Fotógrafa híper prolífica, revolucionaria, camaleónica, Cindy Sherman, que nació en Nueva Jersey en 1954, dio vida a incontables mujeres. Habitaron su cuerpo desde damas golpeadas por la vida, ya desahuciadas, deformadas con impactantes protuberancias, sometidas a múltiples cirugías estéticas hasta otras glamorosas e enigmáticas e incluso destacadas protagonistas de obras claves del Renacimiento.
En el Malba la Cindy Sherman-Richard Prince, Colección Astrup Fearnley, con curaduría de Victoria Giraudo y Gunnar Kvaran, incluye las series más representativas de estos dos referentes de la fotografía contemporánea. De Sherman, hay imágenes de sus series Disgust pictures (que representa el mundo del asco); Untitled Film Still; History Portraits y Sex pictures, entre otras.
Desde chica, a Sherman le fascinaba disfrazarse; de joven, ya en la universidad, para ir a reuniones y fiestas se caracterizaba de distinto modo hasta que decidió llevar su pasión a la fotografía. Sus imágenes son eficaces: al verlas es imposible dejar de imaginar la historia de vida de esos personajes anónimos (no titula sus fotos). Uno no percibe a alguien disfrazado: alquimista, Sherman tiene la capacidad de volverse otra en cuerpo y alma en cada toma. Lo logra con un sutil estudio de la psicología del personaje y de su contexto.
Integrante de la denominada Pictures Generation (Generación de la Imagen), con sus fotos perfomáticas, que condensan una milimétrica puesta en escena, Sherman revolucionó la fotografía contemporánea. Para convertirse en otra, usó pelucas, prótesis, sofisticados maquillajes, máscaras, pechos ficticios. Cinematográficas, sus imágenes son como capturas de historias con final imprevisible, abierto a la interpretación del espectador.
Apasionada de las películas de terror y de suspenso, Sherman reconoce que pertenecer a la primera generación que creció con la televisión la marcó más que el arte. En Untitled films stills (serie en blanco y negro, con una imagen que parece antigua) posó vestida como las actrices de las películas de los años 50 y 60. Recreó filmes que jamás existieron y que en sus fotos la tienen como protagonista.
La suya es una vida de película donde el backstage es fundamental. “Para ella lo central está en la preparación: es muy parecido a lo que ocurre con una película. Hay que medir el ángulo, la luz, analizar dónde estará la actriz y dónde se pondrán las cámaras: el momento de filmar es muy caro y todo se prepara cuidadosamente”, dice Giraudo, co-curadora de la muestra.
Con sutil acidez, Sherman se detuvo en algunos estereotipos femeninos. Además, la mujer de clase media americana –ella también lo es– conforma el blanco de varias de sus fotos. En Untitled #402 (2000) una mujer, cuyas facciones se han deformado por efecto de múltiples cirugías, posa sonriente luciendo una camisa estampada con el diseño de la bandera de Estados Unidos. En Untitled #466 (2008), en una casa decorada con columnas imitación estilo corintio, una mujer lleva un vestido marroquí –o símil–, cuyo tajo deja ver el calzado color rosa como el que puede comprarse en un supermercado. Emular la juventud y la historia, así como pretender copiar algo que termina delatando su origen oropel son algunos de los rasgos con los que la artista amasa el perfil de estas mujeres de clase media americana.
“Siempre personifica a mujeres más grandes o de su generación, como las mujeres de sesenta años que se empiezan a desfigurar la cara con bótox y cirugías estéticas. Con sus caracterizaciones, ella va envejeciendo a medida que avanza su trabajo. Ella abraza esta idea: es una actitud feminista. Antes esto era un tabú en la cultura americana de las celebrities y la exaltación de la juventud, donde se hace de todo para ocultar la edad”, señala Gunnar B. Kvaran, co-curador de la muestra y director de Astrup Fearnley Museet de Oslo, de donde provienen las obras.
Sherman buscó nuevas expresiones artísticas. Con un tratamiento pictórico de la imagen, en la serie History Portraits la artista deviene protagonistas de famosas obras de arte. Cuando el sida golpeó norteamérica, hizo la serie Sex Pictures (con iconografía vinculada al sexo y a la violencia) donde se corrió de la escena. Su maestría logra un artilugio: simples maniquíes y muñecas articuladas parecen cuerpos mutilados, violentados, sometidos a atrocidades. Son protagonistas de escenas que estremecen.
En una foto de la serie Disasters que puede verse en el Malba, y que Kvaran define como crimen apocalíptico, cerca de un cadáver semienterrado, hay un pequeño espejo que es un guiño al espectador y en el que se reflejan unos ojos. ¿La mirada de Sherman?, ¿acaso del asesino?
Ya había experimentado unos años antes con nuevas formas narrativas para contar historias cuando la revista Art Forum le pidió que hiciera la fotografía de la doble página central (asociada tradicionalmente a una mujer glamorosa y sensual). Sherman plantó la foto de una mujer en la cama, con parte del rostro en penumbras, que cubre su cuerpo con la sábana de modo extraño: da la impresión de haber pasado por una situación dolorosa. “Sherman muestra la manipulación de la imagen con un leve desplazamiento del tema: tiene que ver con el feminismo, y con el uso indebido de los cuerpos de las mujeres en los medios”, dice Kvaran.
Sherman es capaz de calzarse infinitas máscaras para sobrevivir en sociedad. Sus fotografías performáticas nos recuerdan que la vida es también una compleja puesta en escena.
Cindy Sherman-Richard Prince, Colección Astrup Fearnley se puede ver en el Malba, Av. Figueroa Alcorta 3415, de jueves a lunes de 12 a 20; miércoles de 12 a 21.