Faltan enfermeros en Argentina. Según la Organización Mundial de la Salud, debería haber 2 por cada mil habitantes. “Hasta el 2015 faltaban 40 mil enfermeros y hoy se calcula que deben faltar cerca de 70 mil. Se necesita un enfermero cada siete camas y hoy tenemos uno cada doce”, informó Luis Ledesma, licenciado en enfermería, docente e investigador. Esta falta, que es tendencia en el mundo, hace de la enfermería una profesión con mucha salida laboral. Según Ledesma, se puede ejercer en hospitales públicos, clínicas privadas, dedicarse a la investigación o incluso a la gestión gubernamental.
“Campañas como la del dengue, de vacunación, de prevención o promoción de la salud, muchas son hechas por enfermeros”, le contó Ledesma a PáginaI12. En relación a la gestión, permite, entre otras cosas, diseñar protocolos para poder actuar de la manera más efectiva en caso de catástrofes. Así, si sucede una tragedia, ya estarían designados quiénes son los profesionales que van a actuar y, según su perfil, de qué tarea se ocuparía cada uno. “Gestión es muy importante para evaluar la situación, ver qué se puede mejorar, y la investigación va de la mano”, opinó Ledesma.
El rol de los enfermeros también cambió dentro del hospital. “Ya no es poner la chata, tomar la presión y medicar. Antes venía el médico a pedirte que apliques tal cosa y vos lo hacías por inercia, pero no sabías lo que estabas dando ni por qué”, afirmó Mónica Grillo, enfermera desde hace más de quince años en el Hospital Moyano, docente y coordinadora de las prácticas profesionales de la carrera de enfermería en el Instituto Superior Octubre (ISO). “Ahora trabajamos con el médico y hacemos el equipo multidisciplinario para el abordaje correcto del paciente”, aseguró Grillo y dijo que hoy, gracias a la ley que regula su actividad, los enfermeros trabajan “con autonomía, sin necesidad de orden médica” en muchas de sus acciones. Es decir, si a un paciente le falta el aire, el enfermero puede actuar sin esperar a que el médico venga y lo autorice.
“Ante cada una de las necesidades básicas y humanas que el sujeto no puede satisfacer, enfermería aparece y tiene una respuesta humana en ese contexto”, explicó Ledesma y definió a la enfermería como “una profesión muy humanista”. “Te da experiencia de vida y conocimiento del ser humano –aseguró–. Cuando tenés experiencia, con ver cómo camina una persona podés evaluar qué problema tiene. Una se da cuenta enseguida y reconoce la expresión del dolor, del llanto, de la muerte, de la angustia”.
Ledesma y Grillo trabajan juntos hace años y hoy ambos forman enfermeros en el ISO. Allí, la tecnicatura en enfermería tiene una duración de tres años y, con dos años más, se obtiene la licenciatura. “Nuestro objetivo es que los alumnos, a la hora de abordar un paciente, no vean a una cosa en la cama, sino que vean a un sujeto con sentimientos, con una historia y que los atiendan como si fuera su madre o un familiar”, sostuvo Grillo. Intentan enseñarle a los alumnos que deben abordar al paciente “en una forma holística”, escucharlo y saber cómo es su vida porque a veces con algo muy pequeño se puede mejorar la calidad de la atención. “Hace dos años, en el Ramos Mejía, había un hombre que había venido de Paraguay, no hablaba una palabra de castellano y no se podía comunicar con nadie. Una alumna que también era paraguaya se dio cuenta y empezó a hablarle en guaraní. El diálogo fue tan fluido y la sonrisa de esa persona era de felicidad. Eso es emocionante de la carrera de enfermería, te acercás mucho al paciente”, afirmó Grillo.
Ella y su colega señalaron que es clave preparar a los alumnos para que puedan comunicarse con los pacientes de la mejor manera posible. Grillo contó que tuvo alumnos que, el primer día de la práctica, le pidieron que los acompañara a hablar con el paciente “porque les da vergüenza, no saben cómo empezar la conversación”. Para ayudarlos, en ISO tienen muñecos que “se usan para hacer un acting y que el estudiante pueda llegar con una familiaridad respecto a la situación, algo que no está disponible en todos lados”, sostuvo Ledesma.
“Yo tenía 17 años cuando arranqué enfermería. Era muy rebelde, había hecho dos años de industrial y no me gustó, cambié, hice de todo un poco”, contó Ledesma, cuya madre y tía también fueron enfermeras. “Ser enfermero me encanta. Aprendo mucho del ser humano y crecí muchísimo de escuchar todas las historias de vida de los pacientes”, aseguró. Además, opinó que “el agradecimiento de ellos es infinito”. En una ocasión, una mujer lo reconoció porque él había atendido a su difunto marido. “Me contó que nunca se olvidó del vaso de agua que le di y que le presté el teléfono. Me dijo ‘lo que hiciste vos no tiene precio’”.
Por su parte, Grillo soñaba con ser una ejecutiva y trabajar en el microcentro. Descubrió la enfermería cuando ingresó como administrativa en un centro de medicina. Gracias a Norma, la jefa de enfermería, Grillo comenzó su formación y tuvo su título. “Me enseñó un montón. Ahí es que empecé a valorar cómo trataba ella a la gente, el cariño con el que acostaba al paciente y le ponía la manito para que apoyara la cabeza”, recordó. Al igual que Ledesma, sostuvo que “el beneficio de la gratitud de la gente es impagable”. “Si existiera la reencarnación, volvería a elegir la enfermería porque es lo mío”.
Informe: Ludmila Ferrer.