Cambió el calendario y antes de que termine de arrancar la nueva temporada vale la pena repasar lo que pasó. Aunque no lo crea el lector, el año que pasó dejó algunas cosas buenas: discos, por ejemplo. En materia de música argentina, muchos y buenos, con ese siempre prolífico empuje de la producción independiente que no deja de asombrar. Esta selección de los mejores es una de las posibles, en la visión de esta cronista. Hecha esta salvedad –porque, como en el fútbol, hay tantas selecciones posibles como pares de orejas, y en cada opinión se esconde un director técnico–, aquí están, estos son, los mejores diez discos de 2016.
Imposible, de Liliana Herrero
La intérprete entrerriana ha hecho de la búsqueda un modo de estar en canción. No es quedándose quieto, se sabe, que el que busca encuentra. Lo que encontró esta vez Herrero –en riesgo, en pregunta, en salto hacia adelante tomando fuerzas de una tradición que viene desde muy atrás–, es un repertorio antiquísimo. Allí brillan Gustavo Leguizamón, Chacho Muller, Eduardo Falú y Manuel J. Castilla, Buenaventura Luna, o un Yupanqui cuyas muy conocidas “Luna tucumana” y “Chacarera de las piedras”, son aquí redescubiertas. De ese modo, redescubiertas, suenan todas estas canciones que, así planteadas, brillan en su despojo.
Es que la búsqueda de Herrero va de algún modo hacia el silencio, hacia las notas justas que siempre son pocas, porque son las quedan cuando todo lo que no era importante se ha ido corriendo. Mostrar mucho con poco es, como en la buena literatura, la virtud de este disco en el que Herrero no estuvo sola: lo compartió desde su concepción con los músicos Pedro Rossi, Ariel Naón. Mario Gusso y Martín Pantyrer. Hay otro disco adentro de Imposible y es Tres tangos errantes, que la cantante grabó alguna vez con Gerardo Gandini, y que nunca llegaron a editar con otros futuros postangos compartidos, como ambos se proponían. “Volvió una noche”, “Soledad” y “Por una cabeza”, en el piano de Gandini y la voz de Herrero, vuelven ahora, también redescubiertos, como un nuevo universo.
Barboza Cuarteto, de Raúl Barboza
El nuevo disco de Raúl Barboza marca el exquisito presente de este acordeonista de 78 años, capaz de hallar despliegues rítmicos y melódicos y silencios con la misma intensidad, momentos festivos (la marca de este trabajo) y profundos a la vez, rodeado de un seleccionado de jóvenes y talentosos músicos. El disco no está planteado así, pero resulta un repaso de una carrera compositiva y de intérprete intensa y prolífica, que imprimió un estilo propio y nuevo a una tradición de la que Barboza nunca se apartó, y en la que continúa y a la vez rompe con Montiel, Abitbol, Cocomarola, Tarragó.
Barboza Cuarteto vuelve sobre composiciones emblemáticas del acordeonista como “Cherogapé”, el muy conocido “Tren Expreso”, o “Duende de la siesta”, todo un clásico de las cortinas radiofónicas de los programas chamameceros. Y también sobre temas como “Lágrimas”, que abre el disco, del bandoneonista entrerriano Francisco Casís, histórico integrante y arreglador del Cuarteto Santa Ana. Fue uno de los primeros chamamés que grabó Barboza, cuando era un veinteañero. Ahora ya no está tan preocupado como entonces en mostrar velocidad en las escalas; ese virtuosismo sigue estando pero no es en demostrar que se detiene el bandoneonista. Su música avanza, libre, hacia un feliz estado de goce.
MCA Volumen II, de Los Amigos del Chango
El nombre de este trabajo ya da una idea del concepto y la intención que conlleva: no hay por qué buscar otro porque es el segundo volumen de aquel primero que hicieron junto a Chango Farías Gómez. Entendiendo por Música Clásica Argentina lo que es el sentido final de esta orquesta: dotar a la música de acá de las posibilidades y desarrollos de aquella que se entiende como clásica. La mejor forma de homenaje al recordado Chango es sin dudas ésta: seguir haciendo música como la entendía él, con el talento de aquellos que lo acompañaron en esta idea y que hoy siguen siendo Los Amigos del Chango.
