La convivencia de los vecinos con los 28 mil contenedores negros y las 3600 campanas verdes no es buena en ninguno de los barrios, aunque hay zonas más conflictivas que otras. Los habitantes de Lugano denuncian que se sienten el basural de la ciudad de Buenos Aires por la falta de recolección diaria, en otros barrios se quejan los vecinos porque no les gusta tener el contendor en la puerta porque genera olores nauseabundos y cuando se desbordan la basura les llega casi hasta adentro sus casas. Sin embargo, las deficiencias del sistema no sólo se sienten en los barrios más postergados, sino que las quejas se repiten incluso en aquellos donde hay mayor presencia Gobierno de la Ciudad.

Las quejas recurrentes pasan por la mala recolección, sobre todo en el sur, donde debe ocuparse directamente el gobierno de la ciudad, y la mala ubicación de los contenedores, porque obstruyen rampas, bloquean la visión de peatones y conductores a la hora de cruzar la calle, generan olores y se desbordan, la gente saca la basura durante todo el día sin respetar los horarios y se mezclan los desechos porque no está claro el sistema de separación.

“Somos el basural de la Ciudad”, enfatizó Bruno Bevacqua, de Vecinos Organizados de Lugano 1 y 2, sobre las condiciones en la zona sur. 

Desde que Mauricio Macri era jefe de Gobierno opera en la Ciudad de Buenos Aires el sistema de contenedores urbanos, para que los ciudadanos separen los residuos domiciliarios y evitar así el desparramo o depósito de bolsas en la vía pública. Pero cuando los contenedores se saturan, los residuos no son retirados o se desconoce cómo y dónde se deben depositar los distintos materiales dese- chables y reciclables, las calles se convierten en un gigantesco basural. 

Según datos de la Defensoría del Pueblo, en la Ciudad viven 2.891.000 personas que generan 6760 toneladas de residuos por día. Entre los materiales que se recuperan de esos desechos y los que rescatan los cartoneros, se reutiliza la mitad. Las 2999 toneladas restantes se entierran. En CABA, 5324 recuperadores urbanos oficializados por el gobierno rescatan 530 toneladas de basura por día. Otras 900 son recuperadas por 5000 que trabajan de manera informal. Es decir que gracias a ellos, 1430 toneladas no van al relleno sanitario.

Desde el Ministerio de Ambiente y Espacio Público de la Ciudad de Buenos Aires aseguraron que hay instalados 28 mil contenedores negros (ubicados uno por cuadra) para el depósito de desechos orgánicos, 3600 campanas verdes y 300 puntos verdes para el depósito de los materiales secos con los que trabajan las cooperativas de reciclado. Y si bien aseguraron que los contenedores negros se vacían todos los días, las quejas de los vecinos ponen en evidencia que no es así y que en ciertas zonas hasta están olvidados. 

La zona de mayor abandono es la de Lugano, justamente donde la recolección de basura depende del gobierno de la ciudad. Los vecinos aseguran que viven en un basural. Bevacqua explicó a Pagina/12 que “no levantan la basura, los contenedores negros si los vacían una vez por semana es mucho y todo se va acumulando”. 

 Y agregó: “Más allá de que siempre hubo un abandono con el sur de la ciudad, creemos que es como para avalar la quema de basura. Yo estoy convencido. Ellos se quieren agarrar de que no dan abasto para levantar la basura y justificar la quema”. El vecino se refiere específicamente a la ley que aprobó la Legislatura de la Ciudad, que le permite al gobierno instalar plantas de incineración y lo habilita, después de años de estar prohibido, a quemar basura. Esta ley fue suspendida ayer por la jueza Elena Liberatori (ver aparte).

Mientras que algunos vecinos de la zona sur se sienten directamente abandonados porque no recogen la basura de los contenedores, en otras zonas, como en Palermo, los reclamos se focalizan más en los inconvenientes que provocan los contenedores negros, porque anulan carriles, obstruyen rampas de discapacitados, tienen las tapas rotas y son pesadas y no todos las pueden abrir, algunos no tienen ruedas, bloquean desagües e inundan las veredas, colapsan, quitan espacios de estacionamiento y obstruyen el alcance visual, tanto de conductores como de peatones a la hora de cruzar en las esquinas.

Los pedales no funcionan, no los limpian y la basura llega a veces hasta la puerta de las casas. Esto genera batallas entre vecinos, porque nadie quiere tener el contenedor frente a su domicilio y por eso lo van moviendo a lo largo de la cuadra y se lo van pasando de puerta en puerta. 

Si bien la queja no es la falta de recolección, porque en estas zonas se hace “casi todos los días”, Pablo Sebastián Zanotti, que vive en El Salvador y Salguero, padece el contenedor en la puerta de su casa.

