Pepe Cibrián Campoy irrumpe en el hall de entrada del teatro Astral, y lo hace en compañía de uno de sus perros, un imponente ovejero alemán blanco que responde al nombre de “Quijote”. Es que además de ser el máximo exponente del musical en la Argentina, el director, actor y dramaturgo es un amante de los perros, y ya no sorprende ir a uno de sus estrenos y encontrar entre los palcos a una de sus mascotas observando la obra como un espectador más. 

La cuenta regresiva para su nuevo espectáculo ya está activada. Pepe vuelve a escena como protagonista y director de Lord, un musical de su autoría, que significa además su regreso a las tablas luego de un año difícil en el que pudo superar un cáncer de próstata. Acompañado en la actuación por Georgina Barbarossa, y un elenco numeroso de artistas, y en la dirección por Valeria Ambrosio, Cibrián interpreta a Lord, un hombre que se convierte en una persona avara y ermitaña luego de la muerte de su mujer y su hija. Con una nieta, a quien no quiere reconocer, parece destinado a una vida solitaria y triste, pero distintos personajes, entre ellos los fantasmas de su mujer y su hija, y la misma muerte, caracterizada como una particular vedette llamada Lady Parca, se le aparecen para convencerlo de que modifique su forma de vivir y pensar. La promesa de reunirse con ellos en el paraíso será lo que lo motive para intentar ese cambio. 

Con una escenografía que transporta a un cuento de Lewis Carroll, y una dramaturgia que evoca la historia narrada en Canción de Navidad, la novela de Charles Dickens, Pepe Cibrián se embarca en este proyecto sin Ángel Mahler, su pareja artística durante décadas, y suma en su lugar al músico Santiago Rosso. “Siento que Lord es la obra que más me gusta, porque es la más profunda. No reniego de lo anterior que he hecho, que fue maravilloso, pero esto es un renacer. Sin saberlo, renací con el cáncer, y renazco con esta obra que es totalmente distinta a las demás”. 

– Compartió muchos años la realización de sus espectáculos con Angel Mahler, y en esta oportunidad no estarán juntos. Eso debe haber significado un desafío…

– Sí. Yo sentía que el estilo ampuloso de nuestras obras, como Drácula o Las mil y una noches, había terminado, y que el musical necesitaba otro tipo de cuestionamientos y de situaciones. Hablé muchos años de esto con Angel, y como él tenía otro pensamiento, decidí separarme, y encontré a Santiago Rosso, que es un músico alucinante que nunca había compuesto. Le dije un día: “Vamos a jugar en mi casa, con mi piano”, y así fue, y se generó una música muy distinta. 

– En la puesta, la muerte no adquiere un carácter dramático, sino festivo. ¿Cuál es su pensamiento sobre la muerte?

– Yo creo que mi gente querida y mis perros me están esperando. Estoy convencido de eso, y de eso habla la obra. En ella, y a través de los personajes de Georgina, que está antológica, la muerte es divertidísima y de una gran ternura. El espectador se va a emocionar, pero nunca desde el dolor. Lord es un canto a la vida, que habla sobre el hecho de que si no cambiamos ciertas actitudes, nuestro paso por la vida no será tan grato para los que se quedan acá.       

– En su momento, con la sanción de la Ley de Matrimonio Igualitario, usted tuvo una intervención muy resonante en el Congreso, con la lectura de un texto perteneciente a su obra Marica, y luego, cuando contrajo su enfermedad, también difundió una carta al respecto para concientizar. Ambas temáticas, aún hoy, son temas tabú para una parte de la sociedad…  

– Sí. A todos los programas a los que voy hablo del “dedo en el culo”, y no es porque sí, sino porque si yo le digo a la gente que tienen que hacerse un tacto rectal, para poder detectar un cáncer de próstata, no saben de lo que se está hablando, porque el vocabulario se está restringiendo cada vez más. En cambio, si les hablo del dedo en el culo, entienden. Muchos hombres dicen que no lo pueden hacer porque le tienen miedo al resultado. Creo que el gobierno debería hacer campañas, y las figuras de la cultura tendrían que hablar de esto, como tendrían que haber hablado también del matrimonio igualitario, y no recuerdo que muchos lo hayan hecho, aunque estuvieran de acuerdo con la ley.    

