2016 fue un año intenso para Jorge Dubatti. Además de sus tareas al frente de la Escuela de Espectadores de Buenos Aires y de la cátedra de Historia del Teatro Universal en la UBA, el crítico e investigador asumió la dirección del Instituto de Artes del Espectáculo (IAE), un espacio que también depende de la universidad y del que forman parte 160 investigadores, profesores, alumnos y becarios. Además, fue uno de los intelectuales que más se dedicó a pensar la avanzada neoliberalista y su repercusión en la cultura, tópico sobre el que disertó y escribió. En cuanto a lo editorial, publicó Teatro–matriz, teatro liminal, trabajo en el que arriesga que el teatro es “una matriz cultural que puede absorberlo todo” y que además “se puede hacer en cualquier lado, sin necesidad de una sala”.

En un repaso del año que pasó, el además responsable del Aula del Espectador de la Universidad Nacional Autónoma de México sostiene en la entrevista con PáginaI12 que la Argentina vive hoy una “macropolítica cultural”. “Una que propicia el individualismo, los `emprendedores´ meritorios, la módica estimulación en el plano solitario y que detesta todo lo que huela a movimiento, a red social o asociación alternativa”, opina el Doctor en Historia y Teoría de las Artes.

–¿A qué se refiere con “macropolítica neoliberal”?

–Macropolítica en el sentido de gran discurso de representación e institucionalización política, que incluso está claramente explicitado porque el gobierno habla de “nueva época” o “nueva etapa”. Desde diciembre de 2015 el país ha sido tomado nuevamente por la macropolítica del neoliberalismo, al servicio del mercado, la reducción del Estado, el poder concentrado en las corporaciones y el beneficio del capitalismo internacional. Mientras propicia lo micro, deja que avance la pauperización, el desmantelamiento de lo alternativo, desarticula, decepciona, al mismo tiempo que te tira un “hueso”.

–¿Cómo aplica eso en la cultura? ¿Qué sería la “macropolítica cultural”?

–El neoliberalismo a su vez favorece una estética macropolítica, que construye una macropolítica cultural. Ésta está vinculada a las nuevas tecnologías, la norteamericanización y la globalización, la trivialización como la de la campaña de dibujitos infantiloides “Vamos Buenos Aires”, el mecenazgo y el apoyo empresarial. Todo está sustentado en un embate ideológico y una propaganda descomunales, contra la producción de pensamiento crítico y a favor de una sistemática educación en la experiencia del fracaso. Todo el tiempo te recuerdan que sin el poder del dinero no vas a poder hacer nada, que necesitás el apoyo de los empresarios, y que el mundo te está esperando para sumarte a ese orden. La cultura queda reinsertada en una biopolítica piramidal, donde más pueden los que más acceso tengan al apoyo empresarial y a los capitales. A la vez genera en una parte del sector artístico la ilusión de ingreso a la clase de poder, el arte como la vía de conexión con una élite que maneja o va a manejar todo.

–En términos concretos, fue un año difícil para el sector cultural, y específicamente para el teatral. ¿Cómo lo vio usted?

–Veo que el público de teatro se ha replegado por falta de dinero, situación generada por múltiples factores como la recesión, la inflación, los tarifazos, la pérdida de las fuentes de trabajo, el endeudamiento y la incertidumbre sobre lo que puede pasar. La gente recorta sus gastos porque no tiene o no quiere gastar por si se viene una situación grave, que es lo que se escucha decir. Veo que el repliegue se dio tanto en el circuito comercial, con una marcadísima y fuerte caída, como en el oficial, aunque en menor proporción, y en el independiente, ya que ha habido menor cantidad de estrenos y menor afluencia de espectadores.

–En lo personal, ¿cómo fue este primer año al frente del Instituto de Artes del Espectáculo?

–El objetivo principal fue abrir las puertas del IAE a la comunidad universitaria, artística y a todos los interesados en las artes del espectáculo, así como también sincronizarlo con el mundo. Hay una nueva función de las universidades en la relación con las artes que tiene que ver con nuevas teorías y epistemologías, nuevas formas de producción de conocimiento y de relación con el público y una nueva definición de los objetos de estudio, más abarcadora. Junto a los estudios sobre artes escénicas, danza, cine y artes visuales, abrimos muchos otras áreas, con el objetivo de posicionar al IAE como referente nacional e internacional de producción de pensamiento y capacitación, innovación, excelencia y originalidad. Estamos trabajando con todo el país y con universidades del mundo, especialmente de Latinoamérica. Para lo que viene, además, nos interesa revalorizar la potencia de los artistas como productores de pensamiento, es decir, formar artistas–investigadores o investigadores–artistas.

–¿Por qué afirma en su último libro, Teatro–matriz, teatro liminal, que “todo lo que el teatro toca lo transforma en teatro”?

–Porque el teatro es una matriz cultural que puede absorberlo todo. Esa matriz tiene dos características: por un lado, es una de las grandes invenciones culturales de la humanidad, uno de los tesoros de la cultura, y viene transmitiendo su memoria institucional desde hace siglos. Por otro, se puede hacer en cualquier parte, no hace falta una sala. Consiste en reunión de cuerpo presente, territorial, en un marco en el que alguien empieza a producir con su cuerpo mundo paralelo al mundo y alguien empieza a expectar esa nueva forma que aparece. Es común a múltiples prácticas, de la tragedia griega a la performance contemporánea y se propone como una invariante cultural en permanente variación y reapropiación histórica y territorial. Teatralidad, teatro y transteatralización tienen en común el trabajo con la organización de la mirada, y se determinan mutuamente. Por eso, entender el principio del teatro es entender la red de mirada que sostiene el mundo.