“El tema es  la cultura de la basura. Un día de frío no sentís nada, pero en verano, con 40 grados, no se puede pasar por la puerta y me afecta porque está exactamente en la puerta de mi casa, no puedo hacer una reunión, festejar un cumpleaños, nada. No se puede aguantar”, explicó Zanotti en diálogo con PáginaI12.

En un informe de la Coordinación Ejecutiva de Derechos Urbanos, Ambiente y Espacio Público titulado “Basura Cero: Combustión, Inclusión y Cuidado Ambiental” de la Defensoría del Pueblo, aseguraron que en la ciudad “cualquier contenedor de residuos domiciliarios es sospechoso de ser un depósito de residuos peligrosos”. Precisaron que “allí conviven restos de medicamentos, escombros, pilas usadas, plásticos con retardantes de fuego, residuos electrónicos, papeles y cartones, metales no ferrosos, vidrios, restos de poda y jardín; todos ellos disimulados entre los llamados ‘residuos húmedos’, únicos que deberían aparecer en el contenedor”. 

Para la Defensoría, “la ciudad está contenerizada”, lo cual destacan, pero el contenido de sus contenedores confirma para ellos “el fracaso del aspecto más importante de la gestión de Residuo Sólido Urbano (RSU): la participación ciudadana, la separación en origen”. 

Según el informe de la Defensoría, en torno de la red de contenedores negros que ya forman parte del paisaje urbano, día a día se despliegan miles de “cartoneros”. Para el estudio de la Defensoría, las cooperativas de recuperadores urbanos son una estrategia socioambiental que por medio de prácticas populares de organización aseguró la supervivencia de miles de ciudadanos. Una política pública los legitimó como actores genuinos y necesarios de un sistema de higiene urbana que hoy los tiene como actores necesarios.

En diciembre de 2002 comenzó a implementarse la Ley 992, que dio lugar a la creación del primer organismo estatal de la entonces ciudad, que se ocuparía de la temática de los nuevos trabajadores de la actividad, el Programa de Recuperadores Urbanos (PRU). Desde entonces se dedican a clasificar los materiales separados y a venderlos a distintas empresas que los reciclan y los convierten en nuevas materias primas. Parte de este cambio tiene que ver con el trabajo de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), que impulsó la organización de los trabajadores de la economía popular y la formación de las cooperativas, un eslabón más que importante en la cadena de la recuperación y reciclado de residuos de la ciudad.  

“Se logró que los cartoneros que ya trabajaban de cartoneros pasen a cobrar y a recibir un reconocimiento por parte del Estado. Actualmente hay doce cooperativas que tienen un contrato con el gobierno por una determinada zona, con la responsabilidad de hacer la recolección diferenciada y reciclar los materiales. En ese camino se han conseguido algunos derechos básicos, como que el Estado reconozca que es un trabajo, se entreguen  uniformes y el apoyo a la logística con camiones y colectivos”, contó a PáginaI12 Alejandro Valiente, del Equipo Técnico de la Federación Argentina de Cartoneros, Carreros y Recicladores y miembro de la CTEP. 

Desde los primeros años del PRU aparece la idea de los Centros Verdes, que años más tarde serían los Puntos Verdes, puntos estratégicos de la ciudad entendidos como lugares donde se permiten las tareas  de selección, enfardado y acopio de materiales de reciclables para los recuperadores urbanos.  

“Los 300 puntos verdes en realidad son unos 15 o 30 que están en la plazas, que son centros de entrega voluntaria con atención. Son como unos contenedores donde hay una persona que te recibe los materiales reciclables. Esos centros verdes andan bastante bien porque el material que lleva la gente es de buena calidad y después ellos completan a 300 con tachos de basura directamente, que son sin nadie que te reciba los materiales sino que la gente voluntariamente los deja y ésos no tienen tan buena calidad de materiales. Y ésos los pusieron en algunos supermercados, en algunos estacionamientos o en distintos lugares y así llegan a los famosos 300. Ahí la calidad del material baja bastante”, precisó

Las grandes ciudades modernas enfrentan el problema de la basura como uno de los más graves a nivel ambiental. Un elevado porcentaje del presupuesto anual es invertido en ellos, y cómo se genera y qué se hace con los residuos domiciliarios es una responsabilidad de todos los integrantes de la sociedad, pero sin la intervención adecuada del Estado sería injusto culpar a los vecinos de convertir las calles de la ciudad en un basural. 

“Nosotros queremos transmitir a la sociedad, sobre todo en zonas de mucha densidad de población, donde el que se ocupa de sacar la basura es el encargado de edificio, que lo mejor es el contacto directo con el cartonero de la cuadra. Esa debería ser la prioridad, porque uno se asegura que el material va a llegar a la cooperativa, que se va a reciclar, no se va a mezclar con otros materiales. Como segunda opción, el punto verde de reciclado con atención al público. Y por último los contenedores con forma de campana, porque ahí se mezcla, la gente los usa mal y tiran materiales no reciclables y la verdad que el material de las campanas verdes suele ser el peor”, concluyó Valiente.