Como sucedió con Yves Saint Laurent y con Coco Chanel, cuyas labores de exquisita costura fueron abordadas desde el cine, durante 2017 se estrenarán dos films referidos a la vida y la obra del diseñador inglés Alexander Mc Queen. Por un lado The Ripper, con guión de Chris Urch y cimentado en Blood beneath the skin, la biografia escrita por Andrew Wilson, y por otro, el film protagonizado por Jack O’ Connell y dirigido por Andrew Haigh. Mientras que el primero reflejará la relación del diseñador con la editora de modas Isabella Blow (la excéntrica aristócrata a quien se atribuye haberlo descubierto), el otro, en cambio, indaga en la estrecha relación de Mc Queen con su madre, Joyce y sus últimos años en la moda.
Lee Mc Queen se suicidó en febrero de 2010, unos días después de cumplir 40 años. Sus comienzos en la moda remiten a 1994, el año de su graduación en la escuela Central Saint Martin’s y con la colección bautizada “Jack the ripper stalking his victims” y que luego de presentarse en la pasarela fuera adquirida por Isabella Blow. La estilista inglesa célebre por irrumpir en tocados del sombrerero Philip Treacy en las primeras filas de desfiles de Londres y París, supo dejar boquiabiertos a quienes la cruzamos en los pasillos de la sociedad rural de Buenos Aires durante la primera edición del BAF Week. No es desmedido afirmar que Issie –tal como la llamaba Mc Queen– influyó en la década de noventa y dos mil tanto como Andy Warhol a la escena del arte norteamericano de los setenta y ochenta. Blow también fue suicida: tenía 49 años, estaba enferma de cáncer de ovarios y convivía con una profunda depresión. Su debut como cazadora de talentos y creadora de estilos ocurrió a comienzos de los años ochenta y en Estados Unidos, luego de graduarse en Artes Orientales en la Universidad de Columbia asistió durante un año a Anna Wintour y luego a André Leon Talley. En 1986 regresó a Londres y trabajó junto a Michael Roberts en las revistas Sunday Times y Tatler. De ahí que las páginas de esas publicaciones fueran el territorio fértil para rarezas de moda recién salidas del Saint Martins o de la escena nocturna inglesa. La avidez de Blow por nuevos estilos hizo foco en los comienzos de Alexander Mc Queen, y de Philip Treacy, el sombrerero que no cesó de idear tocados más excéntricos que sus pensamientos desde que en 1989 hizo para Isabella un tocado de novia freak en su boda con el galerista Detmar Blow (muchos de esos trabajos dispararon en 2002 la muestra “Cuando Philipp conoció a Isabella”). Blow también tuvo sus favoritos en Sudamérica: Alexandre Herchcovitch fue su preferido del circuito del Sao Paulo Fashion Week mientras que en Buenos Aires fue Isabella la primera en aplaudir de pie la colección Tango del diseñador Pablo Ramírez, además de elegir varios atuendos (camisas blancas y chambergo alta costura incluidos) para posar en el café Tortoni para “Visionaire”. Tan arbitraria como extravagante y de ánimos tan cambiantes como las modas, cuentan que acostumbró a atribuir fines prácticos a los sombreros de su vasta colección. “Me sirven para cuidarme de la gente que no me interesa y así no se atreven a decirme ¿puedo darte un beso? El sombrero lo impide, y sólo me besan las personas a las que amo”.
Luego de la muerte de Isabella, en el invierno 2008, Mc Queen presentó una colección en homenaje a Blow y la llamó “La Dame Blue”. En su puesta en escena admitió vestidos de cóctel con técnicas sartoriales y cinturas exageradas, robes de colores, trajes negros y tocados desarrollados para la ocasión por el sombrerero Philip Treacy. El bastidor para tales artificios fue una estructura de metal con alas, mitad mariposa, mitad flamingo, que cambiaba de colores en cada pasada. La última colección de Alexander se pudo ver en el contexto de las colecciones masculinas de Milán, léase enero de 2010, y entre sus recursos de buena sastrería expuso estampas emparentadas con el cine de David Cronenberg: patterns con calaveras sobre bastidores color piel que emularon planos macro de anatomía patológica remixados con rituales de alguna tribu. Los modelos, en su mayoría pelirrojos, los combinaron con... ¡barbijos negros! La llamó “Ann Balitheor Cnámh” y, al cierre, Lee salió a saludar ataviado con la simpleza de jeans, camisa blanca, un suéter de pura lana inglesa con escote en V y botitas de gamuza.
El diseñador que llevó el espanto de lo cotidiano a la pasarela, tanto con la colaboración del productor de imagen y sonido Sam Gainsbury como con Simon Costin, en varias ocasiones destacó las influencias en su obra del performer inglés Leigh Bowery. En su imaginario, dispuso a las modelos caminando sobre el agua o paseando lobos como si se tratasen de adorables mascotas, prendió fuego en los catwalks e ideó maquinarias que simularon las técnicas de action painting sobre el corsage de un vestido de la modelo Shalom Harlow.