En su célebre análisis sobre Casablanca (Michael Curtiz, 1942), Umberto Eco sentenció que “dos clisés dan risa, cien conmueven”. De haber tenido la chance de ver Sharp Objects (estrena el próximo domingo a las 22 por HBO), el italiano habría sonreído con sus arquetipos del denominado “gótico sureño” hasta que por la sumatoria de golpes le habría levantado el pulgar. La miniserie de ocho episodios asume ese subgénero ampliamente explotado en el mundo de las series de los últimos tiempos (Rectify, Bloodline, The Preacher, Ozark, Hap & Leonard) sin culpa alguna. Son historias en las que el espacio configura una encerrona, un territorio donde el tradicionalismo y los ritos se pelean con la modernidad, lo soporífero da pie al horror o al realismo mágico, hay modales fuertes, se toma tanto té helado como alcohol y los personajes no pueden salir de su espiral de autodestrucción.
Sharp Objects se centra en el viaje físico y emocional de Camille Preaker (Amy Adams) al volver a su pueblo natal. La periodista ha sido enviada hasta el corazón de Missouri para cubrir la desaparición en cadena de varias chicas jóvenes. Preaker había intentado escapar de su hogar y es evidente que los demonios la siguen acechando. “La vida es presión, madurá”, le espeta su jefe frente a su negativa de tomar el trabajo. En su terruño la esperan mamá Adora (Patricia Clarkson), su media hermana Amma (Eliza Scanlen), su padrastro y el fantasma de otra hermana fallecida en circunstancias misteriosas. Por otro lado está el caso a investigar con esas bellezas sureñas perdidas. Nadie confía en una outsider, menos en una que se fugó y posiblemente tenga la respuesta para entender lo que pasa en ese pueblo maldito. Tampoco Camille hace demasiado por agradar a sus viejos vecinos y a las autoridades. Está en un trance de los malos, desempolvando lo que más temía a base de sexo oscuro, cortarse la piel y hectolitros de alcohol. El motivo de su despecho con Wind Gap aparece con un uso singular del flashback. No se trata de la simple evocación del pasado. A partir de un montaje en ráfagas, más juegos de ángulos en planos, la memoria disociada de la protagonista hace lo suyo dentro de un relato que se sabe perturbador y juega a la fragmentación. Así aparecen palabras como “sucia” escrita en el baúl de un coche y cicatrices en su cuerpo. Eso es apenas un ágape: Camille puede masturbarse con el recuerdo de su encierro en una casucha que parece el escondite de un asesino serial.
La ficción está basada en la primera novela de Gillian Flynn, quien luego se despachó con Perdida, llevada al cine por David Fincher en 2014. Es decir, se trata de una narradora con gran pericia en eso de delinear thrillers psicológicos protagonizados por mujeres que nadan en mar picado. En un momento se había pensado en hacer un largometraje, lo cual para Adams (que además oficia de productora) habría sido un desperdicio. “Camille necesita ser explorada en ocho episodios. Hacerlo en noventa minutos habría sido una trampa. Su monólogo interno es imposible de capturar en tan poco tiempo”, planteó la actriz.
Además del retrato de su protagonista, los otros dos grandes personajes de Sharp Objects son los de Clarkson –en plan matrioshka con muñequitas perversas dentro– y Scanlen, como una chica que maneja a los demás con despecho maquiavélico. “Espero que no nos avergüences, de nuevo”, le suelta la matriarca a Camille. Amma no se queda atrás: “Soy tan rebelde como vos pero todavía nadie se da cuenta”, dice la menor con su tonada hipnótica. Además de ese triángulo hiriente, hay una fascinación de la cámara por ese pueblo del interior con sus casas de maderas crujientes, los barrios derruidos, el crepitar de los grillos, sus bares con rockola y violencia indómita. Por algún motivo Preaker asegura que no tiene nada pintoresco, aunque le promete a su editor que lo va a dejar “como un puto arco iris”. Y aparecerán velorios, casas de muñecas, orgías y humedad.
El elegido para dirigir el proyecto fue Jean Marc Vallée, que viene de meter un pleno con Big Little Lies. Y aunque Sharp Objects tenga más similitudes con True Detective fue comparada con su anterior trabajo. “Con Sharp Objects estoy fuera de mi zona de confort. Fue una invitación de Amy Adams para jugar en este extraño arenero con ella, y yo dije que sí. Antes no lo veía pero es cierto que hay un nexo: el vínculo con las relaciones familiares, estos personajes y estas mujeres. Los tres personajes principales son mujeres. Así que de nuevo, estoy en un proyecto con personajes femeninos de los fuertes interpretados por actrices fuertes. Supongo que no les tengo miedo”, dijo el realizador.