“Lo que aquí importa es el deseo. En una sociedad donde molestan las mujeres deseantes, gozosas, Manuel Puig –que admiraba tanto el universo femenino– logró una compresión tan honda, logrando enunciar y denunciar ese rechazo de una forma que denota su tremenda sensibilidad, su gran empatía. Él sabe percibir esos deseos que habitan en el inconsciente, porque en la vida cotidiana parecieran no tener lugar, sometidas como están ellas a los mandatos que les han impuesto…”. En charla con Las12, así se refiere la actriz Sonia Novello a Misterio del ramo de rosas, obra en la que actúa junto a Claudia Mac Auliffe cada domingo, en el teatro Payró, donde ponen estas fogueadas intérpretes el cuerpo a un melodrama irónico. Interpretando respectivamente a una enfermera apocada y a una paciente autoritaria que van develando secretos tormentos y fantasías sorprendentes en los cruces que estallan en la habitación de clínica privada. Todo ello en una fina trama donde la intriga y los acentos sentimentales -sobra decir- no podían faltar. “Es una obra que habla de la ilusión de tener una ilusión…”, aporta Mac Auliffe, en la ficción contundente viuda ponzoñosa y desdeñosa, internada por una depresión, con quien la templada enfermera Novello tendrá que lidiar de continuo. Con sutiles ardides, de ser necesario.
Estrenada originalmente en Londres en 1987 (con Brenda Bruce y Gemma Jones como intérpretes) y luego en Los Ángeles en 1988 (con Anne Bancroft y Jane Alexander), Misterio del ramo de rosas se representó más tarde en Nueva York, Italia, Alemania, Dinamarca, Checoslovaquia… En Argentina, hubo versiones anteriores; por caso, la de Roxana Randón y Ana Padilla, dirigida por Mónica Buscaglia en el año 2000. Ahora es la compañía De Carencia Virtú la encargada de dar encarnadura a esta pieza teatral del “padre del bolero literario”, del realismo experimental oscuro y elusivo, donde la densidad de temas peliagudos –el rol de la mujer, los sueños postergados, la salud mental, la velada amenaza del suicidio, los delirios burgueses, la relación de poder entre clases– son encarados con solvencia y precisión, gracias a otra sensible puesta de Alejandro Vizzotti. Un director que ya había demostrado su destreza en obras tan diversas como Sketches de revista, de Harold Pinter, y Casi un feliz encuentro, de Griselda Gambaro, ambas coprotagonizadas por Novello y Mac Auliffe.
“A mí me gusta no darle todo resuelto al lector. Ofrecerle los elementos y, a la vez, un tiempo durante el cual pueda él poner en orden los datos que yo le doy y extraer sus propias deducciones”, decía Puig en una interviú del ‘79, a cuento de la publicación de Pubis angelical. Idea que fácilmente podría trasladarse a Misterio del ramo de rosas, donde no todo es lo que parece: ni tan tirana la paciente, ni tan inocente la enfermera: ambas personas complejas, marcadas por sus propias historias de vida… Amargas experiencias pasadas se van desgranando en el transcurrir de la obra, explicando una actualidad signada por la soledad. Experiencias que surgen en ensoñaciones, a través de sus muertos que se manifiestan para cantarles las cuarenta, que subliman verdades que ellas han intentado acallar. La gente tiene el mal gusto de querer vivir. Y hay que darle ese gusto. Decirle la verdad es lo mismo que sentenciarla a muerte desde... no sé, desde un tribunal. Pero un tribunal caprichoso, e injusto, le dirá la “patrona” a la enfermera, mientras embiste con sus palabras en un duelo sigiloso, un tire y afloje de puntos de vistas que, más que opuestos, devienen complementarios.
Vale decir que además de oficiar de enferma y paciente, Sonia y Claudia se desdoblan en escena: la una, interpretando a la hija ausente y a la hermana fallecida de la paciente, con quienes dialoga en sus episodios oníricos; la otra, poniendo el cuerpo a la mamá de la enfermera, que asoma durante el horario nocturno… Tamaño reto actoral que les permite tocar diversas cuerdas interpretativas, siempre muy afinadas. “Esa sucesión de sueño, realidad, sueño, realidad es bárbara, porque te enfrenta al desafío de armarla desde el cuerpo: solo el cuerpo y los espacios que crea”, se entusiasma Mac Auliffe. Destacable la iluminación de Mariano Dobrysz, que cumple la compleja tarea de sumergir en el clima onírico y devolver luego a la realidad.
“La consigna de Vizzotti fue no trabajar los personajes tan externamente, no hacer –por ejemplo– la mueca de la viejecita, sino recrear el código relacional que propone Puig”, cuenta Sonia. Y sobre el vínculo de mutua necesidad que van forjando los personajes, suma: “¿Viste cuando se dice, citando a Borges, ‘No nos une el amor sino el espanto’? Bueno, hay algo de eso en Misterio… Hay gente que te saca lo peor, y otra –como aquí sucede– que te saca lo mejor”. Respecto al título de la pieza, aclara Claudia que no espere el público una intriga alrededor de un arreglo floral: “Al igual que Maldición eterna a quien lea estas páginas o El beso de la mujer araña, es un título poético, alegórico. Que en este caso hace alusión a la fantasía, al ideal anhelado, a esperar algo más de la vida”. Ilusión es un proyecto nuevo, un cambio de aires, una flamante amistad. No tirar la toalla, independientemente del estado civil, de la situación económica, de la edad...
Misterio del ramo de rosas se presenta todos los domingos a las 18 en el teatro Payró. San Martín 766. CABA.