Desde este concepto suenan tango y chacarera, vidala y cueca, Invisible y Yupanqui, Eduardo Lagos y Remo Pignoni. Y también candombe, son, jazz y groove, y mucho swing en un disco que da ganas de bailar. Se luce el trabajo conjunto –desde todo el proceso de gestación– de once grandes músicos: Néstor Gómez, Rubén “Mono” Izarrualde, Luis Gurevich, Ricardo Culotta, Omar Gómez, Jerónimo Izarrualde, Aleix Duran, Santiago Martínez, Manuel Uriona, Daniel Gómez y Agustín Balbo. Con momentos muy festivos como “La fiesta de San Benito” (popular boliviano al que se suma “Why not and Dino”, de Néstor Gómez) y sorpresas como “Durazno sangrando”, destacado lo que tiene de ciudadano sobre el bandoneón, vidaleado, después chacarereado y, siempre, aquel himno de Invisible.
Timba, de Diego Schissi Quinteto
Este quinteto viene trabajando como tal desde hace siete años y ese camino recorrido se nota en lo sólido, contundente y, podría decirse aquí con acierto, jugado de este nuevo disco, con el que la agrupación refuerza eso que se conoce como estilo propio. Lo que suena es tango pero no es tango, es un guiño en broma a la numerología de la quiniela (los temas se llaman “La música 55”, “El borracho 14”, “El miedo 90”, y así), pero no es ningún guiño ni ninguna broma, sino una seria declaración de lugar, una idea del tango y de la música.
Juanto a Schissi en el piano y dirección, y en la composición de los temas, suenan Guillermo Rubino en violín, Santiago Segret en bandoneón, Ismael Grossman en guitarra y Juan Pablo Navarro en contrabajo. Juntos hacen una música plagada de imágenes y sugerencias –como los sueños que se juegan a la quiniela–, en la que el tango suena como un estado de ánimo. Desde ese estado tanguero, se abre la posibilidad de Timba.
La Pampa Grande, de La Chicana
La agrupación liderada por Dolores Solá y Acho Estol grabó este disco junto a un seleccionado de músicos gaúchos: Arthur de Faria, Vitor Ramil, Luiz Carlos Borges, Bebeto Alves, Giovanni Berti, Hique Gómez y Antonio Villeroy. Resulta una feliz idea de parcería que rinde frutos en una música nueva, heredera de lo que tienen de común y también de diferente estos universos. Por cercanía geográfica, cultural y afectiva, el cruce entre Buenos Aires y Rio Grande do Sul no debería ser infrecuente, y sin embargo lo es. El que propone esta juntada es uno de los muchos posibles, en el que suenan las estéticas particulares de sus hacedores, con base en la marca compositiva de Estol, siempre algo sórdida, y el estilo tan propio y magnético de la interpretación de Solá.
El paisaje de La Pampa Grande –concretado con el apoyo de la Secretaría de Cultura de Canoas, Porto Alegre– se expande y contiene a otros territorios, en los que caben un clásico brasileño como “Romaria” (pero que aquí es “Romería”) o Vinicius de Moraes y Toquinho con su “Valsa para uma menininha”, una canción de cuna en la que se suma cantando Vitor Ramil. Lo que nació como colaboraciones mutuas y encuentros aislados, de uno y otro lado de la frontera, se transformó en La Pampa Grande en una idea de peso propio, y una feliz apuesta de futuro.
Lloros, de Mistura & Manda
Este disco también une musicalmente al Brasil con la Argentina. En este caso, lo que se rescata es al choro como género urbano, y lo que se rastrea es una cantidad de compositores locales que en su momento abrevaron en este género. Horacio Salgán, Oscar Alemán, Eduardo Falú, Roberto Grela y Atahualpa Yupanqui, son algunos de los que, desde diferentes territorios, tomaron esta forma carioca a su propio modo. Y Mistura & Manda es el grupo que desde hace ya una década viene investigando e interpretando este género.
Gabriel Trucco, Sebastián Luna, Esteban Ibáñez y Ariel Malerba –los integrantes de Mistura & Manda– no sólo encontraron un título que resume con precisión y gracia de qué se trata esto. Con las mismas características interpretan una destacada selección de composiciones de grandes músicos del folklore, el tango y el jazz. Y, por si fuera poco, suman algunas obras propias, que también dejan testimonio de los “lazos ocultos” que siguen tendiéndose entre una y otra orilla.
