El ascenso al gobierno de la Alianza Cambiemos consolidó un espacio de disputa por la construcción del orden político y social. Espacio que surge a partir de las tensiones presentadas al interior de la hegemonía kirchnerista y que posibilitaron la conformación de una contrahegemonía que aún procura desplegarse.
El kirchnerismo fue la fuerza política que hegemonizó el nuevo escenario posterior al régimen de convertibilidad. Desde un discurso que le permitió articular una lógica equivalencial de demandas, se posicionó en un lugar de antagonismo a la experiencia neoliberal y consiguió con éxito suturar el orden abierto luego de la crisis de 2001–2002.
En el comienzo del periodo 2003–2015, la política económica se apoyó en un dólar alto, que brindó una mayor competitividad al sector agroexportador y, al mismo tiempo, impulsó la sustitución de importaciones de determinados bienes, generando superávit de balanza comercial y un aumento en el stock de reservas. Se iniciaba así un ciclo de reindustrialización y reactivación de las capacidades productivas en el mercado doméstico.
Por un lado, el gobierno desplegaba su lógica articulatoria entre los sectores empresariales de la industria nucleados en la UIA con mayor orientación al mercado local y, por otro lado, lograba el acompañamiento de la CGT, de cara al repunte del empleo y al aumento del poder adquisitivo de los salarios. Por eso, las instituciones de las relaciones laborales ocuparon un lugar fundamental para la conformación hegemónica. El protagonismo de las negociaciones colectivas puede observase en la magnitud de homologaciones de acuerdos colectivos, que posibilitaron un reordenamiento del espacio sociolaboral.
La conformación de ese nuevo orden, que buscó articular a los sectores empresariales y sindicales, demandó de una necesaria y activa participación estatal para constituirlo y posteriormente conducirlo.
Con el inicio de la crisis internacional de 2007–2008, la política se orientó cada vez más a amortiguar sus impactos sosteniendo la actividad interna. Inicialmente, los fondos especulativos a escala global tendieron a dirigir sus inversiones hacia los derivados de los bienes primarios, provocando una suba significativa en los precios de los alimentos. Esto generó que el gobierno, en función de controlar la suba de los precios internos, intentará aumentar los derechos de exportación.
En ese marco, se originó el conflicto con las patronales agrarias que, excediendo el marco sectorial, involucró diversos actores en la confrontación con el gobierno, constituyéndose una contrahegemonía incipiente que cobrará mayor notoriedad hacia finales del periodo.
Surgen entonces los primeros problemas que irían conformando el escenario de restricción externa, dando lugar a la fase contractiva del ciclo y generando la agudización de tensiones entre los diferentes actores sectoriales, provocando debilidades en el accionar del gobierno y minando su capacidad de articulación del campo político y social.
Las posiciones confrontativas hacia el gobierno nacional comenzaron a acrecentarse. La CGT se fragmentó entre opositores y oficialistas, frente a un contexto de menor expansión del empleo y en las dificultades de sostener el poder adquisitivo. Por su parte, la UIA comenzó a direccionar sus críticas a la política económica, haciendo hincapié en el “atraso cambiario”, con el objetivo de recuperar competitividad vía devaluación.
El escenario contrahegemónico llegaba a cobrar mayor relevancia al incorporarse actores sociales urbanos de ingresos medios y altos, que exhibían su rechazo a las políticas de restricción sobre el mercado de cambios.
Los lazos articulatorios de la hegemonía kirchnerista comenzaban a debilitarse. En un principio el discurso contrahegemónico emergió desde la lógica diferencial y, posteriormente, se expresó con plenitud en términos de antagonismo, con capacidad de desplegar una lógica equivalencias de demandas, expresando una alternativa al orden político y social existente.
La Alianza Cambiemos revela un cambio en la lógica articulatoria, marcando sustanciales diferencias con el orden hegemónico anterior. La composición contrahegemónica, en relación con el cambio de orientación de su política económica, pone sobre relieve las dimensiones financieras y primarias de la economía nacional, colocando en un segundo plano a los actores sectoriales vinculados al ámbito de la industria.
* Politólogo, Fsoc-UBA. Magister en Historia Económica y de las Políticas Económicas, FCE-UBA. Centro de Investigaciones de Historia Económica, Social y de Relaciones Internacionales, Cihesri, FCE-UBA. Docente universitario, FCE-UBA.