaban siendo reprimidos por gendarmes y policías de Chubut, por lo cual le sugieren que no responda. Pero esta vez dice que fueron demasiado lejos, se metieron con su familia. “Jamás dije que Santiago haya tirado bombas, lo que tiró fue una caja con botellas al piso para poder salir corriendo; y la mujer con la que hablé es mi mamá, esto es zarpado, con cada nota los fachos me mandan fotos del cadáver de Santi”, expresó en diálogo con PáginaI12 al referirse a una escucha ilegal sobre su teléfono publicada el domingo por un portal de noticias.
La nueva “operación molotov” no tiene un solo anclaje probatorio en la causa: el cóctel explosivo no figura en el expediente. “Lo único que sabemos que tenía Santiago en la mano, al momento de salir corriendo al río, era la mochila que no encontramos”, dijo ayer la abogada de los Maldonado, Verónica Heredia. En la causa hay fotos de frascos vacíos pero no figura mención alguna a bombas caseras. Además, en ninguna de las declaraciones de los gendarmes consta que hayan dicho que Santiago les arrojó elemento alguno.
El ex juez del caso, Guido Otranto, y la fiscal federal Silvina Avila habían intervenido los teléfonos de Sergio Maldonado, de Garzi y de otras dos personas, con el presunto objetivo de encontrar al joven que estaba desaparecido desde el 1 de agosto. Sin embargo, luego usaron el contenido de esas conversaciones en las causas iniciadas por el gobierno contra los testigos mapuches y los abogados peticionantes ante la CIDH. El actual juez del caso Maldonado, Gustavo Lleral, las declaró nulas y ordenó que fueran destruidas. La fiscal Avila se opuso y el tema está a punto de ser definido en Cámara de Comodoro Rivadavia, que ya advirtió que la difusión de esas escuchas es un delito de acción pública. “Quisiera hacerle juicios a todos, pero no puedo hasta que no se defina mi imputación por lo sucedido en enero cuando nos reprimieron, casi nos matan pero terminamos acusados nosotros. Es una cizaña permanente, me levanto un domingo y leo mentiras que me ensucian”.
–¿Existió esa conversación del 18 de octubre y quién es la mujer?
–Sí, pero al leer me doy cuenta enseguida de cosas que no dije. No hay certeza de que las transcripciones sean reales. Estoy convencido de que es mi vieja porque a nadie más le contaría que me ofrecieron sacarme del país. Me da escalofríos, es demasiado. ‘Che Ari, ¿esa no es la conversación que tuvimos?’, me dijo ella. Fue pocas horas después del operativo con 300 efectivos del GEOP, soldados apuntándonos con ametralladoras, Matías (Santana) y los demás peñi torturados por horas.
–Volvamos al 1 de agosto, ¿había molotov?
–Yo no estuve ese día pero hablé con los chicos de la comunidad. Santi no sabía usar la honda de revoleo, entonces lo dejaron a cargo de una caja con dos o tres botellas con nafta, por si se pudría más todo. Cuando empiezan los disparos le gritan ‘Brujo, la caja’, y cuando se dan vuelta el Santi la había tirado al piso y se defendía a piedrazos. En ningún momento dije ‘Santiago tiró bombas molotov’, no hay ningún peritaje que diga eso. Lo que sigue es delirante, ¿te persigue la policía y corres con una caja? Por lo que me contaron él se deshizo de las botellas antes que Gendarmería rompiera la tranquera. Volvió a la casilla por su mochila, y corrió hacia el río. Eran siete pibes contra 150 milicos.
–¿Quién es “la uno” que supuestamente lo ayudaría a salir del país?
–No tengo idea. En ese momento me recomendaron que me fuera un tiempo. Transcriben palabras que no existen, que Santiago estaba meta ‘toscuso’ y ‘toncaso’. Y después dicen que yo miento. No estoy en ninguna agrupación política, me causa gracia que me digan ultrakirchnerista. Podría ser anarquista, no hay uno ni dos. Cuando fui a declarar sobre la llamada del 2 de agosto, el juez Otranto me dijo ‘Garzi, usted va a quedar como testigo de identidad reservada’, es decir, surgió de él. Pero quedó como que yo era testigo protegido cuando jamás aceptaría que me cuide la policía. Eso está filmado. Aún así, Bullrich me mencionó en el Senado.
–¿Por qué el Gobierno sigue diciendo que no existió esa llamada?
–Se agarra de que las antenas de Chile no recibieron el impacto, pero la llamada fue saliente en El Bolsón y entrante en Esquel, Argentina. El perito Ariel Garbarz analizó que alrededor del teléfono de Santiago había siete celulares, Otranto y Avila nunca lo escucharon. Pero finalmente el apoderado de Telefónica sacó un comunicado diciendo que la llamada fue exitosa con una duración de 22 segundos, cómo había dicho yo. La llamada me la atendieron, recuerdo muy bien el silencio y los pasos. Tienen que decir que Garzi miente, sino se les desmorona la pirámide, ¿Y si resulta que al lado del teléfono de Santi estuvieron (los funcionarios Pablo) Noceti, Otranto, o fue atendida en la estancia de Benetton? Acá las víctimas somos las responsables. Es una tortura todos los días, por más que decida calmarme, guardarme o hacerme invisible.