20 años. En vivo en Café Vinilo, de la Orquesta El Arranque
La Orquesta El Arranque marcó un hito en el panorama del tango, justo en el momento en que el género estaba renaciendo, con la fuerza de nuevos intérpretes y compositores muy formados y de gran interés creativo. Por esta orquesta pasaron, desde 1996, cuando se fundó, quienes hoy son figuras referentes del género: el pianista Andrés Linetzky, el violinista Ramiro Gallo –ahora arregladores invitados–, el cantor Ariel Ardit, y por supuesto el contrabajista Ignacio Varchausky. Desde entonces la formación fue reconocida en el país y el mundo, con varias giras por Europa, Asia y Estados Unidos, donde compartieron conciertos con Wynton Marsalis y la Lincoln Center Jazz Orchestra en el Lincoln Center de Nueva York.
Toda esa historia y esos logros suenan de algún modo en este disco, que incluye el repertorio con el cantor de la orquesta, Juan Villarreal, nuevas composiciones y la participación de Fernando Cabrera y Lucas Martí como invitados, para hacer sus temas, “Críticas” y “La premisa”. Lo demás va de Villoldo, Cobián o Leopoldo Federico –gran versión de “Milonguero de hoy”– a composiciones de Camilo Ferrero y Ariel Rodríguez, integrantes del grupo. Además de estos músicos (primer bandoneón, piano y arreglos) son hoy El Arranque Marco Antonio Fernández, Manuel Quiroga, Emanuel Teper y Martín Vázquez.
Roma, de Carlos Villalba y Orquesta Velázquez
Este es el segundo disco de Carlos Villalba, y en medio del panorama de la canción, que creció exponencialmente en este último tiempo dentro de la música argentina, se destaca con peso específico propio. Sobre todo, por el valor implícito que aquí se le da a la canción: las que suenan no son cancioncitas, melodías fáciles y letras livianas, espontáneas obras de inspiración. Los temas de Roma –de autoría de Villalba en letra y música– tienen una sutil precisión para crear atmósferas tan reales como imposibles, y muestran un delicado y complejo trabajo detrás de cada uno.
Se destaca en este punto la tarea de Alan Plachta en los arreglos. Y de los músicos de la Orquesta Velázquez, un seleccionado integrado por Diego Schissi, Ignacio Varchausky, Mario Gusso, Ismael Grossman, Richard Nant, Martín Pantyrer, Franco Espíndola, Guillermo Rubino y Plachta. Como perla del disco, que está íntegramente disponible para escuchar en el sitio de su autor –al igual que el disco anterior, Nomeolvides–, Alberto Muñoz, director artístico del trabajo, recita a Baudelaire sobre el tema que se llama, justamente, Roma.
Arbolito del querer, de Chiqui Ledesma y Marcos Di Paolo
María de los Angeles “Chiqui” Ledesma, santafesina radicada en Buenos Aires, es una de las voces destacadas del folklore actual. El guitarrista Marcos Di Paolo, mendocino, estuvo radicado muchos años en Holanda. Este es el primer disco que hacen juntos, por fuera de los proyectos que cada uno sostiene como por su lado, y más allá de la amistad que los une, aquí muestran una visión común sobre la música argentina y latinoamericana, sus autores e hitos musicales.
El recorrido del repertorio es, ya de por sí, toda una declaración de principios: la milonga de los chaqueños Aledo Luis Meloni y Coqui Ortiz se teje con las “Coplas del regreso” que Leguizamón musicalizó sobre texto de Luis Franco, y con el clásico “Las golondrinas” de Falú-Davalos, con Yupanqui, con Raúl Carnota y Teresa Parodi, con Silvio Rodríguez y la bellísima “Rabo de nube” más Víctor Jara y “Manifiesto”. También con José Luis Aguirre o con Sebastián Monk y su preciosa “Huella, la luna”.
Criollo, del dúo Arias - Castro
Esta es otra juntada nueva y feliz: la protagonizan el bandoneonista jujeño Santiago Arias y el guitarrista salteño Sebastián Castro, dos músicos tan jóvenes cuanto talentosos. Criollo es un viaje musical por el noroeste argentino, con mucho ritmo, con temas muy conocidos y otros no tanto, y alguno de autoría propia. Plantado en la tradición pero también capaz de abrevar en diferentes influencias y sonoridades, que a su vez se matizan en el encuentro del dúo.
Este viaje lleva al oyente por Jujuy, Salta, Tucumán y Santiago del Estero, al ritmo de bailecitos, zambas carperas, zambas bien lentas, chacareras, gatos y otras danzas. En la interpretación de Arias y Castro suena la tierra de la que provienen pero también una formación que les permite lucirse en arreglos y contrapuntos, en despliegues rítmicos y armónicos, con dosis de talento y ganas.