Desde Moscú
Europa para los europeos. No quedan sudamericanos en el Mundial. Perú marcó el camino, siguieron por orden Argentina, Colombia y ayer doblete con Uruguay y Brasil. Bélgica le ganó al equipo de Neymar y compañía por 2 a 1, con un poco de suerte y con un mucho del arquero Courtois, que cumplió una actuación de diez puntos y jugará contra Francia en una final anticipada. Cuestiones de reglamento y de cómo se dieron los cruces después de la primera ronda hacen que deban disputar una semifinal dos de los mejores equipos del campeonato: Bélgica y Francia. Por la otra llave, que se definirá hoy, quedan Suecia, Inglaterra, Croacia y Rusia. Uno de estos seis será el campeón y los sudamericanos lo veremos por TV. Tampoco quedan candidatos de fierro: en Kazán, cementerio de elefantes, perdieron Alemania, Argentina y Brasil.
Como para que no quedara duda de que se veía un partidazo ya en los primeros minutos quedaron expuestas las buenas intenciones de los dos equipos, aunque con fórmulas diferentes. Pelota contra el piso, toque y toque de los brasileños para intentar el cambio de ritmo en tres cuartos de cancha y toque vertical, rápido y preciso con el agregado de la gambeta de Hazard y la polenta de Lukaku en los belgas. El fantástico primer tiempo terminó 2 a 0 a favor de los belgas. El 1 a 0 fue una especie de regalo para los de rojo. Corner, rebote en la cara de Fernandinho y gol en contra. El segundo fue una joyita. Lukaku recibió en su propio campo más cerca de su arco que el de Brasil y se llevó a la rastra a tres jugadores brasileños con amagues incluidos. Fantástica imagen de una locomotora de un tren de alta velocidad haciendo zigzag, hasta que le dejó la pelota servida a De Bruyne para que metiera un gran remate cruzado, clavando la pelota en la red. Hasta ahí uno podía imaginar un 2 a 2 o un 6 a 0 a favor de los belgas.
En esa primera etapa Brasil llegó tocando una y otra vez hasta las últimas líneas rivales pero no supo y no pudo resolver todas las situaciones que generaba especialmente por el lado de Marcelo que jugó casi como un wing izquierdo. El relieve del partido incluía las apariciones de Hazard, el más brasileño de los belgas, que con su extraordinario manejo propiciaba más de una contra peligrosa. El 2 a 0 final de esa etapa parecía un exagerado premio, aunque los europeos mostraban virtudes para jugar de igual a igual con la pelotita en varios pasajes, en todos los terrenos.
El segundo tiempo fue otra cosa. Bélgica empujado, arrastrado y arrinconado por el ímpetu y el toque de los brasileños se metió en la trinchera, empezó a aislar mucho los contraataques y se refugió en las manos de Curtuois, en la cabeza de los centrales y en el manejo de Hazard que enfriaba un poco con su inteligencia cada vez que la pelota llegaba a sus pies. En el primer tiempo había jugado sobre la izquierda en el segundo quedó como única referencia para la contra ocupando todo el frente. Cuando él agarraba la pelota los de rojo respiraban, pero los de amarillo no lo dejaban mucho. Un ataque y otro y otro de Brasil marcaban el ritmo del juego. Augusto, Firmino, Neymar, el incansablke Marcelo por la izquierda, daban la sensación de que los brasileños iban a hacer el segundo y el tercer gol antes que el primero porque los belgas desfallecían. El primero, llegó efectivamente. LLegó con una pelota picada por Coutinho que cabeceó Augusto contra el palo venciendo la resistencia de Courtois. Pero en el segundo, el del empate, no llegó nunca. Lo más cerca que estuvo Brasil de forzar el alargue fue cuando Neymar le dio de chanfle con la cara interna desde el borde del área hacia el ángulo y Courtois, voló como Superman una vez más y mandó la pelota al corner, a los 95 minutos. El arquero también mandó a Brasil de vuelta a casa. ¿Fue justo? Por lo que hizo Bélgica en el primer tiempo podría decirse que sí, pero por lo hecho por los dos equipos en el segundo período y por el balance general de los 90 minutos no. De ningún modo.
Brasil se merecía el empate. Y el fútbol se merecía treinta minutos de alargue, aunque ya todos se mostraban exhaustos, después del esfuerzo.
Fue el mejor partido del Mundial y una digna despedida de los brasileños que habían llegado a este Mundial con la chapa de candidatos bien lustrada. No pudo ser, porque la suerte no lo ayudó, porque casi diez goles no significa gol, porque los brasileños se encontraron con el mejor arquero del campeonato o al menos con la mejor actuación de un arquero en lo que va del torneo.
Se va Brasil con la cabeza alta y sólo quedan los candidatos de segunda línea. Uno de ellos será el campeón. Un europeo.