La ciudad de la furia está más furiosa que nunca en vísperas de la sentencia del juicio a varios funcionarios públicos, entre ellos al Jefe de Gobierno, por el derrumbe en una construcción que dejó quince muertos. Los noticieros transmiten en cadena las sensaciones previas al veredicto, los gritos silenciosos en las puertas del Congreso por una sociedad hastiada del desmadre gubernamental, la tensión de un ambiente que preludia el estallido. Programada en la Competencia Nacional del último Festival de Mar del Plata, con estreno comercial pautado para hoy, Terror 5 toma como punto de partida un anclaje plagado de referencias concretas y cercanas (Cromañón, diciembre de 2001 y más) para retorcerlas con los mecanismos más nobles del cine de género: zombies, torturas, asesinos seriales, bullying, juegos de poder, sexo, máscaras de látex y una buena dosis de sangre y violencia explícita. El brebaje tiene un efecto tan embriagador, que por momentos resulta difícil pensar que sus responsables son dos debutantes en el largometraje como los hermanos Sebastián y Federico Rotstein. 

Terror 5 iba a ser otra cosa. Incluso su nombre era otro. Ideado en 2005, era un film colectivo titulado Terror 7 compuesto por siete relatos que transcurrían en una noche. Todo eso quedó en los papeles, y con el correr de los años una de esas historias serviría de materia prima para el corto debut de los hermanos –Liebre 105, que integró Historias Breves 8—, otra cayendo porque “era demasiado extrema”, y las últimas cinco integrando el corte final de la película. Allí están un chico que piensa que va a debutar pero en realidad es llevado de la narices a la particular revancha de sus compañeros de colegio contra sus profesores; una pareja encerrada en el telo con más fisgones que se recuerde; dos amigos esperando ansiosos un par de prostitutas; una fiesta de disfraces con un desenlace fatal y las víctimas del derrumbe volviendo en busca de venganza.

–¿Por qué decidieron trabajar con un formato episódico? 

Sebastián Rotstein: –Estaba concebido así. Nunca pensamos, al menos de forma consciente, “che, filmemos este corto de tal forma y aquél de tal otra”. Lo que teníamos en cuenta era que iban a ir uno detrás de otro, así que necesitábamos una energía que fuera in crescendo. Pero las cinco historias son un tercer acto: entrás y ya estás terminando. Y eso nos llevaba a preguntarnos con qué nivel de violencia teníamos que empezar, porque sabíamos que necesitábamos ir más arriba y no había tiempo para desarrollar tanto. En ese sentido, si reescribiéramos el guión teniendo en cuenta cómo quedó la película, no funcionaría en papel. Ahí se veía bien un corto atrás de otro con una violencia que subía hasta estallar al final. En imágenes pasó a otra cosa porque Terror 5 necesitaba otra estructura. 

Federico Rotstein: –El formato nos servía para encarar cada historia desde un lugar distinto: algunas son más de actuación, otras más de puesta en escena y otras de acción. Nos permitía filmar un montón de cosas y no encerrarnos en una forma. El guión tenía una variedad de recursos enorme. Cada día hacíamos algo distinto, y podíamos jugar con todo. 

–Suena ambicioso para tratarse de una ópera prima.

S. R.: –Nos manejamos con mucha inconsciencia. Orson Welles decía que hay una “confianza de la ignorancia”. Obviamente que Terror 5 no es Ciudadano Kane ni mucho menos, pero sí tuvimos esa ignorancia.

–¿Les interesaba que el relato tuviera un anclaje real?

S. R.: –A mí sí, pero ese anclaje tenía que ser un punto de partida y no el destino. En un momento nos dijimos que la película iba por otro terreno, así que decidimos sacar referencias directas al tema, como el nombre que tenía Jefe de Gobierno que hace Rafael Ferro, que era más explícito.

F. R.: –La catástrofe tiene algo de Cromañón, pero también nos dijeron que podía ser 2001. Tuvimos cuidado con eso porque no queríamos que se interpretara como que estábamos opinando de Cromañón, sino sobre lo que significó. Acá entran todos en la bolsa, todos los jefes de gobierno y todas las tragedias.

–En una entrevista dijeron que no consideraban a Terror 5 “como una película de terror, sino una de personajes en una situación que se torna terrorífica”. ¿Cuál es el límite entre ambas?

S. R.: –No sé cuál es el límite, pero sí puedo dar un ejemplo, que sería decirle a un actor “actuá el terror” en lugar de decirle “actuá que querés de dejar de servirle un vaso de cerveza a la chica que te lo está pidiendo toda la noche solo para molestarte”. Lo terrorífico para él es lidiar con la situación que lo rodea. El terror sería el expresionismo alemán aplicado a esa situación, algo más explícito desde la puesta en escena, la luz, el montaje, la ambientación. Cuando Scorsese dirigía a Paul Newman en El color del dinero le decía que no se hiciera el gracioso, que la gracia venía sola. De eso nos dimos cuenta en Liebre 105, cuando a la actriz le decíamos que no la estaba siguiendo un monstruo, sino que estaba buscando un auto y tenía la sensación que la perseguía alguien. ¿Cómo actuás que te persigue un monstruo? Es más importante contar la historia de los personajes, cómo se resuelve eso, antes que el terror que los rodea. Son estallidos de violencia. El terror que se presenta es la manipulación del poder que hay en cada historia.

F. R.: –La película tiene un terror más entendido desde lo social que desde lo cinematográfico. 

–El film tiene un acabado técnico que hace difícil pensar en una producción chica. ¿Cómo se trabaja en esas condiciones?

F. R.: –Con sangre, sudor y lágrimas. Le metimos mucha cabeza. El mundo del cine cambió mucho, hoy competís palmo a palmo con cualquier tanque de Hollywood y después, si vas a Netflix, tenés mil cosas para ver; ya no podés bajar de un estándar de calidad casi por una cuestión de competencia de mercado. Es algo que nos gusta. Hay un valor político y formal en lo estético, y parte del vuelo de una película pasa por una propuesta contundente en ese sentido. Si no, hay algo del orden de lo cinematográfico que se pierde. Hay que conocer muy bien la película, qué cosas dan bien en cámara, qué máscara de látex usar para que no se vea trucha. Es sentarte a pensar y rodearte de gente que lo puede lograr. En los rubros estéticos y visuales teníamos un equipo muy capaz que sabíamos que iba a llegar al estándar de calidad que queríamos con lo que pudiéramos darle.