Hay que decir que la palabra “queer” ya alcanzó por acá un nivel expansivo que permite que se pueda llegar a decir cualquier cosa en su nombre; hecho que es bastante sustancioso, porque la palabra acumula una cantidad de capas de sentido que la vuelve un poco inasible, un rasgo que pinta tal vez lo mejor de su capacidad de cuestionar. Pero también “queer” se usa demasiado como sinónimo de LGTB y de las políticas de la identidad, cuando originalmente se opone a eso. La última aberración que leí en su nombre fue algo que definía “queer” como “no hetero”, un idea difícil de sostener, porque lo queer cuestiona la estabilidad y segmentación de lo hetero y de lo homo como formas reaccionarias de organización de la sexualidad (es signo de estos tiempos de activismo consignista sin reflexión donde heterosexualidad se confunde con heterosexismo). Lo queer nos abisma en perder la fe en la orientación sexual y se mueve en la desorientación sin dogma, la perturbada ilegalidad del deseo. La muestra !Queer!, con curaduría de Fernando Davis, tiene por subtítulo “Disolvencias opacas, poéticas torcidas y otras fantasías insurgentes”, lo que implica, por suerte, volver a activar la potencia desestabilizadora de la palabra. Especialmente en eso de la opacidad, pensada como oposición a las políticas de la visibilidad LGBT, que fueron uno de los blancos originarios del movimiento queer a inicios de los 90, cuando pusieron en crisis las formas en que se exhibían la orientación sexual y la identidad de género desde perspectivas clasistas, racistas, etc.
En su texto para la muestra, Davis hace una sabia aclaración: no se trata de proponer “imágenes queer” sino de “estrategias queer de las imágenes”. La diferencia es decisiva, como nos enseñó Butler. Es problemático hablar de ser queer, lo que implicaría una visión esencialista del ser, y es más fructífero decir hacer queer. Las obras que comprende !Queer! se corresponden, sin programa común, desde un quehacer del arte contemporáneo que cuestiona los modos de crear las experiencias estéticas. La línea más prolífica en la muestra es la tendencia teratológica, la dimensión monstruosa del retrato individual y coral: los cuerpos descompuestos por geometrías y collages en las criaturas de Marcelo Alzetta (El hombre chicle, 2016); las 3 escenas orgiásticas de personajes animales, humanos y abstractos de Ad Minoliti; los siete retratos donde Julia Inés/Femimutancia pinta cuerpos intervenidos por lo punk, la ciencia ficción, la estampita religiosa, el catch y el sado, entre otras formas en que la indumentaria y el atributo son indistinguible de la piel y el deseo. Marta de la Gente con sus muñecos intervenidos (Cariñositxs para piyamadas, 2018) encuentra la felicidad del rostro multiplicada en zonas erróneas de cada muñeco para sobredimensionar la ternura hasta encontrar el sentimiento monstruo en su interior: la apuesta parece dinamitar una máquina de peluches, haciendo volar ositxs por el aire, explosión lúdica. Como plus pop, un Goofy (o Tribilín), el más indefinido de las creaciones Disney, flota en pollerita. Disney Drag para todes.
Julien Antoine expone unos harapos brillosos (Cada día más marica, 2018): el andrajo informe como glam degradado, banderas heridas después de una batalla. Hay en esos trapos, algunos con parches como volados, marcas de la violencia y de la victoria, como una huella del maltrato como testimonio. En ese cruce, lo marica reclama la revolución de lo indefinido, la rebeldía del sentido.
Los tres videos de Franco Mehlhose (Still Life Affair, 2018), Tobías Dirty (Posiciones, 2018) y Ad Minoliti (Porno abstracto, 2015) avanzan sobre lo táctil como sensorialidad objetual, intimismo críptico, interviniendo en las abstracciones y figuraciones del dibujo y el collage, incluso en las relaciones fetiche con el objet trouvé y el ready-made del mundo del arte. Mariela Scafati es la que más inspira la poética torcida que subtitula la muestra, jugando como malabarista con la diagonalidad de los bastidores: 23 rectángulos de diferentes colores, colgados con poleas y sogas, un mosaico de irregularidad engamada (Handcuff, 2017). En la suma de superficies de acrílicos monocromáticos sobre lienzo, Scafati crea una torsión que saca al bastidor del estatismo museístico; cada pintura no llega a ser un “cuadro”, sino que desenmarcado expone su desnudez, su impúdico carácter transitorio de pieza en una serie, fragmento de un corpus irregular, variable y móvil, cuyo carácter proteico está subrayado por unos dibujos bocetados de Scafati donde expone otras poses posibles de una de las obras expuestas (Boceto para la muestra Las cosas amantes, 2015). En ese tablero de la abstracción pictórica como superficie sensual y del bastidor vestido como muñeco-monstruo, se vuelve a poner en perspectiva ese grito !Queer!, ese signo de una exclamación invertida.
!Queer! se puede visitar de martes a viernes de 10 a 19, en el Centro Universitario de Arte de la Universidad Nacional de La Plata, Calle 48, entre 6 y 7.