Todavía faltan dos semanas para conocer al campeón –esa chapa de bronce para siempre– pero, exactamente a la mitad de Rusia 2018, ya entendimos que este Mundial será recordado como aquel que se jugó fuerte no sólo en las canchas sino también en las redes sociales. Esa gran tribuna para los que se quedaron fuera pero quieren sentirse cerca. Y también para los que están bien dentro: la suma de los seguidores que todos los jugadores mundialistas tienen en Facebook, Twitter e Instagram supera los 2500 millones de personas, exactamente el tercio de la población del planeta. Un foro pretendidamente planetario, pese a que está restringido en India y prohibido en China, los dos países más habitados.
Con todo, la primera fase de Rusia 2018, terminada ayer, dejó algunas huellas y sentó tendencias en la era de la socialmedia, atravesada como nunca por el repentismo y la inmediatez. Ya nadie espera tres días para ver cómo era el arquero de Checoslovaquia a partir de una foto de El Gráfico. La FIFA, dueña de los derechos, tentaculizó su generación de contenidos y se expandió más allá de los medios convencionales, a quienes bendice con autorizaciones para transmitir y numerosas cámaras a disposición pero ya no con la exclusividad del material.
Probablemente muchos hayan descubierto más goles en la compu que en la tele, y eso fue gracias a que las redes oficiales vomitaron y viralizaron material de consumo rápido a cada segundo. Desde los highlights en inglés de tono neutro (con fuerte impronta del sonido ambiente) hasta intimidades en HD postproducidas casi al instante, la FIFA aprovechó el material generado para inscribir su propio discurso. Los relatos de los resúmenes –medidos y desprovistos de afectaciones chauvinistas– trataron de enfatizar durante la primera ronda cierto equilibrio en un Mundial donde el VAR impartió justicia tecnotrónica mientras Corea del Sur desterraba a Alemania e Irán y Nigeria ponían de rodillas a CR7 y a Messi.
Así como Sudáfrica 2010 tuvo el despliegue de Facebook y Brasil 2014 la explosión en Twitter, Rusia 2018 es el espaldarazo definitivo de Instagram, primera y única red social que superó el techo de los mil millones de followers. No por nada esa plataforma esperó hasta el Mundial para sacar a la cancha IGTV, un canal donde se pueden alojar videos de hasta 10 minutos (frente al minuto límite tradicional).
Facebook estima –o aspira a, nunca queda claro– que para 2021 el 78 por ciento del tráfico de datos de dispositivos móviles será por reproducción online de videos. Las redes libran entre sí una carrera hacia contenidos audiovisuales que combinen buena definición y rápida velocidad de descarga con el menor consumo de datos posibles. Así, el microbloging se anuda en una espiral de cada vez más imágenes y menos textos.
Un dato detona todo: 9 de cada 10 personas que miraron los partidos de la primera fase del Mundial usaron su celular durante ese tiempo. La precisión genera paranoia: ¿cómo saben tanto? Por las interacciones, la variable nuclear del rinde socialmedia, el principal término de su impacto. Una cifra que a cada jugador le permite negociar de otro modo sus contratos, desde los deportivos hasta los comerciales.
Los cuatro futbolistas que más interacciones generaron en las tres redes principales juntas durante la fase de grupos fueron Cristiano Ronaldo, Neymar, Lionel Messi y Antoine Griezzman. De acuerdo a como quedaron los cruces de sus países, sólo uno de ellos podría llegar a la final: necesariamente Portugal, Brasil, Argentina y Francia se eliminarían entre sí hacia semifinales. En tanto que la revelación socialmedia del Mundial 2018 ya volvió a casa: fue el islandés Rurík Gíslason, quien llegó a Rusia con 30 mil seguidores en IG y se fue con más de un millón, sobre todo después del partido ante Argentina.
Pero sucede también que por fuera de este circuito de cuentas verificadas y discursos preestablecidos transcurre un universo emancipado de las estrategias de marketing; uno que nace en una intimidad confusa donde lo que uno dice para a dos o diez puede llegarle a millones. WhatsApp y sus derivaciones. La deep web de la viralización. Ese magma de memes y gifs divertidos, pero también de audios y fotos reales con consecuencias incontrolables. Ofertas de verdad que se compran a cada rato más por el precio que por la calidad. Un carrito en el que entra la carne podrida sobre la muerte de Diego tras el partido ante Nigeria, certezas obvias como las que le contaba el Cholo Simeone al Mono Burgos en un audio “filtrado” o los mensajes inquietantes del Gringo Giusti sobre la posibilidad de que él y Jorge Burruchaga reemplazaran a Jorge Sampaoli en pleno Mundial. La versión de una asonada de los jugadores frente a su entrenador comenzó en virales de Whatsapp y continuó en los medios, no al revés.
Durante esa vigilia inolvidable y exageradamente trágica del 22 de junio, tras el 0-3 con Croacia, los celulares eran un hervidero de audios y rumores que abastecían tanto a tacheros como a periodistas en vivo desde Moscú. El NO intentó lo que cualquiera que deseara hacer periodismo: comunicarse con Burruchaga. El único medio posible fue WhatsApp. ¿Su respuesta? Muy acorde con esta era que también se explica a través de los dos tildes azules.