Apesar de que tenía las libertades que cualquier chico de su edad podría soñar, él no estaba contento. Al contrario. Lo manejaba la tristeza. Es que en el departamento que Banfield le alquilaba en el centro de Monte Grande se sentía solo. Muy solo. No le alcanzaba con traer su talento desde Colombia, al contrario, parece que eso lo frustraba. Tanta destreza con la pelota generaba murmullo en todo el club pidiendo la Primera a gritos. No lo completaba casi nada, ni haber llegado al Taladro ni la experiencia previa en Tolima. Sentía que no estaba en su lugar. Pero le llegó una oportunidad... Julio Cesar Falcioni lo llamó y lo convenció de que si quería 'ser alguien' tenía que cambiar su cuerpo, debía dejar de ser 'culón y lento' para transformarse en un volante moderno y correr por la banda porque para el actual DT de Banfield el enganche, su puesto natural, era un raza en vías de extinción.
Lágrimas y lágrimas le costó al oriundo de Ibagué ir adaptándose a un país en el que no lograba hallarse. Tanto fue así que el mismo DT que lo hizo cambiar su juego descubrió un gran secreto: cada vez que la madre de James estaba en el departamento de la calle Rodríguez el colombiano ofrecía su mejor versión. Entonces, les pidió a los dirigentes del club que de vez en cuando le trajeran a la joya del club a su mamá para que le cocine todas las arepas que le hagan falta. Y así se fue torciendo la historia. Ese guiño hizo que el pibe de familia de futbolistas entrara en la historia grande del club y tuviera un ascenso tan meteórico como merecido.
James es ese "Yeims" que juntaba monedas en el predio de Banfield, en Luis Guillón, para poder tomarse el 501 que lo dejaba de vuelta en el centro de su departamento. Ese mismo que cuando en 2011 recibió la llamada para su primera convocatoria con la Selección de Colombia estuvo cuatro días con problemas para dormir. El propio colombiano se lo confirma a Enganche en una charla en pleno centro de Munich, durante la presentación de la camiseta del Bayern Munich. "Nunca me voy a olvidar de ese día. Fue el 30 de octubre de 2011. Atendí y del otro lado de la línea estaba Leonel Álvarez (NdeR: Flamante DT que había asumido en reemplazo del Bolillo Gómez). No solo me dijo que iba a estar en La Paz, sino que iba a jugar. Increíble".
Es el James que dejó Banfield, luego de lograr el único título de su historia, para conquistar Europa y el mundo. Al Viejo Continente llegó a la cima con Real Madrid. En el mundo lo hizo en Brasil 2014, al terminar como goleador del Mundial. Ahora espera en suelos rusos tener la mayor alegría de su vida. A su estilo. Con su calma. A lo James.
–¿Qué se siente ser la figura de Colombia en un Mundial?
–Sé lo que es ser el ídolo de alguien porque cuando era chico yo quería ser el 'Pibe' Valderrama, quería ser alguien en la selección. Valderrama te podía poner un pase que solamente él veía posible. Yo hoy sigo viendo cosas suyas y me pregunto cómo lo hacía. Entonces que otras personas tengan ese mismo sentimiento hacia mí me llena de orgullo y de responsabilidad. Porque hay que ser consciente de los valores que tienes que mostrar para con quienes tienen ese cariño para con uno.
–¿Te adaptaste más rápido de lo que creías a Alemania?
–Es un gran país, aunque haga mucho frío en Munich. Estoy contento porque se trabaja muy bien, y eso te ayuda a progresar. Son más serios, más cerrados que quizás en otros clubes en los que he estado, sin embargo me estoy ya aclimatado.
–Tengo la sensación, analizando ya con el diario del lunes tu carrera, que a pesar de tener ofertas con más 'luces' que la del Porto, elegiste bien.
–Claramente. Irme a Porto fue un gran acierto porque es un club que saca jugadores muy buenos. Estuve tres años, gané títulos y jugué siempre Champions. Fueron tres años muy buenos en los que entendí lo que el fútbol europeo me exigía para estar acorde al primer nivel. Fue el club perfecto. Después llegó Monaco que me sirvió mucho para prepararme para Brasil.
–El Mundial que te cambió la vida.
–Fue algo único. Yo quería hacer una buena Copa del Mundo para después poder pegar el salto a un grande de Europa, ya que es lo que uno siempre imagina. Pero fue mucho más de lo imaginado. Gané la Bota de oro (NdeR: por ser el goleador del Mundial con 6 tantos), llegamos por primera vez en nuestra historia a cuartos de final y encima, ante Uruguay, hice el que terminó siendo elegido como el mejor gol del Mundial. Lo que viví en el Mundial de Brasil 2014 es la mejor experiencia de mi vida.
