Por Tomás Rudich
@Desde que se hizo cargo de la selección alemana de fútbol el 12 de julio 2006 en reemplazo de Jürgen Klinsmann, Joachim Löw nunca había atravesado un momento tan complejo. La impactante eliminación de la “Mannschaft” en la primera ronda del Mundial de Rusia marca, por lejos, el punto más bajo de su extraordinaria etapa.
Los números de Löw en la selección alemana fueron siempre, siguiendo la tradición alemana, tremendamente fiables: en dos Mundiales y tres Eurocopas, llegó siempre por lo menos a las semifinales. Fue tercero en el Mundial de Sudáfrica 2010 y campeón en Brasil 2014, además de alcanzar la final de la Eurocopa de 2008 y las semifinales de los torneos continentales en 2012 y 2016.
Pero no fue sólo eso. Consiguió estos resultados tras cambiar –o más bien evolucionar– la filosofía histórica del fútbol alemán e incorporar un juego de toque que tuvo como espejo a la selección española. Löw fue el padre de un revolución.
Ayer, sin embargo, se quemaron todos los papeles del entrenador nacido en Schönau, en la Selva Negra, hace 58 años. Alemania caminó por el precipicio a lo largo de todo del Mundial de Rusia, pero nadie imaginaba que acabaría cayendo por el abismo ante un rival como Corea del Sur.
Después del gol agónico de Toni Kroos ante Suecia, un triunfo ante los asiáticos hubiera alcanzado a los campeones mundiales. Pero los de Löw no consiguieron ni siquiera un empate. El 2-0 de Corea del Sur, ante una Alemania derrumbada y entregada en los instantes finales, ya está en los libros de historia del fútbol.
El escenario parece surrealista si se miran las estadísticas con las que llegó Alemania a Rusia. El equipo de Löw ganó los diez partidos que jugó en la clasificación europea. Además, con un equipo con muchos rostros nuevos, ganó la Copa Confederaciones el año pasado en Rusia.
Sin embargo, los hombres de Löw parecen haber alcanzando su pico de nivel demasiado temprano. Porque lo que se vio en Rusia fue una sombra de lo que es Alemania.
Löw hizo algunas apuestas arriesgadas antes del Mundial. Dejó afuera a Leroy Sané, joya del Manchester City, en una decisión que generó controversia. Y tampoco llamó a Mario Götze, el autor del gol que dio a Alemania el título hace cuatro años en Río de Janeiro.
Además, apostó por Manuel Neuer en el arco pese a su larga inactividad y renovó su confianza a muchos hombres de la vieja guardia como Sami Khedira, Thomas Müller, Mesut Özil, Mats Hummels o Toni Kroos.
“Siguen siendo jugadores de primera categoría mundial. ¿Por qué poner en duda a esos jugadores? Sería fatal”, señaló el entrenador antes del encuentro ante Suecia en Sochi.
Los históricos, sin embargo, dieron evidentes signos de fatiga en Rusia. Y Alemania firmó su peor Mundial desde 1938. La imagen del final, con Corea del Sur marcando el segundo gol ante un arco vacío y Löw mirando desencajado en el banquillo, parecen impropias de Alemania.
Nadie se imagina un futuro de Alemania sin Löw, incluso tras esta debacle. Un mes antes del Mundial, de hecho, la Federación le renovó su contrato hasta 2022. Pero ahora, pase lo que pase en los próximos años, su currículum tendrá una mancha imborrable.