– ¿Va al teatro?

– Acabo de ver Falladas, que me pareció maravillosa, pero no veo tanto teatro porque me aburre un poco. 

– ¿Por qué le aburre?

– Porque no quiero ver obras de Chéjov. Chéjov está para leerlo, y él hizo sus obras en una época donde había una burguesía que comía muy bien, y no tenía problemas de alquiler ni de inflación. Sí creo que esas obras tienen que darse en teatros nacionales, como el Alvear, el San Martín o el Cervantes, y tiene que haber, como había antes, compañías estables que hagan ese repertorio a precios muy baratos para que el público pueda acceder a la cultura, pero, ¿a un chico que está todo el tiempo con el celular le vas a ofrecer La vida es sueño? No. Sí hay que enseñarle a que lo lea en algún momento, aunque dudo que se haga. 

– ¿Cómo ve hoy la situación económica de la actividad teatral? 

– Nací en un teatro, y desde que tengo uso de razón el teatro ha estado en crisis. Hay veinte mil teatros alternativos geniales, donde lamentablemente hacen una función por semana, y en el teatro comercial, cuando las obras son muy buenas y gustan, se producen éxitos como Toc Toc, La Casa de Bernarda Alba o Casa Valentina. Hay muchos espectáculos que han ido muy bien. La gente va al teatro, acá y en las provincias. Obviamente, va gente grande, y eso ocurre acá, en Nueva York, en París, o en Roma, y no van los jovencitos porque ninguno de ellos puede pagar 180 dólares una platea. En Broadway, los teatros se llenan de turistas. En cambio, acá, cuando va bien un espectáculo, los que vienen al teatro son, en su mayoría, argentinos, aunque venga algún uruguayo, paraguayo o brasilero. Somos un país surrealista. Hay más de 200 teatros. Hay una necesidad de expresar, como hacen algunos grandes monologuistas como Pinti, que hablan de una realidad social y política. Pero, también creo que hay otro teatro que se forja a través de lo “tinellesco”, donde no trabaja gente de teatro, salvo alguna excepción o algunos actores que tienen que trabajar porque tienen que comer. Y me parece bien que se hagan esas obras, porque no joden a nadie, pero eso no es teatro, sino un divertimento comercial y popular. Hay una diferencia entre la gente de teatro y esos otros marcianos que van y vienen, porque son descartables. Quienes antes se subían a un teatro de revista eran de puta madre. Bailaban, se movían, eran bellas, eran bellos. Era otra historia.  

– Usted ha escrito y dirigido la mayoría de sus obras, y en el último tiempo se ha dedicado fundamentalmente a la actuación. ¿Qué es lo que más disfruta hacer hoy?

– Hoy lo que más disfruto es actuar. De hecho, aunque dirijo esta obra junto con Valeria Ambrosio, ella ha cambiado cosas que yo había decidido. Además, ella puso las luces, y en cincuenta años es la primera vez que no pongo mis luces. Estoy feliz siendo actor. 

– ¿Se deja dirigir como actor, o siendo usted director siente la pulsión de intervenir?

– No, en absoluto. Cuando Carnevale me dirigió en cine, me dijo que yo tenía fama de difícil. Y no soy difícil, soy muy respetuoso, y si algo no me gusta, me voy, como me fui de Priscilla por ciertas cosas que pasaron, porque no tengo por qué sufrir. Y si algo me resulta incómodo, lo hablo en privado. Pero me encanta que me dirijan, y Valeria como directora es un placer. 

* Lord se presenta en el teatro Astral (Corrientes 1639), con funciones los miércoles, jueves y viernes a las 21, los sábados a las 20 y a las 22.30 y los domingos a las 20.