Argentina es un equipo con Messi y otro equipo sin Messi. No es novedad, hace rato que se sabe que así son las cosas. También es una obviedad que Messi rinde mucho más si se lo rodea bien, si tiene socios como los del Barcelona, pero aun sin ellos es capaz de rebuscárselas en la Selección para contagiar a los compañeros, achicar a los adversarios y definir con jugadas de su sello, como lo hizo contra Ecuador en el partido que permitió que la Selección llegara a Rusia. Y ayer, que se lo necesitaba una vez más para equilibrar las fuerzas ante un rival superior, Messi hizo poco y nada. Se le puede anotar el pase a Agüero en el tercer gol, cuando ya se acababa el tiempo, y con un poco de buena voluntad se le puede agregar una pelota cortada a Meza sobre la derecha. Sus únicos tiros al arco fueron una media vuelta, una masita, que Mercado desvió hacia la red. Y un derechazo débil, entrando por el medio, después de un quite de Di María, una de esas que no suele fallar y le salió un tirito de derecha. Se lo vio molesto, fastidiado, resignado, caminando la cancha, sin intentar, y todo eso se le notó demasiado en la comparación con las ganas que pusieron sus compañeros para pelear el partido y por momentos dejar la sensación de que se podía llegar a ganar. Jugadores técnicamente muy inferiores y de los que no se puede esperar milagros, como Mascherano, Otamendi, Mercado y Di María, empujaron a los franceses, dejaron el alma en la cancha e hicieron creíble la idea de que los futbolistas argentinos tienen un plus de amor propio que los caracteriza.
Más allá de la posición que ocupó en la cancha, por el medio y sin un referente de área por delante, Messi no se mostró demasiado, se entregó mansamente a la telaraña montada por los rivales, perdió tres o cuatro pelotas fáciles y en general dejó la impresión de que no está bien mentalmente, que algo le pasa. Los que conocen la intimidad del plantel dicen que hay cuestiones personales que lo afectan. Difícil saber si con un Messi más enchufado (en largos pasajes del encuentro con Nigeria se lo vio cerca de su nivel) se pudo cambiar la historia de esta derrota. Tal vez nada cambiaba o solo se modificaba la imagen fantasmal que el mejor jugador de estos tiempos dejó sobre la cancha, mientras Mbappé enloquecía a los defensores argentinos.
Seguramente no hay que caer en la exageración de cargar todas las culpas sobre Messi. Son múltiples los factores encadenados los que llevaron a esta eliminación, pero si el foco se pone solo sobre este partido hay que decir que demasiado hicieron los cuatro, los siete y las sotas de copa sin el as de espadas.