“No participé en nada más que en la dirección de actores. De hecho, no hay ninguna referencia a Racing en toda la obra.” El que brinda ese ejemplo como prueba irrefutable del rol que le tocó ocupar en Diciembre, la obra que hoy a las 21 se estrena en Teatro Nun (Juan Ramírez de Velazco 419), no es otro que Flavio Nardini. Su fanatismo académico llevó al director de cine a que en cada uno de sus proyectos, desde la recordada 76 89 03 hasta la injustamente poco vista Regresados, siempre haya alguna alusión al club del que es fanático hincha, al punto de que fue el director de la última y viralizada campaña de socios. Esta vez, el compañero cinematográfico de Cristian Bernard decidió pegar el salto de la pantalla grande al teatro, un arte al que hasta Diciembre solo conocía como espectador. “Me gusta contar historias y tuve la suerte de que Diego Leske, con quien había trabajado en Regresados, me diera para leer la obra que había escrito con Mariana Armelin, y me encantó. Me preguntó si me animaba a dirigir a los actores, que él se encargaba de la puesta, y me prendí como loco”, reconoce Nardini a Página/12.
Aunque fue escrita en marzo del año pasado, Diciembre es una obra que bien podría pensarse surgida al calor de los últimos meses. Es que la pieza escrita a cuatro manos por Leske y Armelin cuenta un amor triangular en medio de una crisis financiera. Todo sucede en un mismo acto, dentro de una cueva financiera del microcentro, cuyo dueño tiene de rehén a Pajarito, un particular genio matemático que tiene un extraño y envidiable don para cualquier golden boy: puede predecir el valor del dólar. En ese contexto de caos social en las calles y voracidad económica en la cueva, un amor improbable surge alrededor de Selva, la secretaria y cómplice del cautiverio. “Es una tragicomedia, una comedia negra con personajes inmorales y amorales, muy miserables pero entrañables, envueltos en un contexto político caótico. Hay una mirada sobre lo político, pero sin que esté en primer plano. Cuenta la historia de un amor impensado en tiempos de caos. Tiene mucho del humor de 76 89 03 y Regresados, que te hace reír, pero que también te angustia y te incomoda”, reconoce Nardini, que –al igual que en el cine– se encarga de la dirección de actores.
–¿Es casualidad que Diciembre adquiera tanta actualidad?
–La obra transcurre en medio de una corrida financiera. Es impresionante la actualidad que adquirió. Se llama Diciembre porque es como la metáfora del quilombo argentino. Uno tiene la sensación de que estamos viviendo en diciembre desde hace meses. Y la obra se escribió hace un año. Pese a que todos éramos muy pesimistas y suponíamos que esto iba a pasar, no había ocurrido. Lamentablemente se estrena en este contexto. Uno hubiera preferido que la obra remitiera a aquél otro diciembre, el de 2001, y no a la actualidad. La obra es como una ampolla en la lengua, que te duele pero te la mordés todo el tiempo.
–Que el contexto sea el de una crisis financiera, que provoca un caos político y social en diciembre, ¿hace que la obra remita unívocamente a los hechos del último mes de 2001?
–La obra está plagada de referencias sutiles a todas las crisis financieras que hemos atravesado. Hay diálogos que remiten a declaraciones de Lorenzo Sigaut, Lorenzino, Dujovne, Duhalde... Sobrevuela las crisis económicas argentinas. Tuvimos que agregarle, incluso, las últimas noticias. La obra se actualiza a diario. Estamos viviendo en diciembre, aunque el calendario diga otra cosa.
–¿Cómo cree que afecta el estreno en este contexto, sin la distancia temporal con el contexto en el que se desarrolla la historia de amor?
–No sé, es triste y doloroso. Si fuera productor de la obra, diría que es interesante que tenga un contexto similar al que se vive. Puede ser atractivo para el público, y hasta puede generar más notas promocionales. Como artista, la actualidad de la obra me parece un riesgo, porque la crisis propia y la de la ficción pueden cansar al público. La obra va a emocionar a los que la vean. Que la hagamos en un teatro pequeño ayuda, porque la comedia funciona muy bien a sala llena. 76 89 03 en una sala vacía es un drama. La escena del Rey de la Noche del film, que en una sala llena es hilarante, en una con 10 personas era un tremendo pervertido.
–¿Tanto condiciona la convocatoria para la manera en que se recibe una película o una obra?
–No tengo dudas. La comedia funciona muy bien a sala llena. Sacarse la vergüenza de reír siempre es más sencillo desde el anonimato y el contagio colectivo. Mis películas funcionaban de muy diferentes maneras cuando la sala estaba colmada que cuando había poca gente. A los argentinos nos cuesta mucho reírnos del humor negro. Vas a ver Más pinas que las gallutas, sobre el escenario dicen “boludo”, y la platea estalla. Pero con la comedia negra, cuando provoca y es políticamente incorrecta, la carcajada está más atada. En esos casos, escuchar que otros se ríen, libera. Obras como Diciembre, donde los personajes tienen una moral pésima, requieren de que los espectadores se despeguen de los protagonistas, para que no crean que reírse de sus actos los iguala a ellos.
–Si bien en Diciembre se encarga de la dirección actoral, tal como ocurría en la pantalla grande, no es menos cierto de que cada arte tiene sus características. ¿Cómo fue ese trabajo en el escenario?
–Es un aprendizaje, nunca había trabajado en teatro. Lo más cerca que estuve fue haber hecho planos secuencias largos, en plano general, de 4 o 5 minutos. Me asustaba la idea pero también me entusiasmaba. Es más: pensaba que sabía dirigir actores, pero esta experiencia me ayudó a darme cuenta que no, me enfrenté con obstáculos que desconocía.
–¿Cómo cuáles?
–Venimos ensayando nueve horas por semanas durante tres meses, y al principio me costó entender que los actores están presentes toda la obra, entender que los que no son “protagonistas” de esa escena igual tienen que actuar de “no actuar”. ¿Qué hacer cuando el actor no tiene trascendencia en la escena? En el cine hago planos cortos y listo, puedo sacarlos de cuadro. En el teatro los actores están siempre en la toma, y con la totalidad de sus cuerpos. Por suerte me acompañaron los actores, Florencia Sacchi, Matías Corradino y Leske, que tienen mucha experiencia teatral. Uno es director de actores, no mago. El secreto de un director es imponer un buen clima de trabajo, para que todos den lo mejor y se sientan comprometidos y responsables por lo que se hace. Que la obra sea buena es una gran red que tiene el trapecista. Cuando lo es, te divertís. Cuando no, el trabajo es imposible, por más que tengas a Robert De Niro y Al Pacino.