La obra de Graciela Sacco (1956-2017) ha sido siempre actual, aunque el país en que fue pensada y realizada, el nuestro, logra que por momentos adquiera una contundencia anticipatoria, tanto del presente que se derrumba como del futuro inquietante que se avecina.
La artista concebía las artes visuales como derivadas de un campo de investigación más amplio, incluida la política, la cultura urbana y las ciencias humanas. Su obra parte de la condición de circulación del hecho artístico, así como del análisis del contexto temporal y espacial. El arte, para ella, era en parte el eco de un efecto discursivo. “El arte –decía– puede materializarse de manera decidida en todos y cada uno de los rincones de la cotidianidad e irrumpir en ella.”
Más allá de los diferentes formatos de sus obras, uno de los elementos comunes fue la utilización de la fotografía (generalmente) de prensa aplicada sobre distintas superficies: es un principio constructivo de su lenguaje visual. En ese sentido, la fotografía como materia prima es fundamental en su producción, pero al mismo tiempo es una mediación para la búsqueda de sentido y no una técnica a desarrollar. La foto es un punto de partida: Sacco trabajaba sobre una imagen previa, de carácter utilitario. En su obra las imágenes impresas sobre objetos son generalmente imágenes del cuerpo, que remiten a reacciones primarias: cuerpos (o partes del cuerpo) en estado de necesidad, de movimiento, o al límite de diferentes grados de disolución visual y que expresan muchas veces tensión o violencia.
Una circunstancia clave de sus transcripciones fotográficas fue la puesta en circulación en el entorno urbano y en distintos objetos, situaciones y contextos. Así, la ciudad era vista como máquina social, política y arquitectónica. Como conjunto de signos, textos e imágenes a ser leídos e interpretados. Como continuo urbano, a la vez administrado y caótico, mecanizado por rutinas y rituales y también sorprendido y expectante frente a los movimientos sociales y manifestaciones públicas.
Observada a través de la obra de Sacco, la ciudad es una trama visual y social en tensión, una geografía elocuente, en transformación continua. La obra de Sacco se inscribe como un dato perturbador, camuflado en la trama visual urbana, que nos hace volver a pensar en nuestro tiempo y espacio.
En la exposición homenaje del MNBA, curada por Fernando Farina (y realizada al mismo tiempo que la retrospectiva Preguntas, que se lleva a cabo en Muntref, Centro de Arte Contemporáneo –en la que Farina ejerce la curaduría junto con Diana Weschler–), la pieza central es la instalación ¿Quién fue? (2017), la última obra de la artista, en la que se multiplican varias veces cinco motivos de afiches, de 120 x 80 cm cada uno, que forma parte de la serie Ciudades del miedo.
Cada afiche muestra la imagen de un dedo índice que señala hacia distintas direcciones, y que no habría que colocar en la genealogía de la convocatoria norteamericana para alistar tropa durante la primera guerra mundial, aquel célebre cartel en el que junto al dedo índice del Tío Sam (personificación de EE.UU.) se leía la frase I Want You o I Need You [Te necesito]; sino más bien habría que situar en la tradición del J’accuse…! [Yo acuso], la carta abierta que Émile Zola escribió al presidente francés en 1898. Porque mientras el dedo del Tío Sam apuntaba a los ciudadanos, la carta de Zola increpaba al poder.
En este presente explosivo, solo hace un fósforo para que todo estalle. Y los fósforos están ahí, en uno de los rincones de la sala del segundo piso del Museo Nacional de Bellas Artes. La sala está cubierta casi en su totalidad por la instalación ¿Quién fue? y, precisamente, en una de las esquinas de ese espacio, está colocada la obra Una chispa basta para incendiar la pradera, de la serie Bocanada (originalmente realizada por Sacco en 1996), que consiste en un enorme conjunto de cajitas de fósforos, impresas, amontonadas sobre una base/pedestal.
Otras obras incluidas en la muestra: Entre nosotros, de la serie Esperando a los bárbaros, impresión sobre autoadhesivo transparente (originalmente realizada en 1996); Bocanada (1993-2013), doce afiches, impresos offset, 50 x 70 cm cada uno; y Victoria, de la serie Cuerpo a cuerpo (1996-2011), heliografía sobre varillas de madera, 220 x 320 cm.
“Cuando levanto imágenes de los medios –dijo Sacco en una de las entrevistas publicadas en este diario por quien firma estas líneas– no sólo me atraen los contenidos y el sentido, sino que también me atraen cuestiones formales de conjunto o, incluso, cuestiones mínimas, como la trama de puntos de la fotografía. […] Toda mi obra consiste en instalar preguntas sobre las dificultades sociales contemporáneas. […] Sólo podemos acceder a los ecos que nos transmiten los medios. Los periodistas, los reporteros y fotógrafos, a su vez, también reciben y envían ecos. Y mi obra es otro recorte: un eco que yo hago de lo que recibo de todo eso”.
Para noviembre está programada otra muestra de Graciela Sacco, Entre nosotros, que será presentada en la Casa de América en Madrid.
* En las salas 41 y 42 del segundo piso del Museo Nacional de Bellas Artes, Av. del Libertador 1473, de martes a viernes de 11 a 20; sábados y domingos, de 10 a 20, con entrada libre y gratuita.