PáginaI12 En rusia
Desde Moscú
La última imagen, la del penal que terminó con todo, es muy curiosa. Aspas le pega al medio del arco, Akinfeev, el arquero de Rusia, se tira a la derecha, hace un movimiento raro, ¿una chilena?, no, pero se parece; ¿una tijera? Algo así, un movimiento acrobático y la pelota le pega en el pie y sale y no es gol y es clasificación de Rusia para los cuartos de final y eliminación de España. La imagen es todo un símbolo, los rusos aguantaron como pudieron, sacaron con la cabeza, con el pie, con el alma, y tuvieron una recompensa con la que no soñaban ni sus hinchas más fanáticos antes del partido.
España, el gran candidato del Mundial, el de las estrellas del Real Madrid y el Barcelona que se comía a los chicos crudos, el que le dio un paseo monumental a la Argentina que todavía duele, se quedó afuera antes de tiempo, eliminado por un rival infinitamente inferior. Fútbol loco en un Mundial que sigue destapando cajas de sorpresas.
En los 120 minutos de su sufrido partido contra los dueños de casa, el equipo que dirige Hierro (¿dirige realmente?) tuvo un 74 por ciento de posesión de la pelota, cometió menos faltas, tuvo más situaciones de gol, jugó siempre en el terreno del rival, pero se quedó con las manos vacías, porque el empate 1 a 1 obligó al alargue y a la definición por penales y ganaron los menos dotados.
Cuando a los 10 minutos de iniciado el partido en el que uno tocaba y otro miraba Ignashevich clavó la pelota en su propio arco tras un tiro libre de Koke, parecía que el partido se iba a desarrollar por los carriles normales imaginados por todos.
También por los ingenuos responsables del manejo de los altavoces que pusieron la canción “Que viva España” para saludar el gol. (Imaginar por un momento una situación similar en la Argentina, en Uruguay o en Brasil.) Era un partido simple para España.
Tocaba Isco, tocaba Silva, tocaba Asensio, bajaba la pelota a Busquets, de ahí para Jordi Alba, puro toqueteo español ante un rival qué no salía a buscar y acomodaba el cuerpo detrás de la línea de la pelota con un paredón de cinco jugadores delante del arquero y otro unos metros más adelante. Pero España se enamoró de su franeleo, no fue a buscar y terminó aburriéndose y aburriendo a todos. El público empezó a hacer la insoportable ola cuando en un centrito aislado cabeceó Dzyuba, el 22 de Rusia, saltó Piqué, de espaldas pero abriendo exageradamente los brazos. Penal. Penal aunque estuviera de espaldas. “Sí, claro, penalazo”, dice Javier Castrilli, que trabaja para la TV norteamericana, en el centro de prensa. Lo tiró el mismo 22 y fue gol. Uno a uno. Primera sorpresa de la tarde.
España no se desesperó, pero se empezaron a desesperar sus hinchas (unos 5 mil en la cancha, bastante silenciosos por cierto) que veían cómo los ataques rebotaban una y otra vez contra el frontón ruso. Hierro puso a Iniesta por Silva, después a Carvajal por Nacho, más tarde a Aspas por Darío Silva y en el tiempo suplementario (se permite un cambio más) a Rodrigo por Asensio, pero el 1 a 1 no se quebró. Iniesta jugó todas redonditas, pero no alcanzó, Rodrigo desbordó una vez en una gran acción, pero la jugada no terminó en gol. Sobre la hora hubo una agarrada múltiple en el área rusa (“debieron cobrar para España”, dice Castrilli), pero el juez dijo siga siga.
En la definición por penales se dio esta secuencia:
Iniesta, gol
Smolov, gol.
Piqué, gol
Ignashevich, gol
Koke, al medio, ataja el arquero ruso.
Golovin, gol.
Ramos, gol.
Cheryshev, gol Rusia 4 a 3.
Aspas, acrobacia de Akinfeev y aquí no ha pasado España. Cuatro a tres en los penales. Final.
En el medio de los festejos metieron una bandera con los colores de Rusia y esta inscripción: “Nacieron para convertir un cuento de hadas en realidad”.