En un pequeño salón semioscuro del barrio de Monserrat, once personas están convencidas de que son los últimos sobrevientes de un planeta estragado. Un tal Kreimer se asume como el dueño de todo lo que queda de existencia, que es casi nada: apenas un puñado de seguidores aferrados a una religión delirante pero convincente. “Miren lo que hago con sus miedos”, les dice a esos pocos mortales mientras se pasa las tripas de uno por las bolas. Los fieles bailan música electrónica y se tiran leche suministrada por ellos mismos, el único alimento que los mantiene con vida. Algunos quieren rebelarse, lo intentan. Todo se vuelve ridículo pero dramático: el último microuniverso se pone en discusión a sí mismo porque lo que parece ser en realidad nunca lo fue, abriendo el telón de todas las matrix posibles. En todos (nosotros) conviven siempre algo de héroe y algo de villano. Eso nos vuelve solemnes y contradictorios.
El resultado de todo eso puede salir bien en un solo lugar: el teatro. La comedia como articuladora del drama, la interpelación y la provocación a los lugares comunes propios (fe, amor, vínculos, poder) se luce en una de las obras más interesantes del circuito porteño de salas independientes: Lo nuevo, cuarta puesta de la Compañía del Castillo, creada al calor del Teatro Mandril y estrenada originalmente el año pasado, aunque para esta temporada quedó más lucida con algunos ajustes y retoques.
El colectivo del Castillo (que en Lo nuevo pone en escena a ocho actores y un grupo de tres músicos incidentales en vivo) surgió hace siete años casi de casualidad, cuando aquel teatro se llamaba Arcoyrá y sus dueños organizaron una varieté. A uno de los grupos que entrenaba frecuentemente en esa sala le propusieron armar algo ambientado en un castillo. Y ellos pensaron una idea mejor: preparar una obra que contuviera a las demás manifestaciones de la varieté: números de acrobacia, clown y música en vivo. “Alguien filmó todo. Un mes y medio después nos juntamos a verlo y nos dimos cuenta de que, si ajustábamos algunas cosas, teníamos una obra de teatro”, cuenta Sergio Ballerini, actor del Castillo y director en algunas puestas, entre ellas Lo nuevo. Aquella obra inicial, El castillo, anduvo tan bien que no solo fue necesario agregar temporadas sino nuevas obras. Así, todo derivó en una trilogía de comedias en el Mandril, que este colectivo tomó como base.
El nombre de su cuarta obra se definió por votación, como todo en la Compañía del Castillo, que se reparte roles tanto arriba como debajo del escenario, ya sea para actuación, producción, logística, vestuario o comunicación. ¿Y la idea de ambientar la obra en una misa? ¿Y sus derivaciones? “Cuando estábamos haciendo la Trilogía del Castillo habíamos pensado en una misa porque nos llamaba mucho la atención el manejo de la energía de esos tipos. De hecho fuimos a la Iglesia Universal medio camuflados y salimos flasheados con la forma en la que el pastor inducía a la gente”, revela Ballerini. “Fue una experiencia muy fuerte en base a engaños, pero también a cosas reales y sinceras. Había gente que se iba realmente modificada de esa misa. Hay una mezcla muy poderosa de engaño y ceremonia”.
Además de Ballerini, en Lo nuevo actúan Gabriela Biebel, Eleonora Valdez, Sara Calla, Juan Noodt, Renzo Morelli, Gustavo Slep y Gaby Reich, y tocan Eduardo Baeza, Juan Manuel Jodar y Pablo Sosa. Pero más allá del fabuloso reparto, el lucimiento de este tipo de obras tiene que ver con un signo de esta era: el denominado circuito off imponiéndose como un nuevo eje de circulación de teatro más allá del convencional y comercial. “Mucha gente se dio cuenta que en el under puede encontrar cosas tan profesionales como en el circuito comercial, con el mismo nivel de producción y actuación”, apunta Gaby Reich, también asistente de dramaturgia en Lo nuevo. “Es cierto que la movida independiente se profesionalizó pese a que somos, además de uno de los países con más teatro del mundo, uno donde nos acostumbramos a hacer grandes cosas con dos palitos, desde la nada. Además, las nuevas generaciones ya asumen la autogestión como una cuestión ideológica, donde desafiar al teatro convencional es muy valorado.”
También los canales de difusión son mas accesibles, reconoce Reich, a propósito de la viralidad que el Castillo logró darle a Lo nuevo. “No necesitás que un medio venga a bendecirte: si el producto está bueno, tenés más posibilidades de defenderlo. Y el boca en boca, más allá de las redes sociales, sigue funcionando. Así como te recomiendan una serie, hoy también recomiendan una obra de teatro independiente.”
* Sábados de julio a las 21.30 en el Teatro Mandril, Humberto 1º 2758. A la gorra.