Será llamada la gran traición. Y hace mucho que sucede. Pero el sombrío mensaje de Washington a los combatientes opositores a Assad del sur de Siria, que no podían esperar ayuda de Occidente en su lucha posterior contra el régimen de Assad o los rusos, figurará algún día en los libros de historia. Es un punto de inflexión en la guerra de Siria, una vergonzosa traición si perteneces a los restos del “Ejército Sirio Libre” y sus acólitos alrededor de la ciudad de Deraa, y una victoria más para el régimen de Assad en su ambición de retomar todo de la Siria rebelde.
Ya, los misiles rusos y las bombas sirias están apuntando al sur y al este de Deraa y fuera de Quneitra y Sweida después de que los combatientes de la oposición rechazaran una paz negociada la semana pasada. Los refugiados huyen nuevamente de las ciudades. Pero las palabras del mensaje estadounidense a los combatientes, publicadas por Reuters y hasta ahora no negadas por Estados Unidos, son sombrías y sin esperanza: “No deberían basar sus decisiones en la presunción o la expectativa de una intervención militar nuestra. En el gobierno de los Estados Unidos comprendemos las difíciles condiciones a las que se enfrentan y aun se aconseja a los rusos y al régimen sirio que no emprendan una medida militar que viole la zona de desescalada”.
Cuando Washington “entiende las difíciles condiciones” que enfrentan sus milicianos aliados y dice que “aconseja” a los rusos y sirios a no violar un alto el fuego –que fue idea de Moscú en primer lugar–, uno sabe que los estadounidenses están quitándole apoyo a otro grupo de aliados. Pero Estados Unidos también se da cuenta de que sus millones de dólares en entrenamiento y armas han pasado a al-Nusra –alias al Qaida de la infamia del 11-S– y que el frente al-Nusra tiene aldeas y posiciones en las afueras de Deraa, territorio nominalmente en manos de los conocidos “moderados” de la FSA (cuya fuerza mítica, recordarán, fue una vez valorada en 70,000 libras por David Cameron).
Ni Hezbollah ni la relativamente menor Guardia Revolucionaria iraní parecen estar involucrados en la batalla por el sur de Siria; y tengan la seguridad de que los estadounidenses y los rusos, y por lo tanto el gobierno sirio, han acordado que esto debería ser una ofensiva ruso-siria. Tanto Vladimir Putin como quien crea que habla en nombre de Donald Trump habrán asegurado a los israelíes que esta será una batalla interna y que no pondrá en peligro a los Altos del Golán sirios ocupados por Israel. Se supone que el llamado Centro de Operaciones Militares en Amman (o MOC, siglas en inglés) debe armar y financiar al grupo de milicias que aún luchan en el norte de la frontera jordana. Pero no más.
Los israelíes hasta ahora han atacado objetivos sirios e iraníes en Siria, pero nunca al culto islamista del Estado Islámico ni a al-Nusra / al Qaida. Estados Unidos, desesperado por no haber podido derrocar a Assad, ahora parece haber abandonado la oposición armada al gobierno de Damasco, presumiblemente aconsejando a Israel que regrese al status quo en el Golán que existía antes de la guerra siria, cuando las fuerzas israelíes y sirias estaban separados por una zona de defensa de la ONU; es preferible eso arriesgarse a un tiroteo con Irán o, de hecho, con el ejército sirio.
El MOC, según un ex combatiente de la oposición en Damasco, eligió controlar todas las actividades rebeldes –en teoría, la “FSA”– y específicamente se negó a ayudar hace cuatro años cuando los combatientes en la capital buscaron morteros y artillería para atacar el palacio presidencial. Según la fuente, los oficiales del MOC –un comandante británico y un oficial saudí– ofrecieron solo un reabastecimiento de armas pequeñas. Pero esto fue apenas una advertencia de lo que vendría. Desde entonces, los kurdos han aprendido lo que esto significa en el norte de Siria.
Ellos, por supuesto, han bebido dos veces del vil cáliz de la traición. Kissinger se lo sirvió cuando hizo la paz entre Saddam Hussein y el Sha de Irán en 1975, cortando una operación de la CIA de 16 millones de dólares para ayudar a los kurdos a atacar al dictador iraquí. Luego, los estadounidenses vieron cómo Saddam destruía a los kurdos en 1991 después de decirles que se alzaran contra el régimen de Bagdad tras la liberación de Kuwait.
Siria teme que los israelíes ahora creen su propia “zona de defensa” debajo del Golán, similar en estilo, armamento y crueldad a la antigua zona de ocupación de Israel en el sur del Líbano. Esto duró 22 años, pero se desmoronó cuando la milicia libanesa local de Israel, el Ejército del sur del Líbano, tan ineficiente, indigno de confianza y ocasionalmente tan ficticio como el “Ejército Sirio Libre”, se retiró junto con los israelíes en 2000.
Al otro lado del mapa de Siria, sin embargo, es el poder de Occidente el que ahora parece estar en retirada. Si está dispuesto a darle la espalda a sus antiguos aliados en el sur de Siria y en el norte, entonces Rusia es la ganadora (así como Assad) y todas las frágiles milicias que quedan, en Idlib, a lo largo de la frontera turca y ciertamente en el al sur, están condenadas. Las instrucciones de Estados Unidos a sus aliados afuera de Deraa –“la rendición” podría resumirlo mejor– pueden presentarse como una pequeña victoria: Washington puede afirmar que mantuvo a Irán alejado de Israel. Pero también significará que Estados Unidos y la OTAN han abandonado el derrocamiento de la familia Assad.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.