Bélgica se metió en cuartos de final tras marcar tres goles en los últimos veinte minutos y remontar una historia muy complicada frente a Japón. Con un Hazard apagado y un Lukaku ineficaz, los Diablos Rojos sacaron a relucir la profundidad de su plantel ante unos Samurais que, sustentados en el orden y la verticalidad en ataque, arañaron una impensada clasificación.
El enfrentamiento entre uno de los mejores equipos de la primera fase (puntaje perfecto y mayor cantidad de goles a favor) y otro que se clasificó por tener menos tarjetas amarillas que su rival, anticipaba un duelo de extremos. Sin embargo, los primeros minutos de partido mostraron una amplia dominación de los japoneses, que llegaban como punto. Un remate de Kagawa, la gran estrella nipona, a los 50 segundos anunciaba que el diez podía llegar a tener una jornada inspirada. La propuesta de Japón era clara en ataque y clarísima en defensa. Arriba: dos, tres o cuatro toques, todos para adelante y búsqueda directa del arco rival, a través de remates de larga distancia o centros al área. Nada de dormir el partido con la tenencia de la pelota. Abajo: retroceso en bloque, acumulación de jugadores y presión a los belgas una vez que recibían el balón.
Ese espacio que dejaban los japoneses para que, por ejemplo, el temible Lukaku pueda recibir en el área fue llevando el partido hacia campo japonés. Por largos momentos, Bélgica tocaba alrededor del área hasta encontrar algún resquicio para filtrar una pelota o rematar al arco. Sin embargo, la suerte no estaba de su lado: imprecisas definiciones o heroicas salvadas niponas en el área chica impedían la ventaja belga. Para colmo, sobre el final del primer tiempo, a Courtois se le escapó una pelota dócil de las manos y tuvo que tirarse para detenerla cerca de la línea.
La segunda parte continuó con la misma tónica de juego, pero con una pequeña diferencia: llegaron los goles y, claro, las sorpresas. Porque en cuatro minutos, Japón se puso 2-0. Dos contraataques de precisión toyotista pusieron a los Samurais al borde de una impensada clasificación. El primero llegó tras una recuperación que, cuatro toques después (y con falla de Vertonghen incluida) terminó en definición cruzada de Haraguchi. El segundo, tras una genialidad de Kagawa, que bailó con la pelota frente a varios belgas y descargó atrás para un perfecto remate lejano de Inui.
A los 52 minutos, Bélgica estaba nocaut. El DT Martínez rezongaba al cielo y metía un par de cambios. Uno de ellos fue Fellaini, el volante de 1,94 metro, fue directo al área a la búsqueda de centros. De cabeza era el remedio propuesto por los belgas y así llegó, a los 69, que Vertonghen mandó un centro de cabeza que terminó por meterse al ángulo de Kawashima.
Japón se retrasaba en el campo y, en Rostov, se respiraban aires de remontada. Cinco minutos después, Fellaini ponía el empate con sus rulos. Parecía que Bélgica se reconciliaba con el gol. Sin embargo, fue recién a los 94 que se materializó la épica cuando el otro ingresado, Chadli, le puso la firma a una contra letal que tuvo, sin embargo, autor anónimo. Es que sin tocarla, Lukaku fue esencial. El 9 se llevó primero con una diagonal la marca de Meunier, y luego dejó pasar entre sus piernas la descarga del mismo para que Chadli ponga el 3-2. Diablada de los belgas ante los Samurais, que pecaron de optimistas yendo a buscar un gol de córner segundos antes y quedaron mal parados. Así, Bélgica vuelve a meterse en cuartos y se medirá con nada menos que Brasil el viernes en Kazán.