Siempre es una buena noticia que aparezca un sello independiente y autogestivo a iluminar las novedades de las grandes librerías. Limonero viene trabajando con pequeños movimientos ese espacio en la gran oferta editorial pero a paso tan firme que ya tiene un catálogo nutrido y diverso de libros visuales hermosos, profundos y de todas partes del mundo, como para abrirnos la cabeza en otros patrones estéticos y nuevas voces narrativas.
Dos son sus creadores: Lulu Kirschenbaum y Manuel Rud se conocieron en la carrera de Letras, empezaron a trabajar juntos en un emprendimiento de redacción y corrección de textos y pronto comenzaron a desarrollar contenido educativo para grandes publicadoras. Esa experiencia lxs entrenó un poco para decidir hacer Limonero, hace tres años. “Venimos con este proyecto hace seis, queríamos hacer una revista en algún momento pero terminamos en esta aventura que tiene muchos vericuetos y que todavía estamos aprendiendo. Por suerte es un rubro súper solidario y nos ayudaron mucho” cuenta Lulu a Las12. La idea original incluía difundir literatura de todo el mundo, tener un precio de tapa accesible para material ilustrado (por lo que tuvieron que hacer muchos ejemplares de cada uno) y básicamente editar lo que más les gustara. Para eso, viajaron a la gran Feria del Libro Infantil en Bolonia y adquirieron los derechos de tres joyitas: Achimpa de Catalina Sobral (Portugal), Bigudí de Delphine Perret (Francia) y La niña que contaba de Romana Romanyshyn (Ucrania). Este trío más Eso no se hace de la poeta argentina Laura Wittner debutaron en un catálogo que ya tiene seis libros más.
“Primero empezamos como un emprendimiento, y todavía lo es, pensado en términos de placer y no comercial. Aspiramos a que eventualmente se financie a si mismo pero eso todavía no sucede. Nos encanta el libro-álbum, cuando viajábamos y veíamos una librería para niños traíamos material, casi como una cosa coleccionista mezclada con esta impronta de desarrollo, había una cosa de placer por ver estos libros y también una necesidad nuestra de hacer algo mas desafiante y nuevo” cuenta Lulu. “Esperamos que los libros sean legibles desde un montón de lugares, incluso desde la perspectiva de un adulto. No creemos mucho en los libros exclusivamente infantiles, creemos en otras lecturas posibles, con otras aristas y la selección como único criterio general tenía esa premisa” dice Manuel. Así Bigudí, ilustrado por Sébastien Mourrain, cuenta la historia de una anciana espléndida con gafas a lo Victoria Ocampo que cambia radicalmente su vida con la muerte de su amado perro Alfonso. La primera parte lxs muestra unidxs cumpliendo los rituales más excéntricos, como ir al gimnasio para perros, a la tienda más grande de la ciudad a probarse zapatos o a jugar al póker con amigas. Bigudí es una dama de clase alta, económicamente independiente, que no necesita a nadie más que a su fiel compañero canino para ser feliz y que derrama millones de lágrimas en todos lados cuando éste da “su último suspiro”. Por eso decide quedarse en su casa del piso 156, para no encariñarse más con nadie y volver a sufrir en caso de perderlo. Así pasa meses enfrente de la tele y la compu, hasta que un día un señor que limpia los vidrios de su edificio la saca de su letargo con una pequeña y hermosa anécdota que incluye un perejil en un diente. La narración fluye, las páginas corren livianas y las ilustraciones acompañan con un lenguaje visual que cuenta el doble que las palabras pero sin contradecirlas: Bigudí es una gran fábula sobre la muerte, el paso del tiempo y las relaciones humanas (y humano-animales) sin dejar de ser un libro fascinante para niñxs de tres años en adelante. En esto, Limonero se ha vuelto en muy poco tiempo una editorial que selecciona estas joyas literarias, que operan en varios niveles y así permiten captar más ojos que las gocen. Son libros para toda la vida sin esa solemnidad del ejemplar inhallable, que se guarda bajo llave para que no se corrompa. Libros para tener en la mesa del living, a la mano de todxs.
Otra maravilla es 13 palabras, que cuenta la historia de una pájara que está triste y tiene un amigo perro quien, junto al chivo y la mezzosoprano, va a tratar de levantarle el ánimo con pasteles, sombreros y canciones. El libro despliega muchas capas: las ilustraciones de Maira Kalman son fascinantes (una activa colaboradora de The New Yorker), el juego de las trece palabras es ideal para los más chicxs, a la vez que son palabras raras en muchos casos, o graciosas al decir, como penacho o escarlata. En un momento, un bebé atiende una tienda de accesorios en lo que parece ser el pico de psicodelia del libro y al final una canción termina de detonar la historia para el lado del delirio. “Los libros que disparan el delirio son más naturales para los niños que para los adultos” dice Manuel y refiere a un final sin moraleja pero con esa vibración tan particular que dejan las buenas historias cuando terminan. Si bien la protagonista pájara vive un montón de aventuras en el recorrido, termina tan triste como al comenzar el cuento y sin que nadie haga un alegato sobre eso, es el perfume que mejor condimenta este y todos los libros de Limonero. ~
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