PáginaI12 En México
Desde la Ciudad de México
Aún no termina el festejo por el abrumador triunfo de Andrés Manuel López Obrador en las elecciones presidenciales, y ya se revisa el perfil de quienes serán sus colaboradores clave para enfrentar el enorme reto de gobernar un país que se cae a pedazos y que se encuentra a la sombra de su vecindad con Estados Unidos, cuyo actual presidente, Donald Trump, no se cansa de humillar a un pusilánime Enrique Peña Nieto.
El eje político de López Obrador es una economía social, lo que le ha valido descalificaciones como un populista que pretende regresar a modelos agotados el siglo pasado, cuando todavía se crecía a tasas de hasta 7% anual. En realidad, el acento se acerca más al peronismo que al modelo de desarrollo estabilizador que vivió México entre los 50 y hasta 1970.
Servir y obedecer al pueblo, poner a la economía al servicio del bienestar social, justicia social y amor, así como la recuperación de valores cristianos esenciales y la creación de una Constitución Moral, son llamados de López Obrador que, a ratos, parecieran evocar al ideario de Juan Domingo Perón.
Sin embargo, para lograr lo que él llama “la cuarta transformación” del país, luego de la guerra de independencia (1810-1821), la guerra de reforma (1858 a 1861) y la revolución mexicana (1910-1920), Andrés Manuel López Obrador recurrirá a una parte de las élites del país.
Uno de los principales puentes de López Obrador con el poder económico es Alfonso Romo Garza, empresario él mismo en el sector financiero y de seguros, el sector agroindustrial, miembro de las cúpulas empresariales mexicanas, asesor externo del Banco Mundial, cercano al expresidente Vicente Fox e impulsor del Plan Puebla-Panamá, pero que desde la campaña presidencial de 2012 decidió apostar por el proyecto que hoy ha ganado la Presidencia.
Nieto del presidente Francisco I. Madero (1911-1913), asesinado junto con el vicepresidente José María Pino Suarez tras un cruento golpe de Estado militar (uno de los primeros patrocinado por Estados Unidos el siglo pasado en Latinoamérica), Romo será el jefe de la Oficina de la Presidencia de López Obrador, lo que le coloca en un lugar privilegiado de acceso e influencia sobre el presidente.
Y es que el tema económico va de la mano de los más graves problemas del país, como la pobreza y la inseguridad, según ha descrito el propio López Obrador.
Entre las personas claves en el futuro gabinete de López Obrador destaca Héctor Vasconcelos Cruz, hijo de José Vasconcelos, uno de los más importantes intelectuales de la revolución mexicana, rector de la Universidad Nacional Autónoma de México y creador de la Secretaría de Educación Pública entre 1921 y 1924, además de candidato presidencial en 1929, aplastado por todo el poder del Estado, en una campaña electoral marcada por el asesinato de muchos de sus seguidores.
Héctor Vasconcelos Cruz es heredero intelectual de uno de los fundadores del nacionalismo mexicano sobre el que se erige mucho de la base ideológica de López Obrador. Es diplomático de carrera. Fue cónsul en Boston y embajador de México en Dinamarca, Noruega e Islandia. Estudió Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales en la Universidad de Harvard, es maestro en Historia Política por la Universidad de Cambridge y realizó estudios de doctorado en la Universidad de Oxford.
Vasconcelos ha declarado que en la Presidencia de López Obrador “habrá soberanía y autoridad moral” frente a la administración de Donald Trump, uno de los mayores retos que enfrentará el nuevo gobierno mexicano a partir de septiembre de este año.
Durante la construcción de Morena como partido político, el futuro canciller Vasconcelos Cruz coordinó la creación de comités fuera del país, particularmente en Estados Unidos, donde viven unos 12 millones de mexicanos que necesitan “un gobierno que asuma de manera intensa y plena la defensa de los derechos de nuestros connacionales”.
En el gobierno de López Obrador, su canciller tendrá que retomar las negociaciones del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, y sobre todo establecer las nuevas bases de diálogo con la administración Trump.
Dos de las reformas estructurales del presidente Peña Nieto que López Obrador pretende revertir son la energética y la educativa. Para la primera eligió como secretaria de Energía a una mujer (de hecho, la mitad de su gabinete está integrado por mujeres): Rocío Nahle García, especialista en petroquímica y exfuncionaria de Pemex. Hasta estas elecciones, ella era la coordinadora de la fracción parlamentaria de Morena en la Cámara de Diputados. Y para la segunda, la educativa, el elegido es Esteban Moctezuma Barragán, exsecretario de Gobernación en la administración de Ernesto Zedillo, en 1995, la última del periodo hegemónico de 70 años del PRI. Actualmente es presidente de la Fundación Azteca, brazo político de Televisión Azteca, la segunda cadena del país, tras Televisa.
El capital y el pueblo
La conducción de la política económica del país estará a cargo de Carlos Manuel Urzúa Macías, próximo secretario de Hacienda y Crédito Público, secretario de Finanzas en la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México en el gobierno de López Obrador, entre 2000 y 2003.
Matemático de formación, tiene un doctorado en Economía por la Universidad de Wisconsin y ha sido profesor invitado en una decena de universidades, entre las que destacan las de Georgetown y Princeton. Tiene el nivel más alto en el Sistema Nacional de Investigadores y ha puesto énfasis en temas como la política del gasto público, los impuestos, la competencia económica, la pobreza, el federalismo fiscal y la historia económica.
Su experiencia en la política económica no es sólo teórica: durante años ha sido consultor del Banco Mundial y de la Comisión Económica para América Latina (Cepal), del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE).
Una diferencia con los últimos 42 años, en los que han pasado siete presidentes, es que se promete una política económica “al servicio del pueblo y no de las élites”.
Esto debería incidir en desactivar la violencia que ha dejado más de 230 mil muertos y unos 63 mil desaparecidos en los últimos 12 años, incluyendo 133 políticos asesinados durante esta campaña electoral, de los cuales 48 eran candidatos o precandidatos a puestos de elección.
López Obrador pretende crear una Secretaría de Seguridad Pública Federal que saque el control de la seguridad interior del país del ámbito de la Secretaría de Gobernación, que también perdería su área de inteligencia, tras el anuncio de la desaparición del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN), que heredó las funciones de órganos de seguridad que llevaron a cabo la guerra sucia contra la guerrilla mexicana desde los años 50 y hasta principio de los 70 del siglo pasado.
El responsable será Alfonso Durazo Montaño, que fue secretario particular de Luis Donaldo Colosio Murrieta, el candidato del PRI a la Presidencia de la República asesinado en marzo de 1994. Durazo se unió a la campaña de Vicente Fox en 2000 y fue su secretario particular, ya como presidente, hasta 2004, cuando renunció y se convirtió en uno de sus más severos críticos. Se vinculó con López Obrador en las elecciones presidenciales de hace seis años en su natal Sonora.
El tema de la descomposición política y social de México no es menor. Hacia el final de la campaña presidencial, López Obrador advirtió que si intentaban robarle la Presidencia una vez más, “van a despertar al tigre”, aludiendo a un posible estallido social ante el hartazgo nacional. Paradójicamente, este amago representa uno de los mayores retos para el propio López Obrador como presidente: que no se le despierte el tigre a él.