–¿La única espina fue ese partido con Brasil?
–Cuando estás en los cuartos de final de un Mundial mirás no solamente lo que dejaste atrás para estar ahí, sino que también mirás para adelante porque solo quedan dos partidos ante la gloria. Lloré porque estaba ilusionado con lo que sueñan todos los que patearon alguna vez una pelota en su vida.
–Y tu objetivo previo se cumplió. Pasaste de Mónaco a Real Madrid por 75 millones de euros.
–Un sueño. Desde niño quería ir a allá. No pensé en tener la continuidad que logré el primer año, pero la verdad es que Carlo (Ancelotti) me ayudó mucho al darme la confianza que necesita un jugador para sentirse importante en un grupo. Después llegó Zidane, luego del despido de Rafa Benítez, y nos fue muy bien. Ganamos dos Champions, un sueño, pero no jugué tanto como lo necesitaba. Y como Carlo estaba en el Bayern y me quería lo pensé muy poco.
–Pero duró un mes y medio...
–Claro. Ese fue el problema. Que Carlo salió enseguida y en ese contexto se generan las dudas típicas de un cambio de entrenador. Llegó Heynckes y pensé que no me la iba a hacer fácil por el hecho de ser alemán y de presuponer que iba a tener predilección por otro tipo de característica. Al contrario, fue con quien más jugué. Me entreno muy bien y no tengo dudas que cuando te entrenas bien, juegas bien.
–Es la primera vez que Colombia tiene la vara tan alta en un Mundial. Porque ahora en tu país no esperan que vayan a competir, esperan ser protagonistas, como en Brasil hace cuatro años. ¿Sienten esa presión?
–El haber hecho un gran Mundial en Brasil genera esa presión, es verdad. Para esta Copa del Mundo hay expectativas más altas que las que había antes de 2014. Ahora esperan, lógicamente, mucho más de nosotros. Si estamos bien de la cabeza podemos competir contra cualquiera. Las selecciones están muy fuertes. Quizás más que hace cuatro años. Francia, España, Brasil están muy bien. Colombia tiene que ir partido a partido. Tenemos un grupo joven. No hay tanta experiencia como en Brasil, pero los que están juegan en equipos grandes de Europa y son protagonistas en sus clubes. Eso hace que estemos bien.
–¿Cómo te ves respecto a hace cuatro años?
–En la vida de un jugador cambian muchas cosas en una temporada, por lógica en cuatro años yo he madurado mucho más y tengo otra experiencia. Hace un tiempo largo que estoy en Europa y soy más grande. Siento que he mejorado bastante desde aquel Mundial a este.
–¿Qué tan importante fue Pekerman en tu carrera?
–Demasiado. Es un entrenador que sabe enseñar. Él para mí ha sido como un padre. Me ha ayudado tanto en el fútbol como en mi vida. Es un entrenador que sabe mucho y estoy agradecido a él porque ayudó al fútbol colombiano a cambiar el chip. Todos sabemos el talento natural que tiene el jugador colombiano, pero José nos metió en la cabeza que teníamos que ganar. Por eso logramos lo que logramos. Clasificarnos a dos mundiales seguidos después de 16 años. Con él hemos sabido ganar.
La charla para un poco la pelota, bien al estilo James, para introducirse en la infancia que el ahora 10 del Bayern Munich vivió en Ibagué. En ese lugar, llegaron los primeros recuerdos detrás de una pelota, pero sobretodo sus primeros recuerdos detrás del televisor. Tenía solo siete años cuando se maravilló con una jugada tristemente recordada para todos los argentinos: "Lo que primero recuerdo es el gol de Bergkamp (Dennis) ante Argentina. Me acuerdo como paró la pelota y lo hizo pasar de largo al defensor para darle 'tac' (hace el gesto) con cara externa para poner el 2-1. Tenía 7 años. Lo recuerdo y se me pone la piel de pollo. Después de ese Mundial recuerdo la final con los goles de Zizou".
El tiempo se termina y él, con la misma sonrisa con la que se fue de Argentina se despide amablemente. Es que en el fondo, y a pesar de ser el más colombianos de los colombianos, es ese mismo pibe que sufrió para dejar de ser el Yeims Rodríguez de Banfield para pasar a ser el James Rodríguez del mundo.